Lee TaeYong» NCT; prt. II

137 9 0
                                    

No sabías cuánto habías avanzado para cuando la noche cayó, pero creías que era lo suficiente como para haberle perdido el rastro a aquella extravagante criatura que nunca antes habías tenido la oportunidad de apreciar. En ese momento ni siquiera pudiste tomarte el tiempo de admirarlo — ya que la complicada situación no le permitía a tu cerebro pensar en algo más que no fuera la supervivencia y el robo de aquel huevo —, pero te sentías eufórica por no solo haber tenido tan rara y exquisita oportunidad de apreciar a un dragón de tan cerca, sino que también por enterarte de que estos mismos pueden cambiar de forma y lucir como cualquier otro ser humano. Una noticia nueva, desconocida e impactante que tenía a tu mente en las nubes, dándole vueltas una y otra vez al tema como un disco rayado, incapaz de dejar ir la imagen de ese hermoso joven al que terminaste abandonando horas atrás en medio del bosque.

Mierda, esperabas que estuviera vivo a pesar de todo. Porque matarlo nunca fue tu intención en primer lugar y el solo pensar que su nombre — cualquiera que fuera — podría ser agregado a la lista de vidas que fueron arrebatadas por tus acciones, lograba que un nudo de arrepentimiento se formara en la boca de tu estómago y que el pecho se te oprimiera. Parecía que entre más deseabas no derramar más sangre inocente, con cada paso que dabas en busca de la libertad y la seguridad de tus seres queridos, esta seguía siendo desperdigada por todos lados con más fuerza.

Suspiraste, agotada. Llevabas horas caminando y los pies ya te dolían a horrores, te pedían a gritos un tiempo fuera y, a pesar de que la necesidad de llegar a la ciudad era apremiante, ya no podías ignorar el hecho de que tu cuerpo no tenía más energías para proseguir. La pelea no fue fácil y la huida mucho menos. Cada paso se hacía más difícil de dar que el anterior y eras consciente de que, si continuabas de esa manera, probablemente terminarías desmayándote antes de si quiera poder salir del bosque, detalle que sería fatal teniendo contigo un objeto tan extraño y valioso como lo era aquel huevo con incrustaciones.

Curiosa, lo sacaste de su escondite para admirarlo por unos segundos bajo la luz de la luna mientras te cuestionabas el por qué aquello era tan importante para los altos mandos. Admitías que de por sí el objeto era hipnotizante; llamativo a primera vista con ese brillante color rojizo que te recordaba a la sangre que corría por tus venas. No entendías qué había dentro de este, pero te parecía simpático el hecho de que parecía contener humo en el interior, el cual se movía de un lado al otro conforme lo sacudidas.

— Es muy lindo... — murmuraste.

— Y no es un juguete — soltó una voz tras de ti.

Apenas alcanzaste a girarte, para poder ser capaz de divisarlo, cuando sentiste como tu cuerpo era tacleado de forma perfecta por la agraciada figura del joven por el que te habías preocupado tanto durante horas. Soltaste un gemido de dolor cuando tu anatomía azotó contra el suelo y percibiste como el huevo se escurría de entre tus manos, volando lejos de ambos. Creíste que se rompería y tu miedo alcanzó el pico más alto en cosa de un parpadeo. Tanto el de cabellos blanquecino como tú — que preferiste ignorar el latente dolor que nació en tu espalda y parte de tu cráneo gracias a la caída — giraron la cabeza para ver la locación del objeto y, apenas dieron con ella, iniciaron una desesperante y agotadora lucha por ver quién era el primero en alcanzarlo.

Empujones, patadas, puñetazos y malas palabras, era lo que soltaban ambos mientras intentaban, con las pocas energías que poseían tras lo que fue más que un agotador día, conseguir el extravagante objeto.

Estuviste a punto de atraparlo, tus dedos rozaron el objeto y escuchaste los incesantes latidos de tu corazón en tu cabeza, sin embargo, un tirón en tu pierna derecha te hizo retroceder de forma abrupta, alejándote. Maldijiste en voz alta al ver como el joven se te adelantaba y tomaba el huevo frente a tus narices, dándote una mirada furiosa en el proceso que demostraba que haber ganado no le hacía muy feliz luego de todo lo que tuvo que pasar por tu culpa.

— Me... llevaré esto de regresó — informó jadeante, al igual que tú.

Lo viste dar un paso lejos de ti y, como si tu propia vida dependiera de ello, te lanzaste como pudiste para atrapar entre tus manos uno de sus tobillos, aferrándote a este de forma férrea.

— No, no puede llevártelo. Lo necesito...

— Sí, tú y un millón de personas más — soltó, tosco.

— ¡No es para mí! — chillaste con desesperación, manteniendo tu posición de servir como un ancla, observándolo hacia arriba. — Lo necesito para salvar a mi hermano...

TaeYong te miró sin cambiar su expresión de seriedad, analizando tus facciones en busca de lo más mínimo que pudiera delatar que todo aquello no era más que un patético show que habías decidido montar como última opción. Al no encontrar nada más que sinceridad y miedo reflejado en tus ojos, terminó suspirando, rendido. No sabía si era el hecho de que hubieras decidido salvarlo en el último momento de una muerte segura o su sexto sentido, pero dictaminó que escucharía lo que tenías que decir. Era imposible hacerlo cambiar de opinión con respecto a hacerte entrega del huevo, porque aquello ni siquiera estaba en términos de debate; sin embargo, tal vez al escucharte él podría encontrar alguna solución a tu dilema y ambos podrían salir ganando.

— Continúa...

— ¿Ah?

— Sobre tu hermano. Dime qué ha sucedido — te indicó, girándose en tu dirección y haciéndote saber con su lenguaje corporal que tal como no tenía pensando dejar ir el huevo ahora que lo tenía entre sus manos, tampoco correría de ti sin escuchar lo que tenías que decir.

Te levantas con algo de dificultad, sintiendo el peso de tanto esfuerzo aplastando tus hombros, y te rendiste a contarle la razón que te llevó a terminar en esa molesta situación.

Agradeciste el hecho de que te escuchara con atención, mostrando que aquello parecía interesarle a pesar de que no eran absolutamente nada como para tener que preocuparse por tus problemas. Intentaste resumir todo sin perder ningún detalle importante en el proceso y, al terminar, lo miraste con ojos esperanzadores, esperando que algo de lo que dijiste hubiera ayudado a ablandar su corazón para que te entregara lo que tanto necesitabas.

— Entiendo tu compleja situación, pero a pesar de ella no puedo entregarte el huevo.

— ¡Pero...!

— No está a discusión aquello. Esto no es un juguete. No puede caer en las manos equivocadas porque aquello solo significaría destrucción y caos... — te aclaró, interrumpiéndote. — Pero, en cambio, puedo ayudarte a rescatar a tu hermano y de ese modo asegurarme de que todo lo que me has dicho es verdad.

— ¿Y si no es verdad? — cuestionaste, alzando una de tus cejas.

Te observó con esos desoladores y fríos ojos amarillos en un silencio mortal que solo consiguió ponerte la piel de gallina.

— Te mataré — dijo con simpleza y una seriedad atemorizante, dejándote en claro que no era ningún tipo de broma. — Es lo mejor que puedo ofrecerte, ¿aceptas hacer un contrato conmigo o no?

Lo meditaste un poco. Te tomaste el tiempo para analizar con cuidado tu situación, tus probabilidades de ganarle ahora en un nuevo combate si decidías declinar su propuesta y las probabilidades de que ambos salieran victoriosos en una misión de rescate. El futuro no lucía muy prospero en ninguno, pero de entre ellos, el que se veía más brillante era el que venía con tu última opción. Mierda, aceptar era lo mejor que podías hacer en esas condiciones.

Maldijiste nuevamente y suspiraste, rendida, para, al final, terminar asintiendo.

— Está bien, acepto tu ayuda...

— TaeYong.

— TaeYong — repetiste, saboreando su exquisito nombre en tus labios. — Haremos un contrato.

— Perfecto.


Gracias por leer.

DRABBLES » KPOPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora