Yang JeongIn » Stray Kids

1K 56 38
                                    

La primera vez que tu mejor amiga te lo comentó, te pareció algo inverosímil además de absurdo. Habías escuchado de empleos raros y hasta un poco absurdos — que luego de meditarlo un poco, poseían su leve importancia en la sociedad para que las cosas más simples en esta vida se pudieran terminar desarrollando de la manera correcta. —, pero... ¿Abrazador profesional? ¿En serio eso existía?

Te burlaste de ello con tu amiga desde el primer instante en que lo escuchaste salir de sus labios; soltando bromas acerca de lo raro que era y del tipo de personas que podrían querer contratar a un extraño para que los abrazaran en sus momentos más frágiles.

En ese instante, a tu juicio, era una locura que alguien prefiriera que un extraño lo consolara, invadiendo su espacio personal en el transcurso, en lugar de algún amigo o familiar cercano. ¿Qué mejor que el abrazo de una madre, padre, mejor amiga o compañero para pasar las penas?

Nada, según tú.

Pero a pesar de todos tus comentarios, un día lograste comprender el por qué algunas personas recurrían a llamar a esa gente o, al menos, una de las muchas posibles razones por las que lo harían. La tuya, esa primera vez, fue el no querer preocupar a tus cercanos mientras dejabas que todo el estrés y presión que habías conseguido acumular durante las últimas semanas, era aliviado a través de las pequeñas gotas saladas que bajaban como ríos por tus mejillas.

Al principio te sentiste incómoda con el hecho de que aquel chico, que lucía mucho más joven que tú con su cabello rubio y expresión aniñada, entrara a tu departamento en medio de la noche y te acurrucara en silencio entre sus cálidos brazos todo el tiempo que decidiste pagar por ello — lo cual no fue mucho porque... ¡Vamos! En un primer instante no le tenías mucha fe al servicio —. Pero funcionó. Y tras ese encuentro de veinte minutos con ese muchacho, decidiste mantener la aplicación en tu teléfono solo por si algún día llegabas a necesitar otro abrazo.

Y sin que lo quisieras realmente, ese día llegó.

Quisiste elegirlo a él nuevamente, asegurándote con lo que ya conocías en vez de volver a sumergirte en algo nuevo, pero aquello no fue posible debido a que se encontraba ocupado en esos momentos con otro cliente, por lo que te tuviste que conformar con otro chico. Y a pesar de que consiguió hacerte sentir lo suficientemente cómoda como para dejarte envolver entre sus brazos, no fue lo mismo. Su abrazo no tenía el mismo sabor que el de JongIn y eso, te hizo sentir muy insatisfecha, además, de hacerte desear aún más estar un par de minutos percibiendo el calor y olor de Yang JeongIn.

Le agradeciste al otro chico con una falsa sonrisa y al día siguiente, te asegúrate de conseguir un espacio en la agenda de JeongIn.

Llegó a tu casa vistiendo su uniforme escolar y una dulce sonrisa de disculpa por su retraso de dos minutos, de lo cual no te hubieras percatado si no fuera porque te encontrabas inexplicablemente ansiosa de verlo otra vez.

Tenerlo ahí, con su uniforme de color negro, consiguió hacer que te golpearas duramente con la realidad: te gustaba que un chiquillo, al que le llevabas cuatro años, te apretujara contra su cuerpo.

«Oh, dios...» Pensaste, imaginando las sirenas de la policía en tu cabeza mientras él se internaba nuevamente en tu apartamento. Lo viste dejar sus cosas sobre el sofá y esperar por ti, que te hallabas en la entrada del departamento con un nuevo sentimiento instalado en tu pecho.

¿Noona? — Su tierno tono de voz, acompañado de esa palabra, te hicieron decidir algo.

No te ibas a dejar abrazar por un chiquillo, no te parecía lo correcto hacerlo.

Terminaste ofreciéndole algo de comer, utilizando el tiempo que compraste en otra cosa muy diferente que no necesitaba del contacto físico.

— ¿Te gustó la comida?

— S-sí. Muchas gracias...

— Me alegro. — Asentiste, suspirando.

Un incómodo silencio los envolvió y, cuando estabas dispuesta a echarlo de tu casa con sutileza porque ya no le veías otra razón para que permaneciera ahí contigo, Yang habló.

— ¿No quieres que te abrace, noona? Digo, agradezco la comida pero... No se supone que venga a esto — murmuró algo apenado, con sus mejillas tiñéndose de un adorable color carmesí que por poco te hace suspirar por lo lindo que te parecía.

— No, está vez no será necesario. Te acompañaré a la puerta.

Te levantaste con intenciones de escoltarlo a la salida, pero, de manera repentina, sus brazos rodeando tu cintura desde atrás y te hicieron detener. Pegó tu espalda contra su pecho y, la diferencia de altura sumada a la contextura de su cuerpo, te hicieron olvidar momentáneamente de que el chico tras de ti era menor de edad.

— Vamos, noona. Déjame abrazarte un par de minutos — te susurró con voz aterciopelada, sin ser consciente de su raro y nuevo poder sobre ti.

— JeongIn...

— Pagaste por esto, noona. Esto es lo querías disfrutar — dijo, con claras intenciones de hacerte cambiar de opinión para que te quedaras ahí, entre sus brazos que te sostenían con dulzura.

Y, suspirando pesadamente, terminaste cediendo.

Y ceder se sintió genial. 





DRABBLES » KPOPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora