«Mi padre me regaló ese collar...» esas palabras aún retumban en mi mente. «¿CÓMO DEJASTE PERDER EL COLLAR?» Grito en mis pensamientos.
Me sudan las manos y ya me empezaron a doler las rodillas por esta posición incómoda en la que estoy sentada en el duro suelo del instituto.
Presencialmente estoy en el instituto, mi mente y mi alma está corriendo a miles de kilómetros de aquí. Están cruzando una puerta que hace años que no he abierto, una puerta que debí cerrar con llave.
En medio del pánico me veo en la autopista, escucho sirenas de ambulancias y de policías, un automóvil chocado contra una barricada, unos paramédicos haciendo RCP, gritos, sangre, golpes... «Papá»
-¿Vangoberith? -me tocan los hombros.
Me sobresaltó de golpe y con ojos asustados y llenos de lágrimas trato de enfocar quien me tocó. En frente de mí, veo un rostro sumamente familiar...
De mediana estatura, cabello marrón claro con reflejos, ojos pequeños y una radiante y consoladora sonrisa, tengo a la Dra. Lazira Castillo agachada frente a mí.
-Vangoberith, ¿Qué ocurrió? -me dice despacio aún sosteniendo mis hombros.
Muevo los labios tratando de hablar, pero no logro emitir ni un solo sonido; aún estoy muy alterada. Mis manos y ojos se mueven sin parar.Ella nota que algo pasó y que aún estoy conmocionado para hablar de ello, por eso se pone de pie, y me extiende la mano derecha mientras me dice:
-Ven conmigo.
Le tomó la mano y con su ayuda me pongo de pie.
Me mira con cariño, sé que quiere abrazarme pero no sé si aquí y ahora sea un buen momento; asiento con la cabeza y la sigo hasta su pequeña oficina.
Saca las llaves de su bolso, y con par de giros abre la puerta, se coloca junto a la puerta y me invita a qué yo entre primero. Dudó un momento pero luego me decido a entrar. «Tal vez sea buena idea» pienso justo antes de entrar.
Su oficina es algo amplia pero todo está muy bien organizado. Le doy una vista rápida: a la derecha hay un diván blanco, supongo para que sus pacientes puedan hablen de lo que le ocurre en sus vidas. Junto a él, hay una silla verde oliva y una mesa pequeña marrón. A la izquierda hay un pequeño escritorio marrón y un archivero blanco junto a él. Y al fondo una preciosa biblioteca marrón, que hacen juego con las paredes blanca y el beige... «Esperen... Toda la habitación está muy bien decorada». Entrar aquí si me da tranquilidad.
-Puedes tomar asiento dónde estés cómoda. -me dice Lazira.
-Gracias -le respondo amablemente. Y fui directo al diván y me senté allí.
En la mesita había una hoja y una pluma; ella se sentó en la silla junto a mi y, justo cuando se inclinó para tomar la hoja se detuvo en seco y me miró y me preguntó:
-¿Te molestas si tomó notas? No puedo quedarme de brazos cruzados.
-No hay problema, es su trabajo -le respondí, y allí tomo sus utensilios.
Ya yo estaba esperando la típica “¿Cómo te sientes? ¿Quieres hablar de ello? ¿Cómo te hizo sentir?” pero no lo hizo, solo estaba escribiendo otras cosas. Me daba mucha curiosidad saber pues no había dicho ni una palabra, supongo que la curiosidad me ganó porque pregunté sin pensar:
-¿Sobre qué escribe? -la miré con ojos curiosos.
La pregunta le cayó por sorpresa, porque me miró sorprendida. «Demonios Mikaela, ¿No te podías quedar callada?» dije para mis adentros. Me dió vergüenza preguntar eso en voz alta, «ella es adulta puede escribir lo que le plazca» seguía regañandome. Pero, para mi sorpresa, no me regañó, mas bien me sonrió radiante. Dió vuelta a la hoja y me lo mostró:
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Vangoberith, La Bailarina de Cristal
Novela JuvenilMikaela Vangoberith está reprimida a sentir amor y pasión por el baile desde la muerte de su padre. Inevitablemente, conoce a LJ y ambos se unirán para superar su dolor y miedos al hacer lo que le apasionan.