Cerré el cerrojo y puse el seguro. «Pfffff... En casa otra vez». Dije aún con la espalda sobre la puerta.
Dejé las llaves en la mesa de entrada, me quité los zapatos y me mire al espejo y...
-¿Qué demonios me pasó en la cara? -Dije con horror. Mi palabra fuerte es demonios, papá odiba que dijeras malas palabras y me acostumbre tanto, que aún en su ausencia, me cuesta decirlas.
Negué con la cabeza y me fui a mi habitación, me desvesti y me di una ducha. Mientras me lavaba el cabello, recordé que no me había quitado el maquillaje. «Nah, lo hago luego».
-¿Cómo que lo haces luego Mikaela? Se te pondrá la piel horrible y tendrás que ponerte botox.
-Cynthia Camile, relájate. No es gran cosa -decia mi yo de 19 años, riéndose.
-Cuando se te ponga la piel reseca y como la abuela Tita, te jod... -Dijo Cyn en media frase.
-En la casa no se dicen palabras feas -Gritó papá desde el piso de abajo.
-Tal vez mi piel se vea rara -le dije- pero si papá te escucha decir alguna otra palabrota te jodera a ti -le dije en un susurro.
Aquel recuerdo me sacó una sonrisa, aún era joven y vivía en casa con ellos. Cynthia en ese momento estaba saliendo con un muchacho, pero no sé si se casó con él o no. Cómo dije, no tengo contacto con ellos desde hace años.
Termino de asearme y me coloco una ropa cómoda, para estar en casa. "Algo decente porque eres una damita" eso era lo que papá me decía a diario.
Sacó los libros y libretas de mi bolso y los coloco sobre la mesa. Tomó aire y comienzo a limpiar mi pequeño departamento porque, seamos honestos, no se va a limpiar solo... «No vivo en la casa de los supersónicos». Ese pensamiento me hizo reír.
«Estas muy chistosita hoy Mikaela» en realidad me sentía bien, nada mejor que pasar un insomnio, una crisis de ansiedad, un lloradita en el baño, pasar por la enfermería, tomar un café con una psicóloga y ser una completa idiota con un chico lindo para sentirse bien con uno mismo.
Comienzo a barrer, trapear y recoger toda la casa. Lavo los platos y cucharas que deje tiradas en el fregador está mañana y... Ya saben, la rutina del hogar.
Me limpio el sudor de la frente y veo el reloj en la pared y si, ya casi son las 16:00 y aún falta algunas horas para que anochecer.
Suspiro de cansancio, ya a esta hora -y sin haber dormido bien- tengo un sueño tremendo. Pero, si me acuesto a dormir ahorita, me levantaré a las 3am.
Me siento en una de las sillas, cerca de la ventana, y reviso mi teléfono y ¡Wow! 30 mensajes de Akin, 10 de Juliarth, 5 llamadas perdidas de Laura, y un recordatorio...
De todo lo que tengo por leer y escuchar, presto atención al recordatorio. Doy doble click y me abre el calendario.
Septiembre, 21 "Aniversario de..."
Leer ese recordatorio me causó un escalofríos por todo el cuerpo. «Por eso pensaste en papá en todo el día» me repetia constantemente.
-Mikaela Marie Vangoberith Cortéz -tomo aire. -¿Cómo demonios te olvidaste de que tus padres cumplían aniversario HOY? -Entoné la última palabra demasiado alto.
Estaba molesta conmigo misma y con razones de peso; no había olvidado ir al dentista -aunque odiaba ir al dentista-, o que olvide hacer mi cama, o cepillarme el cabello. ¡NO! Olvide el mes y el día más importante de la vida de papá, era de lo único que hablaba por semanas y siempre sorprendía a mamá con un ramo de...
Tomé el teléfono e hice algo por mamá, aunque sea y para compensar que lo olvide, y marque a una floristería que conocía en Cartagena de Indias.
En mi ciudad natal, Santa Catalina, todo el mundo me conoce, y es que bueno, quien no conocía a James Vangoberith era porque no vivía en Santa Catalina.
Todos me conocían, de hecho Mik o Mika era como me llamaban los vecinos, ya que era la hija menor de James Vangoberith; en su momento, me gustaba que me llamarán así.
Pero no quería que me reconocieran, así que, cuando hice la llamada internacional use el nombre que pocos reconocerían.
-Floristeria Color y Brillo, ¿En qué le podemos ayudar? -Respondió una dulce voz femenina.
-Hola, buenos... -«¿Días?, ¿Tardes? ¿Qué hora era en Colombia?» comencé a sentir ansiedad por no haber calculado la hora antes.
-Buenos días, sí, ¿En qué puedo ayudarte?
-Quería encargar y enviar una docenas de petunias a la dirección de... -dude sobre si decir la dirección de mi madre o no.
-¿A qué dirección, señorita? -insistió la voz.
Tome aire y solté en un suspiro.
-A la dirección de Maritza Vangoberith -Dije de una sola vez.
Hubo un largo e incómodo silencio, tomaba aire pero no sabía que decir. Al cabo de unos minutos, la chica detrás del teléfono me preguntó, muy fríamente sobre el pago del arreglo florar.
Adicionalmente, pedí una tarjeta escrita con la frase: "Aunque ya no está con nosotros, hoy es un día importante y especial para ustedes... Felices Bodas de Ópalo. Con amor, Marie V."
Preferí firmar con Marie en lugar de Mikaela porque, bueno, no quería que me bombardeaban de preguntas. En mi pueblo, hay un refrán popular que dice: "Pueblo chiquito, infierno grande". Y cuando creces, entiendes lo que eso significa... Que todo el mundo se entera de cosas que no deberían enterarse.
La recepcionista me dijo que le entregarían las petunias a Maritza, mi madre, ese día en la tarde. Le di las gracias y colgué.
-Odio hablar por teléfono -solté en un suspiro.
Me quedé mirando al jarrón que me había dado mi madre por un momento, era amarillo con toques suaves de rojo, cobre y negro. Recuerdo que lo había visto en una feria artesanal cuando tenía 17 años, y me llamaron mucho la atención sus colores y como combinaban; recuerdo que hice una pequeña danza de ballet por qué esos colores me inspiraron a hacerlo y también recuerdo que casi hago caer varios jarrones de cerámica. Papá me miró serio ese día y luego me sonrió porque amaba verme sonreír y bailar.
Ese recuerdo me sacó una sonrisa e hicieron que se me llenarán los ojos de lágrimas, no por el jarrón, los colores o mi extrema torpeza sino por la danza; hace años que no bailo ballet y ahora, intentarlo de nuevo...
Me dan escalofríos en el cuerpo y niego con la cabeza, me aterra el solo hecho de pensar de que debo bailar para a mediados del año entrante, con un montón de personas viéndome.
Hace años tal vez ese pensamiento me hubiera entusiasmado pero las cosas han cambiado, el tiempo ha pasado y ya... Ya nada es igual.
Caigo en cuenta que había estado llorando cuando siento que una gota de lágrima cayó en la silla.
Me seco las lágrimas con la camisa y, para variar un poco, me digno a leer los mensajes de Akin.
-"Mikaela enserio perdón, lo que hice fue algo estúpido".
-"Mika, no quería lastimar a LJ es solo que... Q-que no se que pasó. ¿Respóndeme puedes?"
-"Mika el precepto quiere hablar conmigo mañana, no se que puede pasar".
-"Ya no quieres hablarme, ¿cierto?"
-"Nos vemos mañana en clases".
Esos fueron solo algunos mensajes que pude leer, otros solo los leí de pasada; en realidad, no entendía porque Akin se estaba comportando así.
Cuando abrí de nuevo la mensajería, ví que estaba en línea y ni de chiste le iba a escribir.
Aunque si me tomé un momento para leer los mensajes de Juliarth y hubo uno que me llamó la atención:
-"Mika, debo decirte algo sobre Akin y LJ..."
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Vangoberith, La Bailarina de Cristal
Teen FictionMikaela Vangoberith está reprimida a sentir amor y pasión por el baile desde la muerte de su padre. Inevitablemente, conoce a LJ y ambos se unirán para superar su dolor y miedos al hacer lo que le apasionan.