Capítulo 1

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¿Qué pasó ayer?

Despertó con una tremenda resaca, no recordaba que a sus treinta años hubiese agarrado una borrachera de ese estilo. Se incorporó de la cama con los ojos soñolientos, abrió uno y cerró el otro para enfocar mejor su visión.

Dios, el dolor de cabeza era insoportable al grado de pedir que se la cortaran. No volvería a tomar, lo juraba.

Ahora lo que necesitaba era curarse esa resaca y ganas de vomitar con un buen desayuno.

Bostezó, se estiró y por último se llevó las manos al pelo enmarañado. Si, un buen desayuno a base de grasita le haría bien.

Pero, frunció el cejo y recorrió la habitación con una mirada curiosa. Esa no era suya, de hecho, la cama en donde estaba no era de ella y sobre todo....

¿Por qué carajos estaba desnuda?

Apoyó una mano al otro lado de la cama y sintió la respiración de alguien mas bajo la palma de su mano.

Frunció el cejo y volteó a ver a la persona que estaba junto a ella.

Abrió los ojos de golpe.

Era un hombre atractivo, su cabello era plateado y parecía estar dormido. Tenía el abdomen descubierto hasta la mitad de su cintura.

Una "o" se dibujo en sus labios al ver sus fuertes brazos, su cuerpo bien trabajado.

Se preguntaba como sería su...

Con un movimiento ligero, levantó la sabana que cubría su cintura hacia abajo y está vez una "O" mayúscula remplazo a la anterior.

Se levantó de la cama y lo primero que encontró fue la microfalda que hacía en el suelo. Caminó de puntitas, no quería despertar a ese hombre, seguramente le diría algo parecido como "ahora vístete y vete" quería ahorrarse la molestia de ser despedida de ese lugar.

Pero por más que buscara su ropa no se encontraba por ningún lado de la habitación. Solo estaba una camisa blanca de lino, suponía que era de él. Tal vez si la tomaba no le molestaría, luego la enviaría la a tintorería y se la devolvería.

Salió de la habitación mientras se abotonaba la camisa, reparó en su demás ropa, como ese top de prostituta a más no poder. En cuanto terminara de vestirse le rompería el cuello a su amiga por haber hecho esa apuesta. Bueno, la más culpable había sido ella.

Visualizó su bolso en el sofá, afortunadamente había seguido el consejo de su amiga Rin de llevar una prenda extra por si ocurría algún pequeño accidente. Pero no había rastro de su ropa interior.

Con un suspiró levantó la cabeza hacía arriba, el cabello largo y negro se balanceó con el movimiento.

Hasta que...

― ¡Mierda!

Su tanga de encaje en color negro estaba colgada en una lampara de techo. Parecía como si se alzara orgullosa ante la noche anterior.

Pero... ¿Qué pasó?

xxx

La fiesta había llegado a un punto muerto, bueno más bien la reunión. Había pocas cervezas de lata tiradas por doquier y ya comenzaban con una botella de vino. Pero algunas de les chicas estaban distraídas con su móvil y otras de plano se entretenían con alguna programación.

QUIÉN TE DIO PERMISODonde viven las historias. Descúbrelo ahora