Capítulo 7

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FIN DE SEMANA

PARTE I

A solo unos kilómetros está
La musa que alimenta mi canción
No sé si sabe que soy su prisionero de amor
No sé si sabe que, yo me estoy ahogando en sudor
Cuando en las noches le sueño
Por dios que no, no lo entiendo...

(Raúl Ornelas - Fin de Semana)

Se suponía que Sango estaba ahí para ayudarle a empacar no para jugar con la ropa que tenía apilada sobre la cama. Y, sobre todo, darle el sermón de su vida. Era la única que sabía que iría a ver a la familia del chico con quien solo tenía sexo.

― Pienso que estas jodida - comentó Sango, mirando una blusa de flores ― que bonita, ¿Me la prestas?

Kagome asintió, sin agregar nada más al comentario de su amiga. Bueno, era sincera y buscaba eso. De pronto la vio acostarse en la cama y haciendo un lado la ropa.

― Piensa en esto - tomó una pieza de una lencería nueva que aún tenía etiqueta ― Solo iba ser sexo entre ustedes y presentarte ante su familia como "novia" - hizo énfasis en esa palabra - No hace más sino complicar las cosas entre ustedes dos. Se harán más íntima.

No, negó, no, ya suficiente era admitir que comenzaba a sentir algo hacia él. Ella solita se había metido en este enredó. Bueno, ni tanto, la persona que tenía en frente había iniciado todo aquello.

― Te recuerdo que tú me metiste en esto.

― ¡Ah, no! - se incorporó rápidamente y la señaló - Fue un reto que a las copas del alcohol cualquiera hace estupideces. Pero lo de "yo te cojo, tú me coges" es toda tuya, tú fuiste quien se lo propuso, así que no me reclames el hecho de que hayas terminado con hombre sexy. Te dije que serías pendeja si no te gustaba y por lo que veo no lo eres. Así que, tú solita, estas en este lio. Porque si no te hubiera gustado solo hubiese sido esa noche y...

― Si, ya, ya entendí - la interrumpió, sentándose en la cama.

Sango fue hasta ella, la abrazó por los hombros para darle algo de aliento. Sabía el pasado de su amiga y todo lo que tuvo que hacer para lograr a llegar hacer lo que era ahora. Sentía admiración hacia esa mujer. Claro, a parte de ser como la hermana que nunca había tenido.

― ¿A que le tienes miedo? - le preguntó seria.

Kagome agachó la cabeza.

― No quiero tener... o más bien no quiero sentir...

Se quedó callada y la expulsar de su boca la palabra "sentimientos" o incluso "amor" le era difícil, más si comenzaba a sentirlo. Era cálido y tierno, tan solo con recordar el color de sus ojos, la sonrisa o sus labios, hacía sentir hormiguitas en todo el cuerpo.

― Sé justo a lo que quieres llegar. Pero, enamorarse no puede ser tan malo - la miró a los ojos y retiró un mechón de su cabello

― Mi padre se enamoró y mira como terminó.

Sango esbozó una sonrisa triste, cada vez que recordaba el pasado de Kagome, un profundo nudo en la garganta se le formaba y no hacía nada más que animarla. Incluso cuando era el aniversario luctuoso de él, se la pasaban en casa viendo películas, sabía que era una fecha en la que le era muy difícil sobrellevarla. A pesar de no haber estado con ella en la adolescencia, se imaginaba como sobrellevaba ese día.

Pero ahora las cosas eran distintas y debía hacerle entender que a la primera señal de amor no tendría porqué salir huyendo, más si podría ser correspondida.

QUIÉN TE DIO PERMISODonde viven las historias. Descúbrelo ahora