Capítulo 8

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Entre confesiones, juegos y anécdotas

Fuimos un impulso con sentido

Una decisión perfecta

Que me hizo sentirme más vivo

(KURT – Sonreír)

Era tan crudo el silencio que podía escucharse la respiración de todos, incluso las hojas de los arboles cuando las hacía bailar el viento. Todos evitaban mirarlos, sobre todo a ella y en cambio miraban en otra dirección que no fuese el punto donde ellos estaban.

Pero la única que parecía no haberle afectado el comentario, era precisamente a su prima.

En algún momento él soltó su mano, se disculpó ante su familia y ella para salir de ahí. Su instinto le dijo que fuera de tras de él, no para hacerle preguntas, sino para apoyarlo. Pero sus pies parecían no acatar las ordenes de moverse.

Así que, haciendo un esfuerzo, miró al resto de su familia e igual que él, se disculpó. Escuchó como el padre de Kikyo la reprendió a sus espaldas.

― ¿Cuándo aprenderás a quedarte callada, hija? – la miró con seriedad.

― Saben perfectamente como soy. Y si por fin superó a esa mujer, bien por él.

― Esperemos no hayas espantado a esa joven – su abuela la miró y alzó una ceja – Se ve que es muy noble.

― Lo es – intercedió Rin, que al darse cuenta de que lo pensó en voz alta y que, ahora tenía todos los pares de ojos hacia ella, no tuvo más remedio que proseguir – Es una de mis mejores amigas y, sobre todo, una mujer muy lista. Me siento afortunada de ser su amiga.

Todos asintieron, menos Kikyo, que esbozó una sonrisa. Al fin los idiotas de sus primos habían traído a casa chicas listas. Y no unas que estaban mas al pendiente de sus uñas y vida social.

Kagome entró a la casa y lo buscó en cada rincón de ésta, pero no había nadie ahí. Tal vez estaría en la habitación que iban a compartir. Cruzó la amplía recepción y subió las amplias escaleras en forma de caracol.

Ante ella había un inmenso pasillo con varias habitaciones, todas ellas eran iguales. Lo mejor sería buscarlo en cada una de ellas. Al cruzar por el pasillo, se detuvo al ver las fotos, desde antiguas hasta viejas, que estaban colgadas en los muros. Todas ellas de la familia.

Las fotografías iban desde la boda de los abuelos de Inuyasha, de sus padres, así como de sus respectivos tíos, hasta fiestas navideñas, cumpleaños, de cada emisión de los juegos que se habían celebrado. Esbozó una sonrisa, no habría abuela en este mundo que no tuviese algún recuerdo así, aunque ella no conoció a su abuela y las pocas fotos que tenía de su padre habían sido porque su tía Kaede se las había quitado a la mujer que decía ser su madre. Pero no era momento ni el lugar para recordar eso.

Pero estaba más ansiosa por ver si encontraba una de la susodicha, pero no, no había rastro de la mujer que mencionaron.

Se detuvo en una, una foto donde estaba únicamente la familia de Inuyasha. En ella, sus padres estaban sentados, sonriendo alegremente hacía la cámara, mientras que él y su hermano hacían muecas. No era reciente, podría calculares menos de veinte años a cada uno. La felicidad que sentían ellos le fue tan contagiosa que tuvo que sonreír.

Pasó de largo, dejando atrás aquellas fotos. Abrió la primera puerta y no estaba ahí, pero alcanzó a reconocer la maleta de Rin, la que se llevaba cuando salía de viaje. Así que supuso que era la de ella y Sesshomaru, de inmediato la cerró. Otra, no, tampoco estaba ahí.

QUIÉN TE DIO PERMISODonde viven las historias. Descúbrelo ahora