EPÍLOGO

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Epílogo

Jamás imaginé la posibilidad

De que alguien como yo tendría oportunidadDe hacer a un lado todo para ser feliz Y no pedirle a nadie nada a cambio
Pasé un buen tiempo recorriendo la ciudad
Dejando en el camino lo que está de más
Sin una idea clara de lo que es hogar
Me iba sintiendo un poco más cercano

Aquella mañana tenía mucho trabajo, no sabía cómo le había hecho, para empezar, redacto varios correos, después consultó el balance general, pero perdió el hilo cuando escuchó el llanto de su bebé.

Debió su atención y contempló a la niña de seis meses mientras aclamaba su atención. Se levantó y esbozó una radiante sonrisa al ver al uno de sus principales amores de su vida. Ella al verlo le dedicó una sonrisa, pero se transformó en llanto a los cinco segundos. La tomó en brazos y paseó por todo su oficina.

Estaba seguro de que sobreviviría sin su esposa esta semana, mientras ella había tenido que hacer un viaje para la presentación de un diseño. La pequeña empresa de Kagome comenzaba a ganar prestigió entre los clientes que había tenido en el pasado.

Le dio una pequeña sonaja a su hija y sus ojos conectaron con los de ella. Al verla le dedicó una radiante sonrisa, era la niña más hermosa que había visto en su vida. Era una mezcla suya y de la mujer que amaba. En cuanto supo que vendría al mundo no dudó en proponerle matrimonio y por fin había logrado lo que tanto deseó, lo que tenían sus padres y lo que tuvieron sus abuelos.

Miranda entró a su despacho.

― Señor Taisho, tiene una reunión en cinco minutos.

Inuyasha asintió y contempló a su pequeña, quien se entretenía con el nudo de su corbata. Iba ser muy difícil desprenderse de ella. Miró a su asistente.

― ¿Podrías cuidarla?

― ¡¿Yo?! – exclamó sorprendida – Señor... yo...ni siquiera cuido a mis sobrinos y....

― Te aumento el sueldo a tres mil dorales.

― Y desde luego que cuidaré Moroha – sonrió mientras recibía en brazos a la bebé.

Era la primera vez que cargaba a uno y no sabía qué hacer. De pronto, sus señales de alerta de encendieron al considerar la posibilidad de cambiarle el pañal. ¿Cómo jodidos se hacía eso? Pero al ver a la pequeña no pudo evitar esbozar una sonrisa. Llevaba una semana en que su jefe la traía con él al trabajo y se había portado bien.

Su jefe tomó su saco y se lo puso, pero antes de irse se detuvo delante de Miranda, solo para ver a su pequeña y darle un beso.

― Cuídela bien, Miranda.

― Si jefe – asintió, fingiéndose profesional en cuestiones de bebé.

Si tendría alguna duda le pediría consejos al sabio Google o al Dios YouTube.

― Si habla la señora, no le digas que te dejé al cuidado de la bebé.

― Así será señor.

Antes de entrar a la sala de juntas contempló por última vez a su hija en brazos de su asistente. Ella le daba algo que hizo entretener a su pequeña. Esbozó una media sonrisa, sabía que podía dejársela a los tíos de Kagome. Ellos eran mayores, que sin duda aceptarían cuidarla, pero ante todo era un padre responsable.

Afortunadamente Kagome regresaba esta noche, ansiaba verla, escuchar su voz mientras le decía como le había ido con el cliente.

Tras este último pensamiento, entró a la sala y cerró la puerta tras de él.

QUIÉN TE DIO PERMISODonde viven las historias. Descúbrelo ahora