Capítulo 9

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PERDIMO EL JUEGO

Aún faltaban poco menos de dos horas para que toda la casa despertara. Del otro lado Inuyasha dormía boca abajo, con los brazos ligeramente extendidos a ambos lados de su cabeza. Sonrió era como ver a un niño dormir, acarició algunos mechones de su sedoso cabello.

Se había metido en todo los poros de su piel, al grado de desear que permanecieran así por más tiempo. Ya sentía que era parte de su habito. Pero jamás llegó a imaginarse que amar a alguien de esa manera.

Él no le había dicho si aun seguía sintiendo algo por su prometida. ¿Aún estaba enamorado de ella? Qué pasaría si algún día, esa mujer se arrepentía de haberlo dejado ir y lo buscaba para retomar algo que dejaron. Y, por consiguiente, él daría fin a este juego.

¿Estaba preparada para dejarlo ir?

Su madre en ese sentido había sido una excelente maestra, aprendió de ella a no retener a las personas por amor y a desprenderse de lo real por una fantasía de juventud. Así que si, estaba lista para soltarlo siempre y cuando él se lo pidiera.

Le dio un ligero beso en la mejilla, y al verlo así, en ese estado de relajación pura, recordó la noche anterior y como habían tenido sexo y sobre todo el hecho de que no usaron protección esa vez.

Lentamente salió de la cama, fue al baño y buscó entre sus neceser las pastillas. Lo cerró para luego abrirlo nuevamente, ahí no había nada. Estaba cien por ciento segura que las había metido justo antes de irse. O que incluso Sango las había metido.

Debía buscar una solución para este enrollo. Tomó su móvil y comenzó a buscar alguna farmacia cerca de la zona y casualmente había una de veinticuatro horas, solo estaba a dos cuadras.

Se vistió sin hacer ruido, tomó su bolso y salió de la habitación para no despertarlo. Incluso todo el pasillo estaba en penumbras, por lo que fue cautelosa. Bajó las escaleras y antes de salir por la puerta, una voz la detuvo.

― Buenos días, Kagome.

Giró lentamente la cabeza y se encontró con la madre de Inuyasha, quien llevaba una bata y entre las manos una taza que a esa distancia parecía té.

― ¿Qué haces despierta tan temprano? - preguntó dulcemente.

Kagome carraspeó y de repente la sola idea de decirle a su "suegra" que iría a la farmacia por una pastilla del día anterior no le pareció lo más prudente. En cuanto terminaran estos viajes iría directamente con su ginecóloga para que le recomendara un anticonceptivo más efectivo. Eso de pastillitas solo lo estaba utilizando como una vía alterna.

― Iba a caminar.

― No es correcto que andes tu sola - ella negó - Ven, acompáñame, preparé café.

Observó la hermosa cocina, todo en su interior era blanca. Un pequeño comedor que daba vista al jardín, la impresionante isla que estaba en medio de ella de donde había una estufa eléctrica. Le ayudó a buscar una taza y luego le sirvió un poco de café.

Ambas estaban sobre la isla, saboreando el momento.

― ¿Por qué esta despierta tan temprano? - le preguntó.

Izaoy esbozó una sonrisa y dejó su taza sobre la encimera.

― Hay mucho que hacer el día de hoy. Los juegos terminan a medio día y en la tarde se celebrará mi fiesta de cumpleaños.

Sabía que era el cumpleaños de ella, y no había tenido la oportunidad de comprarle algún detalle. Tal vez en una oportunidad que tuviera ella e Inuyasha, irían a comprarle algo.

QUIÉN TE DIO PERMISODonde viven las historias. Descúbrelo ahora