Alejandra García, una estudiante de último año de preparatoria con un carácter explosivo y alegre, despierta en un cuerpo diferente al suyo, para ser exactos en el cuerpo de Phoenix Black, hija del convicto Sirius Black. Siendo un personaje no menci...
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Después de unos minutos de estupefacción, Alejandra o Phoenix, como fuera, se dirigió hacia lo que creía era el comedor, mentiría si dijera que llego allí sin inconvenientes. Cuando lo encontró tomo asiento en la mesa y espero a que su "madre" le trajera el desayuno.
-Creí haberte dicho que te cambiaras -la voz de la mayor fue suficiente para que la niña diera un pequeño salto por la impresión.
-Eh, si lo siento es que...tenía mucha hambre, ¡si eso! -por un momento tuvo el impulso de golpear su frente con su mano debido a lo que había dicho.
-Está bien, pero después de desayunar te cambias, entendido -la más pequeña estaba sorprendida por el tono de la mayor, ¿cómo podía sonar tan imponente y a la vez cariñoso?
-Está bien -sintió un gran alivio cuando no recibió un nuevo regaño y comenzó a engullir el contenido del plato frente a ella.
Al principio cuando observó el plato frente a ella una pregunta resonó en su cabeza, ¿Qué no había tortillas?, después de reflexionar un poco se dio cuenta que ya no estaba en México, oh como extrañaría la comida, luego de un minuto de silencio por la falta de tortillas, Alejandra comenzó a comer, la niña comía con elegancia y ni una miga caía de los cubiertos, cada bocado era preciso y con clase, parecía que su cuerpo comía por sí solo, al comparar la manera de comer que tenía ese cuerpo y el suyo, solo pudo disimular la risa, ella acostumbraba comer con las manos y siempre terminaba con la blusa manchada, en cambio este cuerpo era tan elegante que pensó que el tipo de persona que comía pizza o hot dogs con cubiertos, ese pensamiento causo una sonrisa en su rostro.
Atenea quien veía a su hija atentamente, noto la pequeña sonrisa que adornaba su rostro, se preguntaba cuál sería el motivo de aquella sonrisa, sin duda por más que la mujer lo intentara jamás podría haber adivinado que en la mente de la niña frente a ella divagaba entre las formas de comer, ni que quien estaba frente suyo era una adolescente de 17 años de nacionalidad mexicana que había tomado posesión del cuerpo de su hija. Lo mejor era que Atenea siguiera viviendo en ignorancia.
Después de desayunar, la pelinegra subió a su cuarto y estuvo otro rato viéndose en el espejo. Si alguien entrara y la viera sin duda creería que era extraña. La verdad no estaba tan lejos de tal suposición.
La chica termino de verse al espejo, caminó por la habitación buscando un armario pero fue en vano, dió otra vuelta por la habitación como si con solo esa acción aparecería un armario de la nada, a fin de cuentas existía la magia ¿no?, después de maldecir un par de veces y preguntarse si el armario era invisible, llevo su atención a la puerta blanca que no era la entrada a la habitación, camino con cautela y giro el pomo de manera lenta, al abrir la puerta se topó con un espacio amplio con un pequeño tocador y ropa, dios este armario era increíble, no llevaba a Narnia pero sin duda era genial.
La de ojos grises comenzó a ver la ropa en él, al final se decidió por un conjunto simple un pantalón negro y una blusa lila, después de cambiarse y haber registrado cada espacio del gran armario, volvió a la habitación cerrando la puerta tras de sí. Se recostó y decidió comenzar a revisar los recuerdos de la dueña original del cuerpo, después de todo era ella ahora, así que no estaba mal ver sus memorias, o al menos eso se decía para justificar su naturaleza chismosa. Después de un rato de vagar en su mente decidió parar, no había encontrado nada importante, además su cabeza ya había empezado a doler. Entonces fijo su mirada en el escritorio de la habitación, sobre este estaba colocado un bonito cuaderno de pasta dura de color negro, junto a él había una pluma, en ese momento la chica se apresuró a tomarlo, no parecía haber nada importante en el, entonces se le ocurrió una idea ¿por qué no escribía lo que recordaba de la saga? No era que fuera a olvidarlo o que le fuera necesario, ni siquiera sabía si ella tendría que relacionarse con la trama principal, es decir ella estaba en Francia, quizás no fuera a influir en la historia en ningún momento, sin embargo había leído novelas donde la protagonista despertaba en el cuerpo de otra persona, como de personajes de alguna novela, todas las protagonistas escribían lo que recordaban, y como Alejandra tenía ganas de sentirse importante decidió que eso haría, no quería ser la única estúpida en no hacerlo, donde quedaría su honor como reencarnada.
La niña tomo el cuaderno y se quedó viendo a la página en blanco, que podía escribir, como empezaba. Después de un rato organizo un poco sus ideas y comenzó a escribir. Luego de un buen rato, un par de hojas del cuaderno y un sinfín de referencias y memes, Alejandra se sintió orgullosa del resultado.
A pesar que Phoenix sabia ingles y francés, Alejandra estaba más acostumbrada al español así que termino escribiéndolo en ese idioma.
-¿Que hora será? -preguntó en voz alta, hecho un vistazo a su alrededor y se dio cuenta que no había ningún reloj en la habitación.
Mal momento para no tener un celular, oh su celular, que haría en este cruel y espantoso mundo sin su bebe. Después de lamentar la ausencia de su celular y el lento avance tecnológico por unos minutos, decidió bajar en busca de un reloj y algo que le indicara la fecha.
Salio del cuarto y bajo al comedor, al llegar no se encontró con nadie, así que caminó con cautela a la mesa y se topo con un calendario en una pared, el calendario era bonito y bastante elegante, cosa que hacia contraste con sus memorias como Alejandra, los únicos calendarios que había en su casa tenían la imagen de la virgen de Guadalupe y el logo de la carnicería cercana a su casa. Ah como extrañaría a don Paco. Volviendo su atención al calendario, vió la fecha, 19 de Enero 1990, mierda, ¡aún faltaba mucho para iniciar la trama!