—Usted está en estación Scalabrini Ortiz.
—¿Sabés lo feo que algo no se comporte como uno exactamente quiere? —pregunta Alma.
—Si, sé —responde Bruno.
—Bueno, no parece —comenta la muchacha—. Hablás como si nunca tuviste un inconveniente.
—¡Nada que ver! —exclama el joven, contrariado—. Obvio que los tuve y los tengo. De hecho no soy tan distinto a vos: no sé a qué dirección ir. Lo único en que estoy seguro es que no debo permanecer quieto, porque al estar quieto a uno sólo le queda mirar que las cosas pasen, sin hacer nada.
—O sea no sabés qué estudiar.
—Sí, pero estoy descubriéndolo —repone Bruno—. Viendo lo que me gusta y lo que no, lo que es un pasatiempo y lo que es una dedicación. En cambio, ¿vos qué hiciste?
—Quedarme encerrada en mi pieza, alejarme de mis amigos y olvidarme de mis hobbies.
—¿Y te sirve de algo?
—Y... no —contesta Alma.
—¿Ves? Igual una profesión solamente desarrollerá lo que una persona hará en los próximos años. La identidad se construye por otro lado.
—Es que tan sólo me gustaría tener alguna bola de cristal para saber qué hacer —expresa Alma.
—Por suerte no la tenés —añade Bruno—. La vida es un misterio: hay que salir, descubrir, aventurar y disfrutar.
—Próxima estación: Bulnes.
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Hacia la incertidumbre, en constante viaje
Short StoryAlma sale de terapia, nuevamente frustrada y angustiada, para dirigirse al subte D. Ya estando allí, apoya la SUBE en la máquina para que ésta la deje pasar y así irse a su casa. Pero un chico, cargado de mochilas, le pide por favor que le pague el...