Första möte

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(Primer encuentro)

Habían pasado un par de meses desde lo ocurrido aquella anoche de sobredosis. Una buena noticia al fin se hacía presente en nuestras vidas. Alan había logrado conseguir la beca que tanto ansiaba para irse a estudiar medicina en Francia, estaba contenta por él sabía que le extrañaría muchísimo, pero muy en el fondo también sabía que aquella separación traería algunos cambios en toda mi situación y así fue. Aquella tarde, Alan entró a mi habitación y me hizo una petición que se había tardado en ser solicita.

-Habelin, necesito que me prometas que harás algo mientras no estoy- Dijo Alan, yo tan sólo asentí para que continuara

-Necesito que encuentres algún medio que te ayude a salir un poco de acá, que te mantenga distraída- Volquee los ojos, el siguió -Únete a un club de la escuela, tal vez- Se le quebró la voz, -Necesito que seas fuerte mientras no estoy físicamente contigo, pero sabes que puedes llamarme cuando lo necesites, pero necesito que te quedés, no soportaría perderte hermanita por favor- Unas lágrimas escaparon de sus ojos y me abrazo.

Odiaba ver a mi hermano en aquel estado, así que me prometí a mí misma que de alguna forma cumpliría esa promesa. Cómo decir que no ante su forma tan amable de pedir las cosas.

Así fue como a la semana siguiente, cuando volvía del aeropuerto después de haber dejado a mi hermano para que abordara su avión, mi tía me pidió que la acompañara a misa, ella insistía en la importancia de agradecer: - ¡Rayos! debo hacerlo más seguido, con lo poco que lo hacía mira mi vida donde ha parado. Dije aquello con un tono tan amargo que me arrepentí apenas terminé la frase. Pude notar la expresión de dolor y decepción en la cara de tía Madeline, así que estire mi mano y acaricie su espalda.

- Perdóname, tienes razón. Te acompañaré y agradeceré contigo. Le dije mientras trataba de fingir una sonrisa.

Realmente no quería otra cosa que no fuera llegar a casa y desconectarme del mundo, pero consideré que mis demonios no debían ser causantes del dolor de alguien tan especial como tía Madeline, aparte, debía buscar maneras de cumplirle la promesa a mi hermano, así que quizás ir a la iglesia le daría un poco de tranquilidad a ambos.

Una llamada telefónica entró al teléfono del auto, era la tía Esther, mi única tía de sangre era mi tía Madeline, pero Esther era su mejor amiga, casi de la familia.

Aquello sería para rato, así que preferí conectar los audífonos a mi celular y deleitarme con mi banda favorita, antes de escuchar el relato rezagado de mi vida narrada de tía Madeline a tía Esther.

Pasaron unos 15 minutos y al fin llegamos a la iglesia, había mucha gente conocida de esos que al verlos allí puedes jurar que son el mismo arcángel Gabriel, pero en realidad al verlos en casa o en un lugar tan común como el supermercado te preguntarías-¿Por qué Dios no acaba con este mundo?. Bajé del auto y me dispuse a cumplir mi palabra, agradecería. Así que con algo de peso en la conciencia me uní al grupo de los arcángeles y fingí estar bien.

Mientras caminaba pude sentir en reiteradas oportunidades como me observaban y cotilleaban a mi paso, pero me importaba tan poco. Recordé una de las tantas frases de mi madre: la gema se pule a través de la fricción, nosotros nos hacemos más fuertes a través de nuestros retos. Posiblemente ya debo ser un diamante.

Al fin llegamos a la puerta y en esta se encontraban un grupo de jóvenes entregando la hoja con la homilía del día, a un costado otro grupo afinaba sus instrumentos y voces, uno de los chicos me vio y se acercó de prisa para entregarme una invitación al "Grupo de apoyo de la Pastoral Juvenil". - ¡BINGO!, pensé. Algunos resultados se dan pronto si se tiene la buena intención, dije para mis adentrós mientras observaba al pobre Jesús crucificado en la parte alta de la capilla.

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