madre

Su única esperanza

El silencio perduraba entre las paredes de la casa de la familia Romero, sin ningún ruido o susurro proveniente de algún lado, el ambiente se volvía tenso, tan tenso que podrías perder la cordura en ese lugar sin notarlo, o tal vez lo evadías, pues desde hace tiempo las paredes estaban manchadas de sangre proveniente del sufrimiento de Emma y las peleas de Mercedes.

Si llegaran a preguntar a algún vecino sobre lo ya muy sabido, te comentarían demasiadas anécdotas que ocurrían en la casa, en el jardín, en la escuela, en la florería, en el pueblo, todas concluirían con lágrimas, lamentos, y también con un remordimiento enorme. Ninguna persona brindo ayuda a la pequeña Emma en todas esas veces que rogaba por ella, se volvieron espectadores, del dolor, del llanto, de los golpes, los insultos, la locura, el desastre. Pero quien iba a imaginar lo que se aproximaba, quien iba a pensar que un día pasaría a algo más difícil, más aterrador, más doloroso.

El detective reyes se encontraba en la sala de un matrimonio ya mayor a unas 2 casas de donde Emma y flora estaban esa mañana lluviosa, en la sala se encontraban muchas muñecas en repisas ordenadas, las muñecas parecían observarte, maldecirte, aterrarte, pero lo era más el gato que se encontraba sentado en el pequeño sillón frente a Reyes. Su mirada parecía ausente, pero tenía los ojos muy abiertos. A Reyes le incomodaban demasiado los gatos, y más por esas historias sobre brujas que había escuchado.

La silueta de una mujer ya mayor se asomó por la cocina, con ella traía una taza con café y una galleta que por mucho no se veía apetecible, más bien se veía como esa última galleta del tazón que nadie quiere porque su color es extraño o su olor no es para nada delicioso, la abuela tomo con cariño al gato y lo dejo en el piso para así ella poder sentarse en el sillón lleno de pelos. Tenía el cabello grisáceo formando una trenza que llegaba un poco más bajo de los codos, en su cara se notaban demasiadas arrugas que le había otorgado la vejez, y tenía un lindo vestido que le llegaba debajo de las rodillas de color verde. Frente a Reyes se encontraba la Señora Claudia y también su gato, Teodoro.

-aunque admito que me encanta que me haya visitado, no puedo dejar de pensar que esto se trata sobre Esteban, dígame, ¿se ha vuelto a meter en problemas? - dijo la anciana con una cara de disgusto pues no era la primera vez que reyes iba para advertir de los malos comportamientos de el único sobrino de la señora claudia.

-no para nada, Esteban ha sido un buen chico estos días, o al menos ya es más inteligente y no lo hemos descubierto haciendo algo malo- risas entre la señora Claudia y Reyes hicieron que el ambiente fuera un poco más acogedor. – en realidad vengo por otra situación, una un poco más complicada, queremos saber si usted sabe algo sobre Elisa romero, la hija menor de Mercedes ha desaparecido.

La cara de la señora claudia se volvió sombría, como de esas veces que tus abuelos te cuentan historias de terror para no dormir por toda la noche, y tienen que estar tan serios para que los infantes le crean que un fantasma se encuentra durmiendo en su armario y que si cierran los ojos en cualquier momento les jalaran las cobijas para devorarlos.

-Esa familia siempre ha tenido problemas, no me sorprende que ahora Elisa sea la que ha escapado, las dos pequeñas se encuentran más a salvo lejos de su madre que cerca, Mercedes siempre me ha dado mala espina, desde hace mucho tiempo...- la mente de la anciana viajo hasta memorias de otro tiempo.

-¿Usted ha tratado con la familia romero?- pregunto Reyes tomando nota de todo lo que decía Claudia.

-¿Qué si he tratado?- soltó una risa incrédula- solo un demente podía tratar con ellos, pero también aquel que fue su única esperanza.

-¿A qué se refiere?- pregunto reyes intrigado por eso que guardaba Claudia en su mente, ese recuerdo que podría ayudar a descubrir que era lo que pasaba detrás de la puerta de la casa de la familia Romero.