1. Athena.

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Once intentos fueron los suficientes para darme cuenta de que me había quedado encerrada en la biblioteca.
Por más que trataba de girar la pequeña llave, no podía abrir la puerta.

Sabía que no había sido una buena idea quedarme hasta tan tarde reponiendo el nuevo pedido de libros que nos había llegado.

Para poner peor las cosas, el otoño ya se hacía notar, se podía escuchar la tormenta que habían anunciado esta mañana desde lejos.

Debería ir a cargar mi móvil a la salita de empleados. Esta sala la tenemos al fondo del pasillo al lado de la sección de novelas juveniles, y es mi pequeño refugio, siempre aprovecho los ratos libres aquí, leyendo alguna que otra novela cuando no hay clientes a la vista ¡Me encanta este lugar! Siempre huele súper rico, a una mezcla entre libros viejos y esencia de canela y vainilla, mi preferida y también la de mi tía.

Al poner el móvil a cargar, decido escoger un nuevo libro y leerlo hasta que pueda llamar a mi tía Nuria para que venga a por mí.

Me sumerjo entre las páginas del comienzo de una novela de fantasía entre seres sobrenaturales, lugares abstractos, nombres impronunciables...hasta que me dejo dormir profundamente en el sillón donde me había acomodado.

Un sonido muy fuerte de cristales rotos sonó de golpe, y las voces de dos personas comenzaron a resonar en todo el pasillo. Eran dos hombres, estaban discutiendo sobre algo que no podía entender. ¿Seguía dormida?, ¿Eran reales aquellas voces?,¡Dios mío!, ¿de dónde han salido estos chicos?, ¿Cómo se supone que han entrado aquí?

Miles de preguntas y escenarios imaginarios pasaron por mi cabeza...
Y cada uno de ellos era peor que el anterior.

Entre el miedo y la curiosidad que sentía, me acabó ganando la curiosidad, así que me acerqué sigilosamente hasta la puerta y me pegué a ella para escuchar mejor la conversación que estaban teniendo. Sí, parece real, y estoy despierta.

-- Eres patético, ni en un millón de siglos padre te perdonará lo que has hecho.-- Comentó con molestia.

-- No tienes ni idea de lo que estás hablando Marcus.-- Dijo en tono burlón.

-- ¿Qué no tengo ni idea?, incluso has venido al mundo de los mortales a compensar el daño que has hecho por tus pecados...
Padre no debería de darte ninguna estúpida oportunidad.-- Espetó con desagrado.

-- Cállate de una maldita vez, no sabes absolutamente nada de lo que he hecho o dejado de hacer, lo único que te interesa es remplazar mi lugar y que padre te quiera tanto o más que a mí.-- Dijo una de las voces con resentimiento.

-- El que debería de cerrar su maldita boca eres tú, Jace. Juro por los cielos que no te quitaré el ojo de encima mientras estés en el mundo de los mortales. Además, ¿Qué se supone que vienes ha hacer aquí dentro?,¿No tendrías que ir a buscar a esa chica que te han encomendado?. Como falles con esto, estaremos todos muertos por tu culpa.-- Aseguró con firmeza.

-- Marcus sal de aquí y deja de meterte en asuntos que no te incumben, estoy intentado no perder la paciencia contigo por una vez en la vida.-- Contestó de forma agresiva.

-- Me tendría que haber ocupado de todo esto, ni si quiera puedes encontrar a una simple humana, cada día me sorprendes más hermano.-- Objetó con obviedad.

-- Como no te calles pienso llevarte yo mismo hasta el maldito infierno y dejaré que te pudras en el.-- Dijo con una voz cargada de odio y resentimiento.

Mi cabeza no podía con tanta información, lo único que quería era salir de allí hasta un lugar seguro lo más pronto posible.

Otro gran estruendo interrumpe mis pensamientos, y una brisa helada hace que se me ponga la piel de gallina.

-- Me iré, por ahora... No te quitaré el ojo de encima Jace, ten cuidado con lo que haces.-- Anunció con determinación.

Esas fueron las últimas palabras que logré escuchar, luego un silencio sepulcral se hizo presente.

Lo único que se escuchaba era mi acelerada respiración junto con el sonido de algunos truenos.

Pasaron unos quince minutos, y seguía sin escuchar absolutamente nada, ni siquiera un murmullo.

Me arme de valor y abrí la puerta lentamente, me escondí detrás de una estantería llena de libros, intentando que no se me viera.

Seguía sin estar segura de que aquellos extraños se hubieran largado de allí, o por lo menos no uno de ellos...

Un escalofrío me recorrió de arriba abajo, cuando empecé a escuchar pasos cerca de mi.
No quería saber el que o quién estaba ahí.

Los pasos se oían cada vez más fuertes, me pegué lo más posible a la estantería dando la espalda al sonido que se intensificaba cada vez más.

Cerré los ojos con mucha fuerza y comencé a rezar todo lo que se me ocurría, sin ni siquiera estar segura de si lo estaba haciendo bien.

La presencia de una persona detrás de mí me hizo dar un brinco, y un grito ahogado amenazaba por salir de mi garganta.

No pude contener las lágrimas que se estaban desparramando por mis mejillas.
Nunca había sentido tanto miedo.

Noté un olor masculino, algo dulzón, y podía sentir el calor que emanaba detrás de mí.
Era alto, la sombra que proyectaba delante de mi cuerpo me sacaba dos cabezas fácilmente.

-- Athena...-- Pronunció mi nombre cerca de mi oreja, arrancándome otro escalofrío.

Era una de las voces que había escuchado antes.

Su mano hizo contacto con mi brazo y lo tomó dándome la vuelta con facilidad.

De un momento a otro mis pupilas se dilataron al ver a la mismísima perfección ante mí.

Nunca había visto a alguien tan hermoso como aquel ser.

Tenía el pelo negro y desordenado. Su piel era blanca, adornada con pequeños lunares y lo que pude ver del comienzo de un tatuaje indescifrable en parte de su brazo derecho. Sus ojos eran de un verde intenso, fascinante. Sus facciones parecían estar trazadas por los ángeles.

Iba vestido completamente de negro, unos pantalones ajustados y una camiseta a juego, llevaba un cinturón con algunas inscripciones en un idioma que no logré entender.

Sus preciosos ojos no apartaban la vista de los míos, y la intensidad de su agarre se hizo notar un poco más.

Pese al miedo que estaba sintiendo, mi curiosidad se hizo notar de nuevo.

-- ¿Qué quieres de mí? -- Dije en un susurro.

-- A ti, cariño. -- Me contestó con una media sonrisa.

JaceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora