Desperté con una sensación extraña; tenía el cuerpo cansado y la cabeza me daba vueltas. La biblioteca estaba en calma, inundada por la suave luz del amanecer que se filtraba a través de las grandes cristaleras. Mis ojos recorrieron la sala, tratando de encontrar algo que explicara la inquietante sensación en mi pecho. Entonces recordé: los ángeles, Jace, el bosque. Pero ahora, en lugar de encontrarme allí, estaba de vuelta en mi pequeño sillón, como si nada hubiera pasado.Me incorporé lentamente, sintiendo un peso alrededor de mi cuello. Miré hacia abajo y vi un collar desconocido colgando de una fina cadena. Era una pequeña planta seca, delicadamente protegida dentro de un vial de cristal. Lo tomé entre mis dedos, sintiendo una energía sutil emanando de él. ¿De dónde había salido? ¿Y por qué lo llevaba puesto?
Un ruido suave me hizo girar la cabeza hacia la puerta. Mi tía apareció con el pelo empapado; su rostro se mostró lleno de alivio al verme despierta.
—¡Athena! Dios mío, me tenías preocupada —dijo, acercándose rápidamente y envolviéndome en un abrazo cálido—. Te he llamado tantas veces y no contestabas. ¿Estás bien?
Asentí, aunque mi mente estaba lejos de estar tranquila.
—Sí, lo siento. Debí quedarme dormida mientras estudiaba —la mentira salió automáticamente, pero mis pensamientos seguían en el colgante y en el vago recuerdo de Jace.
—Está bien, cariño. Lo importante es que estás bien —me soltó y me miró con ojos preocupados—. Vamos a casa. Necesitas descansar.
Caminamos juntas hacia el coche, pero no podía dejar de pensar en lo que había pasado anoche. Subí al asiento del pasajero, sosteniendo el colgante con fuerza mientras miraba por la ventana. Todo lo que viví se sentía como un sueño, pero el colgante era real, una prueba tangible de que no eran imaginaciones mías. O tal vez solo quería creer que no me estaba volviendo loca.
Una vez en casa, me dirigí directamente a mi habitación, ignorando la voz de mi tía que me llamaba desde la cocina. Necesitaba un momento para procesarlo todo. Cerré la puerta detrás de mí y me desplomé en la cama, cerrando los ojos. La imagen del demonio apareció inmediatamente en mi mente, su rostro serio y sus palabras llenas de urgencia.
Al cambiarme de ropa, noté algo en el bolsillo de mi chaqueta. Metí la mano con cuidado, y mis dedos se encontraron con un material suave: una pluma completamente negra. La deslicé entre mis dedos, sorprendida por su textura aterciopelada. Pero antes de que pudiera reaccionar, la pluma comenzó a desvanecerse en un fino humo negro, escapándose entre mis dedos hasta desaparecer.
Parpadeé, tratando de poner en orden mi mente. Eran demasiados acontecimientos para mi pobre cerebro humano. Todos iban a pensar que estaba loca si contaba algo de esto. Tal vez realmente lo estaba, o quizás solo había comido algo en mal estado y todo había sido una alucinación. Comencé a caminar por el cuarto de un lado a otro, intentando encontrar una explicación coherente a lo que había ocurrido. Pero cuanto más lo pensaba, menos sentido tenía. Respiré hondo y me forcé a detenerme. "Todo está bien", me repetí, intentando tranquilizarme. Me acurruqué en mi cama con la esperanza de que todo volviera a ser como antes, hasta que el sueño se apoderó de mí.
Los días siguientes me aferré a la normalidad, tratando de olvidar esa noche extraña. Al principio, los recuerdos volvían de repente: mientras caminaba a clase, una sensación me atravesaba y recordaba el rostro de Jace o la frialdad de la noche en el bosque. Me asustaba quedarme sola y la ansiedad me acompañaba a todas partes.
Las semanas pasaron y mi vida volvió a su rutina habitual. Me concentré en retomar mi vida. Iba a clases, estudiaba, intentaba salir con mis amigos de vez en cuando y hablaba con mi tía, aunque evitaba mencionar cualquier cosa que sonara remotamente extraña. A simple vista, todo parecía volver a la normalidad. Las pesadillas comenzaron a espaciarse, y el colgante que siempre llevaba colgado en mi cuello dejó de emitir esa energía extraña que una vez sentí. Con el tiempo, me dije a mí misma que todo había sido un mal sueño, una serie de eventos que mi mente había distorsionado.
Pero en los momentos más tranquilos, cuando la casa estaba en silencio y mi habitación estaba a oscuras, no podía ignorar la inquietud que aún se arrastraba dentro de mí. A veces, sentía el peso del colgante más fuerte de lo normal. En otras ocasiones, me parecía ver sombras moverse por el rabillo del ojo, aunque siempre que me giraba no había nada. Me repetía constantemente que todo estaba bien, que lo peor había pasado, pero algo en mi interior sabía que no era así. Quizás solo me estaba engañando, tratando de mantener la ilusión de una vida normal.
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Jace
RomanceEl diablo es malo porque la historia te la ha contado un ángel, pero y si te la contara el mismísimo hijo del infierno... ¿Seguirías pensando lo mismo? Las sombras y la oscuridad han llegado para atormentar la vida de Athena. Los días en el cielo es...