La vi allí, llena de miedo, pavor, incertidumbre y con un millón de preguntas sin respuesta.
Mi figura en comparación con la suya, era imponente. La sentí temblar sobre las palmas de mis manos, y no pude reprimir la satisfacción que esto me generaba.
Los humanos son tan predecibles... Aunque no puedo negar que es asombroso como ha podido esconderse tan fácilmente todo este tiempo. He pasado una eternidad tratando de averiguar donde encontrarla, papá me había advertido que no sería tarea fácil, y yo seguido por mi ego, me opuse a creerle.
Está de espaldas a mí, ha intentado ser lo más sigilosa posible, escondiéndose detrás de una de las estanterías. Me pareció gracioso que pensara que no la iba a encontrar.
Susurré su nombre cerca de ella -Athena...- y sentí todo su cuerpo en completa tensión, el miedo era tan palpable en su pequeño ser, que hasta podía sentir las palpitaciones alocadas de su corazón.
La tomé por la muñeca suavemente y le di la vuelta.Cada poro de la pelirroja que tenía delante de mí gritaba; pudor, mojigatería y moralidad.
Su piel es blanca como las alas de los que una vez fueron parte de mi familia, tiene algunos lunares decorando su mejilla izquierda. Unos labios en forma de corazón, ligeramente rojos por habérselos mordido con el nerviosismo que le debe de estar generando esta situación. Sus ojos son simples, marrones oscuro, pero con una mirada firme.
Aunque lo que más destaca de ella es su larga melena rizada, que le da un aire salvaje a toda ese aura angelical que desprende.No suponía que la elección de mi padre sería una chica completamente normal, una simple adolescente, una persona más del montón. Un estúpido mortal más...
¿Qué se supone que tiene de especial?Por más que mis ojos examinan su pequeño rostro no consigo ver ni un ápice de pecado, ni de odio, y menos aún, de lujuria.
No tiene nada de diversión.Es todo lo que los asquerosos de los ángeles quisieran tener, un alma pura.
Mis pensamientos se vieron interrumpidos por la pregunta que me hizo. --¿Qué quieres de mí?-- me preguntó con la voz temblorosa.
-- A ti, cariño-- le contesté en tono juguetón.
La pobre muchacha no entendía nada de lo que estaba pasando, pero yo tampoco tenía tiempo para explicárselo, teníamos que largarnos de allí cuanto antes, mi llegada a el mundo de los mortales no había sido bienvenida, en estos momentos soy un faro para lo paranormal, los ángeles no están nada contentos con que halla invadido parte de su territorio. Eso me hace pensar en qué momento mi padre tuvo la grandiosa idea de que los habitantes del cielo también podían poblar la tierra.
Unos ruidos metálicos se hicieron presentes en la gran sala, el frío se apoderó del ambiente y la poca claridad de la luz de la luna se había apagado. Estábamos completamente a oscuras. Agarré con fuerza la mano de Athena, y no le di ni un solo momento para que procesara lo que estaba sucediendo. Tiré con fuerza de ella y me la llevé a rastras hacia la puerta.
Por el camino me choqué con un par de estanterías, pero al tocar lo que creía que era una de ellas, había llegado a la puerta principal de la biblioteca.
Rompí con facilidad una de las cristalera que la adornaba y giré el pomo.Nada más salir, la lluvia nos empapó de pies a cabeza, lo único que nos rodeaba era oscuridad, por lo que solo podía agarrarla para saber que estaba a mi lado. Pero esto cambió en un instante.
Un gran estallido de luz nos segó por completo.La luz era insoportable, intenté abrir los ojos como pude, adoptándolos a la claridad, en la cual distinguí tres figuras.
-- Mierda-- Dije pensando en voz alta.Eran ángeles, lo sabía de sobra, el olor peculiar que estos tenían hacía que me dieran ganas de vomitar, sin embargo a los humanos los embelesaba y los atraía.
Por el contrario Athena no parecía sentir efecto alguno. Lo único que veía en ella era una expresión de miedo y expectación.
Era demasiado extraño que no emitiera ningún tipo de atracción hacia ellos.Pero no teníamos mucho tiempo para escapar de allí, así que dejé mis pensamientos a un lado, y no teniendo otra opción desplegué mis alas, igual de negras que la oscuridad que nos arrollaba hace unos minutos.
La envolví en ellas, e intenté volar hasta una zona profunda del bosque que había al lado de la biblioteca.
Pero la lluvia y el viento lo hacían todo aún más complicado. Choqué con varias ramas y algunas de ellas se clavaron en mi ala izquierda.
Athena estaba agarrada a mí como si su vida dependiera de ello, su respiración estaba hecha un desastre, algún grito se le llegó a escapar cuando alguna rama se atravesaba en el camino y el miedo que la invadía por dentro se me estaba empezando a contagiar.Dejamos de ver claridad, lo que era una buena señal, los habíamos perdido de vista, sin embargo no podía ver nada, todo lo que observa eran distintas tonalidades de negro. La abracé y la pegué contra mi cuerpo lo más fuerte que pude hacerlo, hasta que el impacto nos azotó.
Caímos en una parte del bosque donde afortunadamente todo estaba lleno de hierva, lo que hizo un poco más amena la caída.
Athena cayó a mi lado, todavía seguía rodeada por una de mis alas, eran lo suficientemente grandes para envolverla por completo, aunque esto no era una tarea difícil, era bastante bajita.La luz de la luna nos volvió a iluminar, pude verla con claridad, por suerte no tenía grandes heridas, algunos raspones en su cara, parte de su brazo y piernas, pero nada grave. Podría curarlas con facilidad. Mis alas sirvieron de ayuda, para que el golpe no fuera tan brusco.
No me podía arriesgar a que le pusieran una mano encima.
Mi orgullo no me lo permitía y además no voy a fastidiarla por un par de ángeles. Si papá se enterara que me he peleado con alguno de ellos me llevaría de vuelta al infierno y me quitaría cualquier oportunidad de arreglar las cosas de inmediato.La pobre Athena me observaba con una expresión desencajada, le di algo de distancia entre los dos para que su desmesurada respiración se recuperara, parecía al borde de un ataque de nervios, y no era para menos, esta situación sobre pasaba las barreras de la fantasía y la existencia.
Probablemente ha sido mucho más valiente que cualquiera de los otros muchos humanos que pueblan este mundo. Y eso es de admirar.Athena no podía contener todas las preguntas que rondaban en su mente, y la entendía perfectamente. Estoy seguro de que está pensando por cual empezar.
Me miró en busca de una respuesta a todo esta locura.--¿Qué eran esas cosas?, ¿Ángeles?, ¿Y tú, qué quieres hacer conmigo?, ¿Vas a matarme? -- Dijo de corrillo todo lo que se había estado guardando, junto con una mirada llena de miedo. Incluso la sentí temblar contra mi ala. Me dio lastima que se sintiera así.
-- Despacio cariño, solo puedo darte una respuesta por pregunta -- Le respondí tranquilo.
-- ¿Entonces tú también eres un ángel? -- Me preguntó expectante y nerviosa a partes iguales.
-- No cariño, soy un demonio. Le contesté con sinceridad.
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Jace
RomanceEl diablo es malo porque la historia te la ha contado un ángel, pero y si te la contara el mismísimo hijo del infierno... ¿Seguirías pensando lo mismo? Las sombras y la oscuridad han llegado para atormentar la vida de Athena. Los días en el cielo es...