Se supone que en estos momentos debería sentir temor, pavor, estar al borde del pánico. Pero lo único que recorre cada parte de mi cuerpo es fascinación. Nunca había visto un ser como aquel; tenía un aura abrasadora, como si pudiera quemarme hasta reducir mi existencia a cenizas. Incluso su presencia desataba estragos en mi cuerpo; sentía un calor abrumador pese al frío que nos envolvía.
- ¿Un demonio? - repetí, dejando que las palabras resonaran en el aire mientras intentaba procesar la información. - Esto no tiene ningún sentido. ¿Por qué sigo viva si los demonios son seres de pura maldad? ¿Y por qué yo y no otra persona?
Me moví, poniendo distancia entre nosotros. Noté cómo se estremeció cuando me separé de su ala. La observé con detenimiento; estaba destrozada, llena de ramas incrustadas y cortes. Sentí un impulso inexplicable de acercarme. Un gruñido de dolor se le escapó de los labios. Arrancó parte de la rama de un tirón, acto que me hizo soltar un grito ahogado. Me miró con una expresión que no supe descifrar, hasta que devolvió su atención a sus heridas.
Aunque la oscuridad seguía envolviéndonos y la lluvia no daba tregua, algo en su presencia me transmitía una extraña sensación de calidez.
Jace inclinó la cabeza; pensé que se había olvidado de mis preguntas. Pero como si estuviera reflexionando, durante un momento pareció sumergirse en sus propios pensamientos.
- No todos los demonios son tan malvados como creen los humanos -respondió finalmente, su voz sonaba sincera. - Además, hay otras fuerzas en este mundo que representan un peligro mucho mayor.
Sus palabras solo aumentaron mi curiosidad, pero antes de que pudiera hacer más preguntas, un sonido distante rompió el silencio de la noche. El chico se puso en alerta de inmediato, y su postura se volvió aún más protectora.
- Debemos movernos -dijo, levantándose del suelo con agilidad. - No estamos a salvo aquí.
Sin perder tiempo, me ofreció una mano para ayudarme a levantarme, y juntos nos adentramos en la oscuridad del bosque, sorteando árboles y arbustos mientras la lluvia seguía cayendo sin piedad. No podía apartar la mirada de su ala; tal vez era por la falta de sueño, o la poca visibilidad, pero podía jurar que sus heridas se estaban curando.
Mientras caminábamos en silencio, mi mente no dejaba de dar vueltas a lo que acababa de ocurrir. ¿Qué significaba todo aquello? ¿Estaría soñando?
Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando una luz tenue comenzó a filtrarse entre los árboles, indicando que estábamos llegando a algún tipo de camino. El demonio se detuvo de repente, como si hubiera detectado algo en el aire, y su expresión se volvió aún más seria.
- Tenemos que ser cuidadosos -advirtió, su voz sonaba apenas como un susurro. - No sabemos qué nos espera más adelante.
Con el corazón latiendo con fuerza, seguí sus pasos mientras entrábamos en la oscuridad de la noche, sin tener idea de lo que había ahí fuera.
El camino se extendía frente a nosotros, envuelto en una oscuridad que parecía devorar cualquier rastro de luz. A medida que avanzábamos, el aire se volvía más denso, cargado de una energía que me erizaba la piel.
Jace caminaba con paso seguro, como si conociera cada rincón de aquel lugar. A su lado, me sentía vulnerable y a la vez protegida, como si su presencia actuara como un escudo contra las fuerzas invisibles que parecían acecharnos.
- ¿A dónde nos dirigimos? -pregunté en un susurro, consciente de que cualquier ruido podría delatarnos.
Se detuvo por un momento, su mirada penetrante escudriñando el camino.
- Hay un lugar al que podemos ir -respondió en voz baja-. Un refugio seguro donde estaremos a salvo por un tiempo.
Sin más explicaciones, continuamos avanzando en silencio, mientras nuestros pasos resonaban contra las hojas secas. El camino parecía interminable, y cada sombra cobraba vida propia en mi imaginación, alimentando mi miedo.
De repente, un sonido gutural resonó en la distancia, seguido por un eco siniestro que hizo que mi corazón se detuviera por un instante. El demonio se puso en alerta.
- Debemos apresurarnos -dijo con urgencia-. No estamos solos en este bosque.
El miedo me invadió, pero no me atreví a protestar. Lo seguí con determinación, aferrándome a la esperanza de que nuestro destino fuera realmente un refugio seguro.
A medida que avanzábamos, el sonido se hizo más cercano, hasta que finalmente emergimos del bosque y nos encontramos frente a una vieja cabaña de madera, apenas visible a la luz de la luna. El demonio parecía aliviado al verla, como si hubiera encontrado un oasis en medio del desierto.
- Aquí estaremos a salvo por ahora -dijo, abriendo la puerta de la cabaña y haciéndome un gesto para que entrara primero.
Sin dudarlo, crucé el umbral y entré en el interior oscuro de la cabaña, sintiendo el alivio inundar mi ser. No sabía qué nos deparaba el futuro, pero por ahora, estábamos a salvo, y eso era todo lo que importaba.
El interior de la cabaña estaba sumido en una penumbra apenas iluminada por la luz de la luna que se filtraba por las ventanas. El demonio cerró la puerta tras de sí con un susurro apenas audible, sumiendo el lugar en un silencio profundo.
- ¿Qué es este lugar? -pregunté, observando a mi alrededor con curiosidad.
Se movió encendiendo unas velas dispersas sobre una mesa de madera desgastada. Las llamas parpadeantes llenaron la estancia con una luz suave, revelando la modesta decoración de la cabaña.
- Es un refugio temporal que uso en situaciones como esta -explicó, su voz resonaba en el espacio vacío-. Es lo suficientemente remoto como para que pasemos desapercibidos.
Asentí, agradecida. A pesar de mi desconfianza inicial, comenzaba a darme cuenta de que no representaba una amenaza inmediata. Tal vez incluso podía ser un aliado en esta situación.
- ¿Qué debemos hacer ahora? -pregunté, buscando en sus ojos una respuesta.
El demonio se detuvo frente a mí, su mirada oscura y penetrante parecía buscar algo en lo más profundo de mi ser. Por un instante, me sentí desnuda ante su mirada, como si pudiera leer cada pensamiento y temor que albergaba en mi interior.
- Por ahora, descansaremos -dijo finalmente, apartando la mirada-. No podemos seguir en estas condiciones, los ángeles saben que estamos en alguna parte del bosque. No nos podemos arriesgar a salir.
Asentí en silencio, sintiendo el cansancio acumulado de la noche pesando sobre mis hombros. Me dejé caer en uno de los viejos sillones de la cabaña, sintiendo cómo el agotamiento me invadía lentamente.
Jace se movió, apagando algunas de las velas y dejando solo una para iluminar el lugar. Se sentó frente a mí en silencio, su presencia me erizó la piel.
El cansancio finalmente me venció, y me dejé llevar por el sueño, sabiendo que, por ahora, estaba a salvo.
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Jace
RomanceEl diablo es malo porque la historia te la ha contado un ángel, pero y si te la contara el mismísimo hijo del infierno... ¿Seguirías pensando lo mismo? Las sombras y la oscuridad han llegado para atormentar la vida de Athena. Los días en el cielo es...