Capítulo Cuatro.

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Soy un hombre enloquecido por tu caricia,
chico, he perdido el control.


Las finas manos del chico de ojos negros terminaron por envolver su cintura en una toalla blanca luego de secar su cabello, apoyándose poco después frente al lavamanos mientras tomaba una bocanada de aire y levantó su vista hasta encontrarse con su silueta reflejada en el espejo. Su rostro estaba pálido, marcadas ojeras y resequedad en el mismo, su cabello blanco poco a poco iba perdiendo la tintura y por debajo de este se notaban las raíces del color original. Su anatomía ya no estaba tan trabajada y por lo tanto había perdido musculatura, ahora estaba delgado y tanto así que parecía por poco un esqueleto.

De pronto, la inigualable imagen de sí mismo cercano a los 15 años se presentó. Eran dos personas totalmente diferentes, ¿alguna vez fue ese Mikey? Él no había escogido estar en esa condición, la vida misma lo había guiado hasta esa perdición de la que ya no podía salir. 

La voz de Takemichi lo hizo abandonar temporalmente la burbuja de pensamientos indeseados en la que se encontraba inserto,  sin embargo, se limitó a acercarse hasta la puerta del baño para poder apoyar su cabeza con cuidado contra la puerta, escuchando con atención como el ajeno hablaba con alguien por celular.

Lo lamento, Kazutora... Lamento no decirte nada después de eso pero yo- No puedo regresar ahora, de verdad lo siento mucho. (...) Lo sé, sé que esto es peligroso pero yo no desconfío de él, ¡no haría tal cosa! Ya estoy aquí y no rendiré tan fácil. Solo te pido una cosa, ¿sí? Quiero que hables con Naoto y le digas que no me intente buscar, también dile a Chifuyu. (...) Sí me importa Hina, no digas esas cosas. Sabía que dirías algo así, no estaré y arruiné mi boda, ¿pero qué quieres qué haga? (...) Ya no puedo regresar en el tiempo, es mi única oportunidad para resolver esto y poder irme. Perdóname, ya me voy.

La respiración del peliblanco se entrecortó, sintiendo una gran presión en su pecho.

¿Cómo puedes amar a otra persona, si ni siquiera puedes amarte a ti mismo?

Luego de unos segundos, abrió la puerta para salir y dirigirse a su habitación, en busca de ropa limpia. Pasó por el lado de Hanagaki y no dijo una palabra, ya era tan agotador guardarse las cosas.

— ¿Mikey-kun tú...? —Preguntó un poco alarmado, quizás había escuchado lo que había hablado antes y eso no sería bueno. Antes de recibir alguna respuesta, el contrario ya lo había abandonado con la palabra en la boca y cerró sus ojos en un intento de golpearse mentalmente, era un idiota.

Mientras tanto el mencionado se había limitado a vestir su cuerpo con prendas holgadas, pronto vendría Sanzu y debía atender asuntos más importantes que ser el capricho de Takemichi Hanagaki. Tenía presente que después de todo, realmente solo esperaba ayudarlo hasta el punto en el que se pueda ir de sus manos... Pero no quería que fuera así exactamente.

Takemicchi... —Llamó al chico al estar nuevamente fuera de su habitación, viendo a lo lejos como se acercaba.— Si quieres irte, hazlo.

— ¿Qué demonios estás hablando? Creí que ya había quedado claro to-

— ¡Ve a tu boda!

Estaba celoso.

Siempre lo había estado.

— N-No... Me quedaré aquí.

Se acercó hasta él en un par de pasos en un impulso rápido, acortando la distancia entre ambos lo suficiente como para distinguir a la perfección la hermosa tonalidad de sus orbes.

— No tendrás oportunidad después, ¿entiendes? —Musitó viendo como las mejillas del chico se teñían ligeramente de un color carmesí, para nada característico en él.— Es una advertencia.

— Lo sé. Quiero salvarte. 

Tal y como el ajeno lo había hecho hace algunas horas, apoyó una mano sobre su mejilla, descendiendo el tacto hasta su barbilla para alzarla lo suficiente evitando que se pudiera alejar o algo por el estilo. Era peligroso para Takemichi estar con alguien como Manjiro a esa distancia, no sabías si te quería golpear o besar y además, solo saldría lastimado en el eventual caso de mezclar sus sentimientos con alguien tan dañado, con alguien sin amor propio. Pero no se había alejado, no podía.

— Y yo quiero besarte, pero me parece incorrecto. —Habló por lo bajo, tiñendo las mejillas aún más del menor.— ¿A ti te parece correcto?

— T-Tal vez... 

¿Por qué antes no había tenido más momentos así con él? Maldición, se sentía tan bien.

— ¿Tal vez...? —Cuestionó rozando sus labios con los del chico, pero entonces sonrió de lado... Por fin lo tenía ahí. Así que sin esperar la respuesta, lo besó en busca de ese mayor contacto que tanto había anhelado, con suavidad y lentitud, como si fuera una sutil danza entre ambos. Sentía su respiración entrecortada mientras que sorpresivamente la mano del contrario se sostuvo a un costado de su cuello, como si le estuviera pidiendo que no se alejara tan pronto y comprendió la señal de inmediato, cerrando sus ojos antes de separarse solo un centímetro en busca de oxígeno suficiente como para volver a unir sus finos belfos en un encuentro más intenso. Su corazón acelerado le impedía detenerse, tanto así que su brazo libre sujetó la cintura del pelinegro. 

Pero, un molesto golpe a la puerta los obligó a alejarse.

El peliblanco soltó un gruñido, ¿Quién había sido el malnacido que llamó a la puerta justo en ese momento? Se preguntó antes de mirar por unos segundos a Hanagaki, quien estaba completamente sonrojado, como si de un tomate se tratara. 

Sus pies lo guiaron hasta la entrada principal para abrirla con cuidado, observando primero de quién se trataba y llenó sus pulmones de aire, suspirando con profundidad de manera cansada y se hizo hacia un lado para dejar entrar al chico de cabello en tonalidades de rosa.

— Señor, solo faltaba usted y supuse que debía venir ya o tardaría aún más. 

— Eres un hijo de perra, Sanzu. —El cuerpo del hombre que tenía al frente se tensó al escuchar su comentario, se había sorprendido por el insulto tan repentino. Solía tratarlo de mala forma, pero no era de la nada y ahora con justa razón lo hacía.— Vamos, Takemicchi.

— ¿Huh...? —Respondió de pie en el mismo lugar que lo había dejado anteriormente y asintió, acercándose a pasos rápidos, recibiendo una mirada de desaprobación por parte del hombre más alto.

— ¿Lo va a llevar? ¿Por qué?

— Desde ahora Takemicchi va junto a mí a donde sea, te encargarás de protegerlo porque si algo le pasa, Sanzu, te mataré con mis propias manos. —El volumen de su voz había disminuido al decir la última parte, inclinándose hacia él en modo de amenaza con una sonrisa ladeada plasmada en su rostro.

El pelinegro sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo al escuchar sus palabras, observaba con atención la escena y como el otro chico solo se había limitado a asentir hacia esa eventual sentencia de muerte. Se sentía nervioso por varias cosas, entre las principales destacaba que iría con Mikey hacia quién sabe donde, Sanzu no le terminaba por agradar y también porque desde ahora estaría bajo vigilancia, por lo tanto, realizar su cometido sería mil veces más complejo.

Hasta este punto, aún creía que podría arreglar las cosas con el chico de cabello blanco e irse a continuar su vida con normalidad o llevarlo con él. Eso lo convierte en alguien tremendamente ingenuo, ¿no? 

B A D • Mikey x Takemichi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora