ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 19 | ғᴇ́ʟɪxxɪᴇ

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Nada estaba bien

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Nada estaba bien. Llevaba cuatro días tratando de encontrar pareja, pero a los que les preguntaba ya estaban con alguien o simplemente no querían hacer equipo con él. No sabía porqué era que no le gustaba a la mayoría de gente ahí, él no se metía con nadie.

—Es demasiado débil, no serviría para alzar la melodía.

—Sí, encima es gay, lo volvería algo político.

Deja de escuchar la conversación de sus mayores y se retira del edificio de música. Le duele, sí que lo hace. Pero sabe que lo subestiman, que ellos son unos idiotas. Por eso mucho tiempo se refugió en la sala 0310, en los brazos de un rubio que ahogaba sus llantos después de fallar en un paso o equivocarse en una presentación. Sacude la cabeza y se talla los ojitos, las lágrimas saliendo sin permiso.

Un golpe en su espalda le hace jadear. La puerta se abre de repente, ésta lo empuja y le lanza hacia delante. Cierra sus celestes y el golpe llega más rápido de lo que cree, cae a gatas, sus manos y rodillas siendo las protagonistas, las que sufren. Las gotas saladas corren con más furia. Todo se le junta, el golpe solo es una excusa para sacar lo que lleva sin culpas o ridiculizarse después.

Se queda como cayó mientras llora en silencio, un pequeño charco se hace debajo de su cara. Si el que abrió la puerta lo observó caer, no le importó en absoluto, porque nadie vino a ayudarle. El campus del edificio está solo, la mayoría en sus clases matutinas. Sigue llorando, pero se sienta y siente más impotencia al ver la rotura y la sangre en su pantalón favorito, sucio por el suelo. Su suéter lavanda especial, ahora con manchitas de sangre y roto por las mangas. Sabía que su piel era delicada, pero no tanto.

Las rodillas le duelen, el golpe fue muy duro. Comienza a quitarse las piedritas que se le incrustaron en la piel de sus cuatro estremidades, evita soplarse, no es tonto. Duele, le arde y las lágrimas solo siguen saliendo sin pudor alguno al igual que sus lamentos que cada vez son más pesados, pero silenciosos. Su cabello se pega a sus ojos, el largo de repente deja de gustarle, le irrita y desea cortarlo. Se ve estúpido, es un estúpido.

—Eres un idiota, un niñito tonto que no sabe nada.—se dice a sí mismo entre sollozos.

—¿Hyunjin? —es la voz, su voz. —Oh, Dios. ¿Qué te pasó, estás bien?—lo siente acercarse de frente, no le mira, la vergüenza le gana.— Pero qué tarado, no estás bien. Ven, déjame ayudarte.

Unas fuertes manos le toman los antebrazos, casi lo alza sin suponer un reto. La pena es tanta que, sí, su forma de sacarla es llorando más. Todavía más.

Lo arrima a una banca no muy lejos, se sienta con dificultad, a penas moviendo las rodillas. No habla, no puede hacerlo.

—Ten, toma. —un pañuelito es entregado, lo toma con suavidad y seca sus lágrimas con cuidado de no rozar los raspones y la piel levantada con la tela. El chico le da ahora papel y suena su nariz. Le daba más repelus saber que podrían verlo con mocos que llorando a mares en el suelo. — ¿Quieres agua? Puedo ir a la cafetería de enfre-

WIND | ᴍɪɴᴊɪɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora