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Noa
Septiembre 2021

Termino de recoger el cuarto con cierto pesar. Escucho las risas provenientes del piso de abajo, donde media plantilla del Atlético está reunida para cenar. Paula quiere que baje, y lo haría encantada de no ser por la presencia de cierto francés. Sé perfectamente que Marcos también está, he escuchado su risa.

Me miro en el espejo y suspiro. Ni siquiera estoy arreglada. Me peino un poco con las manos y me pongo una sudadera para que no se vea la camiseta roñosa que uso de pijama. Abro la puerta y me armo de valor para bajar.
Un valor que se me escapa cuando un cuerpo choca contra el mío y escucho una maldición en francés.

Merde. ¿Estás bien?

—Tenías que ser tú el que subiese ahora por el pasillo, no podía ser cualquier otro—puse los ojos en blanco—. El baño sigue en el mismo sitio.

—En realidad venía a preguntarte si ibas a bajar a cenar. Y de paso ver si podíamos hablar un rato.

—No tengo nada que hablar contigo.

—Creo que tenemos cosas que aclarar.

—No. No hay nada que aclarar. Lo nuestro pasó, Griezmann. Tú vuelves a estar con tu mujer y yo estoy con Marcos.

—Sé que te hice daño, pero...

—Déjalo—lo interrumpo con un gesto—. No quiero saber nada.

Me aparto y me apresuro a alejarme de él, de sus preciosos ojos azules y de su estúpido acento. ¿Por qué no puedo olvidarlo si estoy bien con Marcos?
En el salón todos están rodeando la mesa del café en la que hay varios trozos de pizza. Marcos se gira al escuchar mis pasos y esboza una gran sonrisa.

—Creía que te había comido la cama—se acerca a mí y me envuelve con sus fuertes y protectores brazos, sonrío

—Puede que las sábanas se me hayan pegado un poco.

Me besa en los labios. Es apenas un roce pero es dulce y me hace estremecer. Cuando se separa me doy cuenta de que él no ha provocado el escalofrío. Ha sido Antoine que nos observa desde la puerta del salón. Sigo teniendo el sexto sentido que me dice cuando me mira. Sigo sintiendo ese cosquilleo cada vez que sus ojos se encuentran con los míos y, joder, cuánto lo odio por hacerme sentir así.
Cojo la mano de Marcos y esbozo una sonrisa.

—¿Podemos ir arriba?—pregunto en un susurro—Solo quiero estar contigo.

Él frunce el ceño, pero asiente. No le suelto la mano hasta que llegamos a mi habitación, y sé perfectamente que Antoine no nos pierde de vista hasta que la puerta se cierra.

—¿Por qué tanta prisa?—pregunta Marcos cuando lo abrazo

—No estoy cómoda con tanta gente, me agobio.

Me pongo de puntillas para besarlo, él me responde con la misma intensidad y pronto comienza a sobrar la ropa. Cuando caemos sobre la cama, con su cuerpo sobre el mío, y lo miro a los ojos me doy cuenta de que no siento nada. Lo quiero, le tengo cariño, pero no provoca nada dentro de mí. Al menos no tan intenso como solía hacerlo Antoine.

No digo nada y sigo besándolo. Hacemos el amor por primera vez esa noche, pero no puedo evitar pensar que es Antoine el que tiene su cuerpo sobre el mío y el que me está provocando tanto placer. Es la fantasía del aliento del francés cerca de mi oído la que me hace llegar al orgasmo.
Marcos se deja caer a mi lado, agotado, y me da un beso dulce. Le dedico una sonrisa, pero por dentro sé que todo esto está mal y que debería apartarlo de mi vida antes de hacerle daño. No quiero que él se sienta como yo me sentí en su día. Pero cuando abro la boca para decirle algo ya se ha dormido. Le acaricio el rostro con dulzura y me pongo su camiseta mientras pienso en que ya se lo diré cuando despierte.

Bajo a por una botella de agua, los demás todavía están ahí, riendo, y no se percatan de mi presencia. Todos me ignoran menos uno, que me sigue a la cocina.

—¿Vas a dejarme en paz?—cuestionó mientras abro la nevera

—Dime que te hace sentir cosas que yo no hice y te dejaré con él—murmura arrinconándome contra la encimera—. Dime que él te hace más feliz. Hazlo y te dejaré ir. Pero si me dices que no, lucharé por recuperarte.

—Antoine, estás con Erika, yo...

—No. Ya no. Estuvimos juntos en Barcelona, pero segundas partes nunca fueron buenas. Y yo... Yo no dejaba de pensar en ti.

—Fuiste tú el que rompió la relación. Fuiste tú el que decidió que todo acabase.

—Y me arrepiento, no sabes cuánto.

—Haberlo pensado antes de llamarme egoísta. No voy a volver contigo, Antoine.

—Dame una oportunidad—su voz suena a súplica—. Ya no como pareja, al menos... Al menos déjame ser tu amigo.

—¿Ahora quieres ser mi amigo?—suelto una risa irónica—Me has perdido, Griezmann, y nada que hagas va a poder ayudarte a recuperarme.

—No seas así, por favor. Déjame por lo menos tener tu amistad. Aunque no me perdones nunca.

—¿Y vas a ser mi amigo aunque te guarde rencor toda la vida? Me rompiste el puto corazón, Antoine. Lo pisoteaste y lo dejaste hecho trizas. Te largaste a la otra punta del país y cortaste todo tipo de contacto conmigo. Me enteré por la prensa que tú y Erika habíais tenido otro hijo. ¿Te crees que no he sufrido todo este tiempo pensando que podría haber sido yo la madre de ese bebé? Pero decidiste cortar de raíz y ahora tienes que apechugar con tus decisiones. Déjame ser feliz.

Le doy la espalda, la sangre me hierve y los ojos se me llenan de lágrimas. Cierro el puño alrededor de la botella de agua y subo de nuevo a mi habitación. Marcos sigue durmiendo plácidamente en mi cama. Me acurruco a su lado y él me rodea automáticamente con sus brazos. No quiero que él sufra tanto como yo. O aprendo a quererle o lo aparto de mi vida antes de que sea tarde. Y creo que lo mejor para ambos va a ser la segunda opción.

All these years [Antoine Griezmann]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora