5

369 29 1
                                    

Noa
Septiembre 2021

—Lo siento, Marcos.

El rubio asiente con la cabeza. Ambos tenemos lágrimas en los ojos.

—No pasa nada. ¿Seguiremos siendo amigos, verdad?—me acaricia la mano

—Los mejores—sonrío y dejo que me estreche entre sus brazos

Nos quedamos un rato así, abrazados, sin decir nada. Me siento bien entre sus brazos, pero definitivamente no son los de Antoine. Hasta que supere mi historia con el francés no puedo estar con otra persona. No quiero que sufra igual que lo hice yo. Necesito un tiempo para mí sola, para pensar, para quererme a mí y curar mis heridas. Marcos lo ha comprendido y me siento bien con ello.

—Cuando superes todo esto, cuando estés bien... ¿Me darás otra oportunidad?—cuestiona

—Ya veremos lo que quiere el tiempo, Marcs—besó su mejilla y le dedico una sonrisa—. Si consigo aceptarme y superar mi pasado, estaré encantada de darte una oportunidad. Pero no te aferres a ello, intenta... Intenta seguir con tu vida. Si conoces a otra persona, no pasa nada.

Él asiente y me da un beso en la frente. Se aleja en lo que a mí me parece una cámara lenta de película y se va calle abajo. Me quedo sola, delante de la cafetería donde hemos venido a desayunar, y me seco las lágrimas como puedo. Cierro los ojos para tratar de retenerlas y vuelvo a adentrarme en el local. Observo las fotos de la pared, llevo frecuentando este sitio años y siempre me ha fascinado que guarden a todos los clientes como si fuesen famosos. A quien tienen en primera plana, eso sí, es a Antoine. El día que tuvimos nuestra primera cita les firmó una camiseta que allí sigue, junto a la foto que se hizo con el dueño. Y entre las fotos de la pared hay una del día que empecé a salir con él de manera oficial, llevo un ramo de rosas en la mano y ambos sonreímos radiantes. Me duele el corazón al recordar aquel día.

—¿Ya se ha ido Marcos?—Ramón, el dueño de la cafetería, se acerca a mí y cambia su expresión al verme el rostro—Ay, bonita, ¿otra vez con el corazón roto?

Niego con la cabeza.

—Nunca ha sanado del todo.

Me sirve un café y me siento en una mesa cerca de la ventana. Recuerdo el día que rompí con Antoine. Vine desesperada para tratar de distraerme y Ramón me acogió tarde tras tarde, su mujer se sentaba conmigo y charlábamos horas y horas. Hasta que dejé de llorar al quedarme sola. Hasta que comprendí que tal vez Antoine no era para mí. Pero ahora... Ahora que ha vuelto mi vida está del revés y siento que estoy tirando por tierra todo lo que he evolucionado hasta ahora. Todo por un estúpido hombre.

Pero el dichoso francés me hizo enamorarme como una adolescente, y viví con él una historia de amor digna de una novela romántica. No me arrepiento de haberlo querido tanto, me arrepiento de haberlo hecho tan fuerte que no sea capaz de olvidarlo. Tal vez siga enamorada de él inevitablemente, desde que se cortó el pelo me recuerda al Antoine que salía conmigo, mientras lo tuvo largo parecía otra persona. Y así como se ha ido el pelo que le sobraba, han vuelto mis sentimientos por él. Y me odio a mí misma por ello.

Termino el café cuando ya está frío, me he pasado demasiado tiempo mirando por la ventana. Me despido de Ramón con una sonrisa triste después de que insista en invitarme al café y salgo de la cafetería. El aire frío me impacta en el rostro y me saca una sonrisa agria. Camino hacia el metro mientras me pongo los auriculares y me dejo acunar por la música.

~

—¿Estás bien?—Paula se asoma por detrás de la puerta de mi habitación y me ofrece una taza de té de melocotón

—Sí, eso creo—esbozo una pequeña sonrisa y me acomodo debajo del nórdico—. Gracias por preocuparte, Pau.

—Eso hacemos las amigas—se sienta al borde de la cama y me dedica una sonrisa amplia—. ¿Has roto con él por...?

—He roto con él por mí. Porque necesito centrarme. Necesito pensar.

—¿En Antoine?

—En mí, Paula. Necesito pensar en mí. Y en por qué no puedo olvidarlo si me hizo más mal que bien.

—Mira, Noa, yo no quiero meterme en vuestros asuntos, pero en vuestra ruptura la culpa... La culpa la tuviste tú.

—Él se fue.

—Él quería que te fueses con él.

—Yo tenía mi vida aquí.

—¡Y él también! Nunca he defendido al gabacho y no voy a empezar a hacerlo ahora, pero... Pero Antoine te quería con él. Lo estabais dando todo en vuestra relación y él tenía la oportunidad de irse a Barcelona, contigo. Y fuiste tú la que unilateralmente dijo que no a eso. Podías haberte ido con él, podías haber hecho un esfuerzo y...

—Sacrifiqué muchas cosas por él.

—Te aseguro que él sacrificó más por ti. Estoy absolutamente segura de ello—se pone de pie y se acerca a la puerta—. Quizá deberías repasar vuestra historia y ver dónde se cometió el error.

—Me llamó egoísta, Paula. Me gritó y me rompió en pedazos.

—¡Fuiste una egoísta!—me sorprende su tono de voz—Lo siento, pero es la verdad. Antoine tiene la razón en ese aspecto, y si no lo ves tú alguien tiene que hacértelo ver. Estás dándote contra un muro por ser cabezota. Habla con él, joder. Recupera al puto amor de tu vida y no pierdas más el tiempo.

Se va cerrando la puerta. Me quedo mirando al techo. ¿Hasta qué punto tiene razón? ¿Hasta qué punto he estado cegada por la rabia? ¿Realmente la versión que he formado en mi mente es la correcta?

Suelto un suspiro y alcanzo mi móvil. Durante unos minutos observo el botón de desbloquear contacto en WhatsApp, dubitativa. Termino por presionarlo y escribo un único mensaje, que tardo minutos en enviar pero que termino haciéndolo. Nada más pulsar la tecla bloqueo el teléfono y lo dejo sobre la mesilla.

Quiero hablar contigo. Podemos vernos mañana?

La pantalla se ilumina a los pocos segundos y leo el mensaje sin abrirlo.

Echo de menos lo de campeón del mundo, pero me alegra saber que ya no me tienes bloqueado. Te recojo mañana para desayunar juntos, a las nueve estoy en tu casa. No acepto un no como respuesta.

All these years [Antoine Griezmann]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora