Prólogo

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Antoine

Joder. No soy capaz de dejar de mirarla.

Aparta un mechón de su pelo que le cae sobre el rostro y lo coloca tras su oreja al tiempo que sus labios esbozan una sonrisa tímida y cohibida provocada por lo que el chico rubio que me da la espalda le está diciendo; hasta ha conseguido que sus mejillas se vuelvan algo más rosadas.

—No ha sido buena idea traerte aquí—suspira Ángela logrando que aparte la mirada de ellos y la sitúe sobre ella

—Ahora no vamos a cambiar de cafetería, yo necesito un café bien cargado—Stefan se estira y llama al camarero con un gesto—. Además, tú ya sabías que...

La mirada fulminante de Ángela lo hace callar de golpe, ponerse derecho y alcanzar el servilletero.
Miro a mi amiga, interrogante, pero ha puesto toda su atención en limpiar la boca de Amelie con una servilleta. Suspiro y levanto la vista otra vez.
Ahora él está algo inclinado sobre ella y tiene una sonrisa encantadora en los labios mientras se acerca más y más. Pobre iluso.
Ella lo hace retroceder colocando la mano sobre su pecho y sonriendo como solo ella sabe hacer. Joder, no ha cambiado en nada.

Sacudo la cabeza y la apoyo en el asiento. Mordisqueo mi labio inferior y jugueteo con el anillo que llevo en la mano derecha.

—Antoine, ¿puedes dejar de pensar en ella? Joder, te vas a volver loco.

—No es tan fácil, Stefan. ¿Crees que no me gustaría olvidarla?

—No. Estás tan enamorado de ella que todavía esperas que vuelva a tu vida—Toni responde por él

Tiene razón. Demasiada razón. Y me duele admitirlo.

—No soy tan iluso...

Sí lo soy. Creo firmemente que va a volver. Pero tengo que ganármelo. Volver a hablar con ella. Volver a empezar.

—Con Marcos está bien—me asegura Ángela

—El amor de su vida soy yo—sentencio dando la conversación por finalizada

Aprovecho que el rubio ha salido para hablar por teléfono y me acerco a su mesa. No me ve venir, pero su expresión cambia cuando me siento frente a ella con mi mejor sonrisa.

—Hola, ¿cómo estás?

Parpadea un par de veces, tal vez incrédula o tal vez molesta. No puedo leer qué pasa por su mente porque no me mantiene la mirada, sabe que sé interpretarla.

—Creo que deberías irte—suspira—. Marcos va a entrar en cualquier momento.

—Solo he venido a saludarte.

—Antoine, soy consciente de que no me has quitado ojo de encima desde que has entrado. No eres discreto.

Pillado. Mierda.

—Vale. Lo siento si te ha incomodado. No puedo evitarlo.

—Tienes que empezar a hacerlo. Tienes que pasar página.

—Ya hemos hablado de esto, sabes que...

—Era Ibai, que van a hacer una comida en su casa para celebrar el cumple de Ingrid y...—Marcos se queda callado al verme allí—Antoine, hola.

—Ya me iba—levanto las manos y le dedico una sonrisa—. Solo venía a saludarla. Pasad un buen fin de semana.

Me alejo, pero escucho como le dice lo de la comida y que podrían coger un tren esta noche para estar allí mañana y disfrutar del día. También escucho como ella acepta ilusionada.

Me dejo caer junto a Stefan y pido un café bien cargado, aunque realmente querría emborracharme hasta olvidar este encuentro.
No hablo más. Dejo que las risas infantiles de la hija de Kroos llenen el ambiente tenso que se ha formado a mi vuelta y que Stefan sonría un poco melancólico al ver a Ángela tan feliz al lado de otro hombre. Debería aprender de él.

Nadie me dijo que curar un corazón roto iba a ser tan complicado. Ni siquiera me avisaron de que olvidar a una persona a la que quieres iba a ser tan complicado. Joder, soy un experto en torcer las cosas y perder a las personas que quiero. Soy experto en acabar con mi propia felicidad.

Pasan los minutos y la pareja se despide de nosotros para recoger a León en el colegio. Stefan y yo nos quedamos solos, pero el montenegrino pronto me abandona también. Me quedo allí con mi taza de café a medias y la mirada perdida entre las paredes y las fotografías que las decoran. En una de ellas salimos Noa y yo celebrando que empezábamos a salir, ella con un ramo de rosas en la mano y yo mirándola con una gran sonrisa.

Joder, soy un auténtico imbécil.

Pago en la barra y salgo de la cafetería. Me meto las manos en los bolsillos de los vaqueros y camino hasta mi coche. Subo y arranco con rapidez. No quiero quedarme más tiempo por ahí. No quiero seguir pensando en ella. Tal vez lo mejor sea volver a casa.

Pero en casa las cosas no mejoran. Haberla visto en ese momento me había jodido la tranquilidad. No estoy pasando una buena racha, de hecho, la casa está llena de botellas vacías de alcohol que voy dejando por ahí las noches de sábado que paso solo. No encuentro a nadie con quien pasar página. Joder, no quiero a nadie para pasar página.

Me gustaría volver a ese momento en el que todo estaba bien, pero no puedo. Todo es tan... complicado. Demasiado complicado.

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Hola a todxs!
Tras mucho tiempo de descanso desde mi última novela de Antoine creo que ha llegado el momento de retomar el fandom. Habéis reactivado mis historias del gabacho desde que volvió al Atlético y creo que es el momento perfecto para traer el Grieznoa que tanto pedís de vuelta. Esto no significa que vaya a dejar de escribir sobre Marcos (Vas a quedarte tiene casi 100000 lecturas y no puede hacerme más ilusión), os invito a pasaros por esa historia y por Starting Line, uno de los proyectos en los que más estoy trabajando. Sé que tengo pendientes un par de epílogos pero estoy esperando al momento idóneo (y a la inspiración) para escribirlos, pero que sepáis que no los olvido!

Sobre esta historia poco tengo que decir, el prólogo está escrito desde justo después de que Griezmann fichase por el Barça y la portada y la idea son de una historia que tuve publicada un tiempo pero que nunca logré acabar porque tomó un rumbo que no me gustaba. Espero que la combinación de estas ideas sea definitiva y pueda ponerle un broche final.

No quiero alargarme más y no quiero robaros más tiempo, bienvenidas de nuevo a mis historias, espero que las disfrutéis tanto como yo escribiéndolas 😉 y ya sabéis, dejadme vuestras opiniones en comentarios, os leo siempre!

All these years [Antoine Griezmann]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora