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Antoine
Noviembre, 2018

—¿Este ramo?—preguntó la mujer señalando unas rosas

—Ese mismo—sonreí y saqué la cartera

—La chica es una auténtica afortunada—colocó las rosas con mimo en un plástico de colores—. Eres un joven muy apuesto.

—Gracias—murmuré un poco cohibido y saqué la tarjeta—. Con tarjeta, por favor.

Ella asintió y me cobró las flores. Me despedí con una sonrisa ancha y con el estómago hecho un manojo de nervios. Caminé con las rosas en la mano hasta llegar a la cafetería, donde Noa me esperaba leyendo el periódico en una mesa junto a la ventana. Me acerqué al cristal, escondiendo los brazos tras la espalda y pegué el rostro a este. Se sobresaltó al verme, pero esbozó una sonrisa cuando le eché la lengua.

Me adentré en el local hasta llegar hasta ella y como todo un caballero saqué el ramo de rosas de detrás de la espalda y se lo ofrecí.

—¿Son para mí?

—Claro, tonta—las cogió emocionada y me atrajo hacia ella ora besarme en los labios

—Nunca me habían regalado flores.

—Siempre hay una primera vez para todo—me encogí de hombros y besé su frente—. Voy a pedir un café.

Asintió ensimismada con las flores, cuando volví a la mesa les estaba haciendo una foto.

—¿Qué tal el entrenamiento?—cuestionó poniendo toda su atención en mí

—Agotador—esbocé una pequeña sonrisa—. Esta semana jugamos en el Wanda.

—Lo sé.

—Me preguntaba si... Si quieres venir a verme.

—¿Al Wanda?—asentí con la cabeza

Le cogí las manos y las acaricié con mi pulgar.

—Creo que ya estamos en ese punto en el que podemos ir en serio, ¿no?

—¿Tú crees?

—Los dos queremos algo que vaya en serio. Y no hay nada más serio que lo nuestro.

—¿Me estás pidiendo salir, campeón del mundo?—los ojos le brillaban con diversión

—Puede ser. ¿Me vas a decir que sí?

—Puede ser que sí o puede ser que no—me guiñó un ojo, sonreí

—Quiero una respuesta firme si queremos que esto siga avanzando, cherie.

Esbozó una sonrisa todavía más amplia.

—Sí, Antoine, saldré contigo.

No pude evitarlo, me levanté casi de un salto para besarla con dulzura, lleno de felicidad. Ramón se acercó para sacarnos una foto y abracé a Noa por la cintura. Ambos sonreímos radiantes mientras ella sujetaba el ramo de flores.

~

—Así que tienes una hija—murmuró Noa mientras caminábamos hacia la puerta de mi casa

—Mia. Y... Bueno, hay otro en camino. Quiero decir, Erika está embarazada. Lo descubrió después de que firmásemos los papeles así que...

—Me gustan los niños—sonrió y apretó mi mano para darme tranquilidad—. No te preocupes por eso.

—Me alegra saberlo. Tenía miedo de que te superase. Quiero decir, estoy muy seguro de que quiero seguir adelante contigo, pero... No podría si... Si no te gustasen los niños.

—No hace falta que me des explicaciones, campeón del mundo, entiendo perfectamente que tus hijos vayan por encima de todo.

—¿Segura?

—Segurísima.

—Perfecto, porque hoy vas a conocer a Mia.

—¿Qué?—parpadeó confusa, casi solté una carcajada

—Este fin de semana me toca quedarme con ella. Normalmente cuando hay partido no debería quedarse, pero al estar tú... Pensé que podría quedarse contigo.

Asintió con la cabeza.

—Me parece bien. ¿Pero no crees que vas muy rápido? Quiero decir, meter una persona nueva en la vida de la niña así porque sí...

—No perdemos el tiempo, ¿verdad?—ella asintió y le apreté la mano

~

Me sorprendió lo bien que se entendió con Mia desde el principio. Mi hija no solía soltarse rápido con personas desconocidas, pero Noa tenía una capacidad de convicción tremenda y pronto tenía a Mia conquistada.
Jugaban juntas, la bañaba, dormía las siestas con ella... Lo que pensaba que iba a llevarle más tiempo fue lo que menos le llevó, y todo ello hizo que yo me enamorase todavía más profundamente de ella.

Nuestra relación avanzaba a pasos agigantados. En mi cabeza los planes de futuro se tejían solo y ya me imaginaba cómo sería ponerle un anillo en el dedo. Pronto llegaron las Navidades y decidí que era un buen momento para hacer nuestro primer viaje juntos. Mía pasaría el fin de año con su madre, así que era el momento idóneo para coger un avión y alejarnos del resto del mundo.

—¿A dónde vamos?—me observó frunciendo el ceño desde encima de la cama, mientras trataba de adivinar qué meter en la maleta

—Es sorpresa—me encogí de hombros y miré entre sus cosas—. Me gusta este conjunto, ¿por qué aún no lo has estrenado conmigo?

Sus mejillas se tornaron de color carmesí y me arrebató el sujetador de encaje color vino de las manos.

—¡Antoine! ¡Eres un pervertido!

—¿Me vas a decir que tú no?—alcé las cejas y ella no pudo evitar echarse a reír

—De una dama no se dicen esas cosas.

—De dama cuando hablamos de términos sexuales tienes bien poco.

Un cojín me impactó en el rostro y ambos explotamos en una carcajada. Me acerqué a ella y le acaricié el rostro con dulzura para luego unir nuestros labios. Se dejó caer hacia atrás, quedando su cuerpo bajo el mío sobre el colchón.

—Campeón del mundo, que tengo que hacer la maleta...

—Tenemos tiempo de sobra para perder un par de horas—mis manos bajaron hasta sus caderas—. ¿Qué tal si te pruebas ese conjunto para mí?

—Sí, hombre. Para que lo rompas como hiciste con el último. Me niego.

Me separé de ella con una sonrisa divertida en los labios.

—¿Y entonces para qué has comprado ese?

—Para ti no, desde luego.

Se levantó de la cama tras echarme la lengua y se acercó a la maleta, donde metió el conjunto de encaje.

—Oye, oye, no puedes decirme que no es para mí y meterlo en la maleta—la sujeté por la cintura y la hice caer sobre mi regazo, mordisqueé el lóbulo de su oreja y ella inclinó la cabeza hacia atrás, dejándome vía libre a su cuello

—Sí que puedo, acabo de hacerlo, ¿no lo ves?

Me separé de su cuello y emitió un pequeño quejido como protesta. Sonreí.

—¿Segura que no quieres ponértelo y que juguemos?

—Tengo que hacer la maleta...—se soltó de mi agarre y me dio un casto beso en los labios—Si me dices a dónde vamos quizá lo saque de la maleta.

—Mejor resérvalo para cuando lleguemos.

All these years [Antoine Griezmann]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora