ASMODEO

Capitulo VIII: Lobo

~Dennis~

El cabello negro me golpeaba en la cara por culpa del viento, la sombra de los secos árboles me llenaban de tranquilidad y el olor del café que salia de los restaurantes impregnaba toda la calle. A veces me quedo mirando a las mujeres sentadas en las mesitas de fuera, sentadas con la piernas cruzadas, algunas acompañadas y otras en soledad, respirando el aire fresco y gozando de los rayos del sol, sin ninguna puta preocupación demás de cual plato caro pedirán esa maldita mañana. Me preguntaba de vez en cuando si alguien en su lugar me miraba a mi, si se preguntaban porqué los observaba o se imaginaba una vida para distraerse un rato pero sabía que no, esa clase de personas no te voltean a mirar, solo ven por debajo de su hombro, no te ven a ti, solo verifican que seas menos que ellos.

Crucé la calle sin mirar hacia los lados como de costumbre, me dejó de importar la vida hace muchos años ya, además, la adrenalina que se siente es increíble, que choferes toquen la bocina y los gritos que salian de algunos autobuses. Yo caminaba viendo siempre al frente concentrada en las hojas que caían y en la música que retumbaba en mis odios, y así estaba un rato hasta que llegaba a mi lugar seguro, a mi espacio cálido y a la vez sombrío donde podía solo esperar el anoche con calma, ese era el único lugar en el que podía guardar silencio y mis pensamientos igual.

Caminé hasta George, el único árbol junto al lago verde lleno de patos. Amaba ese árbol, mi hermana me trajo aquí el día que mis padres se largaron, pensó que me relajaría, que al alimentar a los patos no me dolería tanto enterarme que ellos nos habían abandonado y así fue en ese momento; Thea solo lo dijo, sin ninguno rodeo ni endulzante y se lo agradeceré toda la vida, así era como me gustaban las cosas, sin ningún maldito "pero" y con la completa verdad. Tal vez ella pensó que su plan había funcionado pero la verdad era que ese día lloré hasta que sentí como se desgarraba mi garganta, como mi pecho se hundía y solo quedaba un hueco enorme, nunca se lo dije, ni a ella ni a nadie, no quería que las personas supieran que podían hacerme mas daño del que podía soportar.

Me recosté en él, dejándome caer hasta que mi trasero tocó en cesped. Cambié la playlist que estaba escuchando por una muy especifica que reproducía solo ahí, abrí el vinotinto que le robé a Thea y bebí mientras aguardaba un verdadero sentimiento de calma.

No pasó mucho tiempo hasta que uno que otro pato se acercaron a comer los pedazos de sandwich que lanzaba al agua. Los patos me daban mucha ternura, hacía poco tiempo había superaba mi trauma con ellos por culpa de uno que me mordió un dedo cuando era niña.

Para las cuatro de la tarde la comida se había acabado, el vinotinto igual, yo seguía despierta pero mi mente había podido callarse. Los recuerdos que se reproducían en mi cabeza una y otra vez me hacían querer lanzarme al lago, trataba a toda costa de no retener nada de información demasiado sentimental. Sabía que mi subconsciente me traicionaría en algún momento, sabía que la personita azul dentro de mi cabeza las envolvería y las tornaría oscuras, tristes, nostálgicas, todo lo sensible que puedo describir. Sé que en algún punto lo que me hacía feliz será la razón de mi dolor en otro momento. Sabía que un día Thea se iría como lo hicieron mis padres, encontraría un chico, se enamoraría, se casaría e iría con él; sabía que Fran se alejaría de mi cuando entremos a la universidad, se ocuparía en su carrera y no tendrá que pasar tiempo conmigo. Y eso... era todo, porque no tenía con quien más contar, no me importaba nadie más aunque lo que quería era no importarme ninguna persona en lo absoluto o tal vez quería no sentir miedo a la soledad, al abandono.

Bueno, ni tan en silencio mi cabeza estaba.

Mi bolsillo vibró, saqué mi teléfono para ver la notificación y me encontré con un mensaje de mi apestosa hermana.

aleThea de Mar // 4:44 p. m.

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