Capitulo IV: Sin respuesta

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~Franccesca~

Un escalofrío pasó por todo mi cuerpo con nuestro tacto, su mano era el doble de grande de la mía, lo escanee con la mirada pero él sólo trataba de hacer contacto visual. Llevaba un pantalón de traje y una camisa negra con las mangas remangadas y lo suficientemente abierta para dejar ver un par de tatuajes que tenía en el pecho y brazos, tenía los pies descalzos y se lograba ver el extremo de una tobillera negra amarrada en su pie derecho, y su cabello negro revuelto. La habitación permaneció en silencio mientras nos decifrabamos el uno al otro, no podía calcular su edad o preguntarme si lo había visto antes por la oscuridad en la que estaba sumida la habitación aunque bastaba con la luz de la luna y las luces de la fiesta para poder darme el gusto de observarlo.

— ¿Tengo algo en la cara? — Soltó mi mano y se levantó de golpe.

— No, hmm... es que hmm pues... — Tartamudee. Se mofó al notar lo nerviosa que estaba por saber que trataba de descifrarlo. — ¿Qué pensabas antes?

— Que no debería estar aquí — Miró hacia fuera del mirador.

— ¿Por qué lo dices? — Tragué saliva con dificultad.

Dio un paso, estaba tan cerca que podía sentir el choque de su respiración en mi cara, su barba me picaba en la frente y se me dificultaba verlo a los ojos mientras lo tenía tan de cerca, era mucho más alto que yo, más que Denise, Mal o Elijah.

— A veces siento que nuestra mente se desconecta de nuestro cuerpo y hacemos cosas sin realmente saber que lo hacemos, — Volvió a mirarme — pensaba en que tal vez el corazón hace lo mismo.

Entiendo como se siente pero no logro captar la relación de todo, ¿qué hace un hombre solo deduciendo sobre lo que hacen el corazón y la mente? ¿creerá que lo hace en estos momentos?

— Y... ¿Cuál crees que tienes desconectado ahora? — Pregunté desviando mi mirada hacia su boca.

— Pero que grosero soy — Siguió de largo hacia la barra — No te he invitado a sentarte o a tomar algo.

— Yo... debería bajar al primer piso — Pude decir al sentir una paz y una angustia por haberse alejado.

— Como quieras — Se dirigió hacia mí — Pero si necesitas un lugar tranquilo puedes venir.

— Claro — Sentí calor en mis mejillas mientras caminábamos a la puerta.

— Cuidate, Fran — Tomó mi mano y la besó.

Bajé al primer piso con una sonrisa en mi cara, el recuerdo de su mirada fijada en mí al salir del baño se repetía una y otra vez en mi cabeza, por poco me hacía olvidar a las parejas que se unieron en las escaleras.

Encontré a Denise y a Mal en el centro de la sala bailando. Todos las miraban mientras restregaban sus cuerpo una contra la otra. Maleka llevaba una falta corta negra, una blusa de malla negra con un top negro y unos botas rojas que combinaban con su cabellera larga; Lobo llevaba un vestido gris corto de tirantes que hacía juego con sus ojos. De hecho yo era la única que estaba vestida de manera simple, con mis jeans negros y la camisa blanca que siempre llevo debajo del uniforme de trabajo.

— Hey — Me distrajo un hombre que estaba junto a mi.

Me limité a sonreír y seguir viendo a mi amigas bailar

— Eres muy linda — Se acercó más.

— Gracias — Di un paso hacia el lado contrario.

— ¿Quieres bailar? — Se pegó lo suficiente para hacerme sentir incomoda.

— No, aléjate — Intenté apartarlo.

— Vamos, si eres buena con esa boca te pagaría muy bien — Susurro a mi oído.

— ¡Qué me dejes en paz maldita sea! — Golpeé su entrepierna con el codo y corrí donde estaban ellas.

Estaba acostumbrada a que se me acercaran ese tipo de hombres, soy pequeña y me veen vulnerable. En circunstancias como esta por suerte sé como responder y aunque logre alejarme o hacer que me dejen tranquila, no quita el hecho de el incomodo, terrorífico y asqueroso sabor que te deja en boca, pienso si fue mi culpa, pero de inmediato una voz en mi cabeza me grita que no, definitivamente no tienes la culpa, no tienes que sentir remordimiento, aunque diésemos razones tampoco tendría porqué ocurrir nada. Un no es no y no, una mirada no debería dar para cuestionar ese hecho.

— ¿Qué pasó Fran? — Me preguntó lobo al verme llegar de la nada.

— Nada — Evadir el tema — Te ves como una zorra.

Las palabras "perra" "zorra" "puta" entre nosotras eran casi como un halago, al principio nos llamábamos asi en modo de burla por todas esa niñatas e imbéciles que llamaban así a cualquier mujer por diferentes razones, luego empezamos a tomarlos como halagos para cuando nos veíamos demasiado bien o hacíamos algo irónico.

•••

El rayo de sol entrando por todas partes me daba una sensación horrible, sentía que la cabeza me iba a explotar, mantener los ojos abiertos era terrible, pero cerrarlos era peor. En este momento estaría pensando en mi madre pero por suerte decidió quedarse  con mi abuelo este fin de semana, mi abuela había muerto de un paro cardíaco hace 3 años, y mi madre visita a su padre mínimo una vez al mes. Mi abuelo Kilian era el único de mis abuelos que aún estaba vivo y aunque no me interesaba mantener una relación estrecha (o cualquier relación) con mi familia, de igual manera trataba de pasar tiempo con él de vez en cuando.

— Hey barbie — Escuché la voz de Mal en el jardín trasero.

Caminé hacia ella, rodeando la piscina de 10 metros, habían chicos durmiendo encima de los flotadores, casi la mitad de personas se quedaron dormidos por toda la casa.

— ¿Desayunas tabaco, Cherry? — La encontré sentada al borde de la piscina con los pies en el agua.

— Depende — Soltó el humo de sus pulmones.

— ¿De qué?

— De que tan gorda me sienta en la mañana — Reinó el silencio por unos minutos.

— ¿A tu padre no le molestara encontrar su casa hecha mierda?

— Papá está en Milán — Inhaló el humo — Dijo que tenia que solucionar un problema grave del trabajo.

— ¿En qué trabaja tu padre?

— Es el director de varias empresas de aquí, algunas tienen sedes en Milan, Venecia y Verona — Exhaló.

— ¿Empresas de qué? — Tendrían que ser demasiadas para ganar tanto dinero.

— No preguntes demasiado pececito — Inhaló lo último que le quedaba a su cigarrillo — recuerda "por la boca muere el pez".

Arrojó la colilla a la piscina y se levantó. Mal era amable, pero a veces podia sacar a relucir su perra interior, y en esta ocasión no utilizo la palabra como un halago.

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