| charasuke x sakura |
El olor a tierra mojada le embelesaba la mañana, ella observaba con deslumbramiento y orgullo cómo poco a poco sus preciadas rosas rojas florecían en su jardín, éste parecía un místico oasis de frescura y belleza radiante. Su jardín era el más elogiado de los suburbios; era lo más preciado de su hogar, tanto como para ella. Aquel hobbie era su escape de aquella vida aburrida, sin ritmo, sin ninguna emoción... Claro, eso se lo guardaba perfectamente para ella misma, un sucio secreto que su mente y corazón albergaba, ya que, para sus vecinos y falsos amigos, su vida era perfecta, sacada de un cuento de hadas.
Sakura Uzumaki y su amado esposo Naruto, el gobernador de Konoha. ¡Tenían una vida de ensueño! Dueños una preciosa casa en el barrio más respetable y seguro de la zona, un adorable perro labrador y el pueblo entero estaba seguro que pronto vendría un hijo en camino. Lo que no sabían era su triste verdad: un matrimonio de conveniencia, una vida de apariencias, efímera y sin emoción alguna...
—Buenos días, vecina—. Aquella voz la sacó de sus pensamientos de inmediato.—¿Regando tus plantas tan temprano?
La pelirrosa alzó su vista encontrándose con el azabache de sonrisa maliciosa y coqueta, vestía un pants holgado color gris, la ojihade no pudo evitar mirarlo de pies a cabeza... Estaba a punto de hacer su caminata diaria. Ella lo sabía, porque siempre se lo encontraba todos los días cuando se disponía a regar sus preciadas plantas. ¿Coincidencia? En definitiva no lo era.
Charasuke... Así se le conocía al Don Juan Uchiha. Su apuesto y coqueto vecino diez años menor que ella... Se maldecía por verlo atractivo, ¡era un solo niño para ella! ¡Sólo tenía veinte años y ella estaba por cumplir los treinta!
—Buenos días, Charasuke.
—Me duele que me llames así, vecina. Me gustaría que llamaras por mi nombre.
Ella rió.
—Buenos días, Sasuke.
—Podré irme en paz al saber que me llamaste Sasuke y porque pude ver tus lindos ojos esta mañana.... Vecina.
—Anda ya, que me estás desconcentrando... Vecino.
Ella sonrió, a la vez que él lo hizo. A Sakura le fascinaba poder apreciar esa sonrisilla que la volvía loca, pero lo que más atesoraba, era poder atrapar los ojos negros de Sasuke. Ella buscó su mirada, escondiendo discretamente su desespero por encontrarla, tal como el sol busca la luna, pero había una gran diferencia: ellos sí se encontraban... Vaya que lo hacían.
Sakura mordió su labio ligeramente y notó que aún seguía hinchado, el joven vecino arqueó su ceja, divertido. Él había sido el causante y le agradaba dejar marcas en ella. Marcas que le recordarían a Sakura quien era el dueño de su cuerpo y de sus orgasmos.
—¿Noche larga, vecina?—bromeó, sin descaro alguno.
Las mejillas de Sakura se tapizaron de un color rosa intenso, sintiendo un calor hasta bochornoso. ¿Cómo no recordar que anoche su joven vecino la había hecho llegar al mísmimo cielo en su propia casa?
Sus miradas conectadas no podían dejar de revivir la noche que vivieron... Morían y volvían a revivir en sus brazos, extasiados de placer.
Sus secretas escapadas se estaban volviendo cada vez más constantes. Era un peligro, sí, pero estaban dispuestos a tomarlo y arriesgarse. Sakura no podía recordar cómo cayó ante los pies de Charasuke. Quizá fueron sus recurrentes visitas a su casa, a su consultorio, o los coqueteos hacia ella que la hacían derretirse y olvidarse de su monótona vida por unos segundos. Pero desde que se besaron por primera vez en la cocina del hogar de los Uzumaki mientras que su esposo estaba en la sala, no pudieron volver a despegarse. No podían negar la atracción irresistible que sentían por el otro. ¿Cuándo fue que todo se salió de control? ¿Fue desde la primera vez que se entregaron en la cama de Sakura y su esposo? ¿O desde que Charasuke la visitaba a su consultorio y terminaban follando arriba de su escritorio? ¿O fue cuando ella se desnudaba para él desde su ventana? Lo peor del caso es que a ninguno de los dos les importaba. Solo querían tenerse, complementarse y que sus cuerpos chocaran.
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