Precuela del one-shot de Mafiosos
La luna se asomaba resplandeciente a través del cielo, y las luces parpadeantes de la plaza fallaban de manera escalofriante. Se encontraba totalmente desolada, no podrías ver a ni un infante jugando en los viejos pasamanos ni resbaladores, incluso el sonido de las hojas frotar sobre el concreto resultaba audible.
La zona sabía que para las diez de la noche la Plaza Chidori debería estar desalojada... Porque a medianoche se convertía en una ola de libertinaje, motocicletas y drogas por doquier.
El reloj marca las doce y el rugido de motocicletas resonó por la calle una vez caía la luna. Autos deportivos se estacionaron alrededor, de sus bocinas provenía música a todo volumen envolviendo la plaza como si fuera un verdadero antro callejero. Mujeres en minifaldas no dejaban de estudiar el lugar y los hombres las miraban sin decencia, ellas reían, arqueando la ceja mirándolos seductoras... Pero por dentro pensaban, ¿quién será el imbécil que se dejará vaciar la cartera por unos simples coqueteos esta noche?
Era un verdadero espectáculo. La noche se vivía como si no hubiera un mañana. Toda persona que se viera rodeada de la fogosidad de la Plaza Chidori quedaría hipnotizada. Y esa noche había gente por cada rincón de ésta porque el show principal del entretenimiento nocturno era la carrera de motociclistas que se armaría entre la pandilla de los Uchihas y los Uzumaki. Siempre peleaban entre ellos con retos absurdos, aumentando la evidente tensión entre las dos familias, pero lo que verdaderamente les interesaba era apartar a uno de ellos de la plaza. El flujo de drogas era el negocio más latente de la zona y las cabecillas de las pandillas no podían coexistir en el mismo territorio. Alguien debía largarse de ahí... Y pronto.
Pero también existía una pelirrosa razón: Sakura Haruno. Excéntrica, sensual, su simple presencia embrujaba a los hombres y nadie podía decirle que no cuando les ofrecía un poco de cocaína. Los atraía mediante su belleza y ellos, incrédulos, accedían. ¿Acaso creían que uno de esos hombres tendría una oportunidad con ella? ¡Pobres ilusos! Ahora vivían adictos solo por intentar seducirla, pero mejor para ella, clientes le sobraban y el dinero también.
La mítica Harley oscura de Sasuke Uchiha rechinó al llegar. Todas las miradas de las mujeres se posaron sobre él, y con justa razón. Todo él era una invitación de lujuria y peligro. Su chaqueta de cuero lo hacía ver audaz, riesgoso... Era una belleza oscura que volvía loca a cualquier fémina... y junto con su pantalón negro mismo que era su habitual outfit que jamás fallaba. Su cabello negro caía por sus ojos y la mirada penetrante que tenía resultaba intimidante. Detrás de él, se le unían sus manos derechas: su hermano mayor Itachi, su aventurado primo Shisui, la mano dura Obito y más miembros de su pandilla lo protegían. Sasuke era el líder de los Uchiha, no había nadie como él a la hora de hacer negocios bajos las aguas ni para salir de las más graves situaciones. Su puesto era ganado y nadie podía decir lo contrario.
El reloj seguía avanzando y no tardaron en aparecer los elementos de la pandilla Uzumaki. La prima pelirroja Karin llegaba con su novio Suigetsu en una plateada itálica: no había una pareja más desquiciada que ellos. Nagato, fiel mano derecha del rubio, llegaba detrás de la Harley similar a la del Uchiha perteneciente a Naruto Uzumaki. Pero lo más importante era que quien sostenía las caderas del rubio en el asiento trasero de la Harley... Era nada más ni nada menos que Sakura Haruno. Naruto se deshizo del casco de su moto, después de estacionarse enfrente de los Uchiha. La pelirrosa bajó de la parte trasera de la moto, y enseguida sintió la mirada de Sasuke. Su rostro quiso arder, sus piernas incluso quisieron fallar.
Ella lucía exquisita y lo sabía. Sakura era una tentación exuberante de color rosa. Llevaba puesta un vestido corto entallado al estilo japonés del mismo tono de su cabello, unas medias de red que hacían relucir sus piernas perfectamente formadas y unas botines negros. El Uchiha estudió su belleza pero se detuvo en sus ojos esmeraldas. Ahí estaba: su conexión que lo decía todo en silencio. Él la desnudaba con una sencilla mirada. Ella tampoco apartaba vista, no podía hacerlo. ¿Estará pensando lo mismo ella? ¿Él también quería arrancarle la ropa con el poder de sus ojos?
Naruto interrumpió su juego de miradas al tomarla bruscamente de la cintura con recelo.