💜Capítulo 3. "Lo que los cuentos de hadas nunca cuentan".

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Los cuentos de hadas mienten.

Así es diario, mienten.

No es todo tan perfecto e ideal como creía que era enamorarse.

Hoy Cyan me evitaba. Sigo sin entender por qué.

Le di vueltas tratando de pensar en que algo había hecho, pero la sencilla respuesta es que no pude haber hecho nada si ni siquiera él me saludó esta mañana.

Intenté alcanzarle a la salida, lo juro, solo quería saber qué le pasaba. Y fue tan cortante conmigo, afilado como un cuchillo, diciendo que no me metiera en sus asuntos.

Cláramente algo oculta, no me lo quiere decir y por supuesto yo esperaría milenios hasta que él mismo me lo dijese, por eso no entendía la manera de decirlo; ese tono de voz áspero como si le molestara.

Me pasé las semanas siguientes apartando la mirada cada vez que sus ojos curiosos me observaban. Esperaba una disculpa.

Por eso digo esto diario, el amor es raro. Es complicado. Ni yo lo entiendo. En un segundo te metes en un montón de problemas tú solo.

Y seguro que estas vueltas solo las doy por aburrimiento y mi querido Cyan no tiene la culpa de estar mal y solo se equivocó.

Llamaron a mi puerta justo cuando estaba escribiendo esa última frase.

Como si fuera la ley de atracción actuando, era Cyan quien esperaba frente a mi puerta, con las manos tensas y enrojecidas, además del rostro apenado.

- ¡Cyan...! - Intenté proseguir mi cortante tono para no darle pie a nada, deseaba una respuesta o al menos, que me fuera sincero.

Entonces sus ojos grises me miraron y vi cómo en un segundo mi artista se rompía en mil pedazos, de la tristeza se quedó con las rodillas tocando el suelo, con las manos apoyadas en su pecho, gimiendo unas disculpas tan dolorosas que hicieron que mi papel de actriz se detuviera.

- ¿Cyan?- Al principio no sabía reaccionar, pero de manera mecánica me quedé a su altura sobre el suelo de mi porche, abrazándole tratando de abarcar su enorme espalda y al notarlo, gimió mi nombre sollozando sobre mis hombros, destrozado.

Seguía un poco anonadada de ver al "chico de las luces" de esa manera, ese chico tan agradable, que nunca se sentía débil, que era capaz de sanarse solo. Ahí fue donde todos esos rumores que desperdigaron por años en la academia se quebraron como si los acuchillaras brutalmente.

Acaricié su cabello bicolor con ternura, parecía un niño pequeño tratando de parecer fuerte ante su padre, que le reprime constantemente hasta hacerle llorar.

Pero conmigo no debía reprimir nada.

Justo cuando alzó la mirada, sentí su cálida respiración temblorosa en mi cuello y sentí que mi temperatura se aceleraba mientras sus manos me apretaban, relajándose al notar cómo le acariciaba la cabecita con cada frase agridulce.

- Dafne... Yo... Me quiero disculpar por todo.- Diciendo eso, dijo en un triste gemido "mi pequeña musa" y eso me hizo sentir una punzada en el pecho; las apariencias engañaban, por ambas partes.

- ¿Por qué te disculpas, Cyan?- Dije, sintiendo cómo me temblaban las manos y él lo notaba, entonces tomó el dorso de mi mano mientras seguía agarrándome y la besó cerrando los ojos.

Me sonrojé tanto que le pude ver sonreír, acercándose para besar mi mejilla y en el segundo en el que el contacto se hizo, se apartó, agachando la cabeza.

- No debería cruzar la línea aún aprovechándome de mi chica- Al escucharle pronunciar eso, mi sonrojo y temblores se dispararon entre sí y cayeron en combate.

Con los ojos enrojecidos se acercó a mi cuello y empezó a relatar su mar de desdichas, mientras la noche se cernía sobre nosotros.

- ¿Recuerdas... Con qué chicos frecuentaba hace unos meses?- Dijo y entonces lo recordé bien; fumadores, quebranta normas y drogatas, por supuesto. Chicos que tenían como finalidad dejar pasar su vida por las drogas más aceptadas de su complicado mundo.

- Resulta. . . Que ayer me ofrecieron probar una calada del porro que compartían los 3, diciendo que mis "penas amorosas sanarían y que ya encontraría a alguien mejor. . ."- En ese segundo sus ojos se llenaron de lágrimas y me abrazó acabando la frase.

- . . .que tú. . . - Empezó a temblar y me acarició la muñeca para calmarse.

- Honestamente, en ese momento no era consciente de lo que iba a hacer. Iba a hacerlo. Quería. . . romperme de nuevo, dejarme pisar y que me rechazaras. Pero con una ayuda para que no fuera tan doloroso.- Podía notar cómo su voz se quebraba en mil pedazos, mientras que intentaba hacerse el valiente apretando mi mano y forzándose a no cerrar los ojos y llorar, pero no podía soportar verle así.

Sin dudarlo le tomé de la mano y le llevé dentro de casa, cerré la puerta y en ese segundo le abracé cerrando los ojos.

- Me preocupa tu estado ahora, Cyan. No lo que haya pasado hace unos meses, que agradezco la explicación, por supuesto, pero no puedo dejar que te hagas daño tú solo. Y más por algo que yo he provocado. - Le dije con la mirada más firme e intensa que pude dejar, detestaba verle así.

- ¿Que tú has provocado? Si yo he sido el que se ha dejado arrastrar en vez de contarte que llevo AÑOS enamorado de ti.- Dijo casi gritándolo mientras me sujetaba y veía cómo las lágrimas se deslizaban por sus mejillas. - No fui sincero contigo, mi florecita. Y tampoco lo fui conmigo. Así que mira en quién recae la culpa.-

- Mira . . .- Empezaba a ponerme nerviosa que se echara la culpa, así que alcé el tono de una forma desesperada para dejar claro el mensaje. - No entiendo por qué me cuentas todo eso cuando llevas TODA la semana ignorándome, te comportas como un estúpido y nunca eres capaz de darme una respuesta clara, me hiciste llorar y lo sigues haciendo cada vez que eres un indeciso de primera, ¡¿o es que no lo entiendes?!- Estaba presa en mi propia ira, temblaba tanto que me apoyé en la pared cercana a la puerta y no pude evitar mirarle a los ojos.

En ese momento, cuando creí que me gritaría o que se enfadaría, asintió, se sentó en el suelo, apoyando la cabeza en mis rodillas y suspiró.

- ¿Y por qué creés que estoy aquí, tonta? Roma no se construyó en un día y mucho menos eso aplica a los sentimientos ajenos. Cada uno tiene su tiempo. Y yo tenía que darme cuenta de si eras algo pasajero o si, quién sabe, estaba "enamorado".-

En ese momento se abrazó a mi cintura cerrando los ojos y pude ver bien sus ojeras, debe ser que no duerme desde hace mucho.

- ¿. . . Y, qué soy?- Dije viendo cómo este me sonreía y se levantó hasta apoyar la mano en la pared, sobre mi cabeza.

- Eres mi desastre favorito. No te sé decir si eres el amor de mi vida. Pero no eres un rollo de una sola noche ni nada parecido. Solo... Dafne cielo, céntrate en el ahora. Y para eso, cierra los ojos y disfruta.- Dijo acariciando el mechón de mi cabello con sus dedos, poniéndome tan nerviosa que empezaba a reírme mientras mi temperatura aumentaba.

- ¿Disfrutar?- Y en ese segundo le hice caso, cerré mis ojos y él enlazó mis dos manos a las suyas y las apoyó en la pared, para después soltar una de ellas y acariciar con sus dedos mi mentón.

Estaba temblando, me retracto, me estaba derritiendo. Tanto que él lo notó y se decidicó a susurrar en mi oído.

- Ahora yo soy tu presente y para que esto funcione, olvida lo que hiciste en otra época o lo que harás, porque lo has conseguido, estoy a tus pies, querida.-

Y diciendo aquella frase que hizo que mi respiración se acelerara, me besó en los labios cerrando el espacio que nos separaba. Noté como su mano restante se paseaba por mi clavícula y mi cuello, siendo agradable notar sus frías manos en mi piel.

Me retracto diario; cuando estás con la persona correcta, a lo mejor es un lío, a lo mejor te enfadas con ese alguien mil veces, pero por primera vez creo en el amor.

Lo prueba ese beso que duró hasta que nuestra respiración no pudo contenerse y nos fundimos en un abrazo mientras me repetía que ya no tendría que temerle a nada mientras él estuviera conmigo.

El amor es una locura y sigo sin entenderlo. Esa es mi última aclaración por hoy, mi querido diario.

Rosa negra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora