Las apariencias engañan.
La felicidad es efímera y la tristeza se acerca.
Cyan y yo nos distanciamos, nos enfadamos y no volvimos a hablar.
No tiene una explicación, simplemente pasó.
Me pasé los días preguntándome cómo arreglar las cosas. Pero a veces no hay solución a una herida abierta si no ha pasado tiempo.
No dormí casi nada, dos horas, como lo habitual en esta semana.
Me sentía perdida y vacía. Dejé de ir a clase por meses.
Hasta que comprendí una noche a las 2 de la mañana que Cyan no aparecería.
Cyan no movería su vida por mí porque la vida de cada uno en un jodido desastre y cada uno la controla como quiere.
Así que, me levanté, me puse lo primero que pillé, me maquillé con demasiada purpurina, me puse una pulsera de cuero negro con pinchos, una chaqueta de cuero, me acerqué al espejo del baño y me quedé mirando a la nada.
¿Quién era esa persona que tenía delante? Ni yo lo sabía.
Y es lo que me hizo pensar tanto que llamé a una persona que no creí que llamaría.
- Azalea. Sé que han pasado 3 años. Pero por favor, te necesito.-
Y cerrando los ojos con fuerza, me quedé de rodillas en el suelo del baño.
Por suerte, Azalea tenía la llave de mi casa, entró por la puerta, vio la luz encendida.
Vino corriendo, me vio con el maquillaje corrido, con el rostro repleto de lágrimas.
- Nirv me contó todo hace varios meses y no me lo creía, t...- -
Ni la dejé terminar porque la dejé sin aliento cerrando los ojos y besándola como nunca besé a nadie.
Recuperando el alma como si hubiera estado en una caja encerrada.
Y Azalea me recorrió la espalda con una dulzura que no creí volver a ver.
- Llevas mi chaqueta.- Sonrió viendo que no la soltaba. Seguíamos en el suelo, temblando, agitadas.
Entonces, con seguridad, le dije:
- ¿Podemos irnos de aquí? Quiero... Alejarme de este sitio.-
Y en un susurro lleno jadeos e indecisión, nerviosa porque hacía demasiado tiempo que no hablábamos, dije:
- Quiero que vuelvas a mi vida. Quiero correr todos los riesgos. Quiero... Renacer y hacer lo que quiera. Por favor, Az. Por favor, h..-
Me cortó.
Me agarró de la cintura, me levantó el mentón y me empotró a la pared del baño, me besó. Lo hizo con fuerza.
Me dejé llevar, en un segundo sus fríos dedos recorrían mi clavícula y ella mordía mis labios.
Yo parecía una desesperada, deseando seguir. Y lo hicimos, en la moqueta en forma de rosa de mi habitación.
Con las ventanas abiertas y las luces de led en tonos rosas enfocándonos. Con el calor de Azalea atrapándome.
Sintiendo que por fín me sentía completa.
- Quiero abandonar la pintura...- Dije entre cada beso que me hacía delirar en intensos jadeos.
- ¿Qué... Quieres hacer entonces? Te has pasado 4 años creyendo que era hetero. Y no solo eso, dejaste que tus gustos se influenciaran.-
- Quiero...- En ese segundo, me acerqué a su cuello y rompí mi propia norma dejando una marca que la hizo saltar mientras ella me iba desvistiendo.
- Quiero hacer fotos.- Concluí, mirándola a los ojos notando mis hormonas acelerarse, notando mi respiración agitarse.
- Las haremos entonces.- Azalea sonrió y acarició mi cabello rosa casi pelirrojo. - Y te teñiré el cabello. Y lo cortaremos.-
Me hizo sonreír. No me acordaba de que era peluquera hasta que no miré sus dedos más atentamente.
Pero mi vista subió hasta sus hombros y entonces, me hizo cerrar los ojos al besarme con tanto fervor que me dejó sin aire.
- Te quiero, Dafne. Siempre e he querido.- Dijo, marcando la cicatriz en mi espalda con besos.
- ¿Ahora haremos las cosas bien?- Dije, insegura. Nunca habíamos hecho esto de esta forma, tan improvisada, tan llena de pasión y de deseo.
Su respuesta fue rodear mi cadera con sus piernas y reír mientras se acercaba a mi pecho y comenzaba a besar cada zona que me hacía temblar.
Deseaba a esta nueva Azalea. Tanto, que no me importaba nada. Solo quería tenerla cerca.
Culminamos la noche dejando que mi habitación se llenara del incienso de lavanda y nuestra ropa interior desperdigada por la habitación.
Ahora contra la ventana.
Con su cuerpo acariciando el mío y su lengua juntándose con la mía en el beso más sucio de mi vida.
Con sus jadeos animándome a seguir.
Hasta que ella se separó y sonriendo se acercó a mis muslos.
Se arrodilló y me hizo temblar tanto que su nombre fue lo único que podía decir, mientras su lengua me hacía temblar de formas tan lascivas que mi otro yo, el que estaba loca por Cyan la haría desaparecer.
Y lo hizo. Ella ya no existía.
Solo estaba una Dafne sedienta de deseo, de lujuria, de probar cosas, de desafiar a la vida... De vivir.
Vivir al lado de Azalea.
Sin importar dónde estaríamos en unos años.
Porque mi única prioridad ahora mismo es y será el presente.
ESTÁS LEYENDO
Rosa negra
Teen FictionEl amor es tan frágil como una rosa, se seca, se queda sin hojas, pierde su color. Es en definitiva el mismísimo caos. ¿Qué pasaría si juntas a una chica que sobrepiensa hasta sus pasos con el desastre que es enamorarse? Un caos, te lo digo desde y...