☀Capítulo 2. "Óleo".

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Minutos de haberme ido podía escuchar a Dafne sollozar durante una hora entera. Presa de la cólera tal vez.

Me seguía preguntando por qué tenía tanto miedo a ser honesta conmigo, cuando si lo piensas, yo tampoco es que fuera un sol andante que alumbrara a todo el mundo.

Solo tenía la reputación de un flojo que no hace las tareas, que participa en clase con respuestas cortas y que hablar con él es como hacerlo con una pared.

Pero lo dicho, eran leves rumores.

A lo largo de los meses me había dado cuenta de que mis obras no tenían trasfondo.

No tenían luz. Solo una oscuridad eterna capaz de comer cualquier resquicio de alegría.

Y eso me deprimió hasta el punto que me enfadé con la primera chica que se me acercó, aunque de una forma rara, Dafne.

Esa joven de estatura baja y cabello rosa que parece que siempre que se lo alise le queda más largo, ojos marrones y piel pálida.

Cuando sonríe la habitación se ilumina, sus mejillas enrojecidas le añaden un toque de inocencia a esa cara de no haber hecho nada sin pedir permiso antes.

Simplemente... Es preciosa.

Y fui muy brusco con ella. La asusté. Ahora seguramente no quiera dirigirme la palabra.

Pensaba eso mientras caminaba por el pasillo, hasta cruzarme con una chica que parecía tener prisa, que llevaba unas botas con suela de goma que resinaban, la escuchaba titubear "Dafne, oh Dafne, dónde te habrás metido".

Y ahí fue donde mi sexto sentido se activó y decidí seguir a la chica. Mejor aún, llegar antes que ella.

Toqué la pared cercana a la puerta de la clase, exhausto. Había estado corriendo, solo para alcanzar a Dafne y dejar claro a esa chica que ella, ya estaba pillada.

A lo mejor los dos somos egoístas, tal vez los dos nos deseemos en secreto. Tal vez esa toxicidad es la que me haga no retroceder e irme a casa. Porque es la primera persona que puede hacerme realmente feliz y que yo planeo hacer lo mismo.

No me importa lo que yo sufra, solo la quiero a ella.

A la larga, he salido con tantas chicas egocéntricas que encontrar un rasgo de pureza es... Raro. Es algo que quiero atesorar. Y que quiero poseer.

A grandes rasgos me siento un depredador con estos pensamientos, pero solo quiero que me mire a mí.

Esperé varios minutos, revisé de manera disimulada y ella no estaba.

Mi querida y pequeña florecita, menos mal que has huído, porque seguramente te hubiera acorralado a cualquier esquina. Sin duda la locura que me generas es diferente a lo usual.

Tan pronto como llegué a casa empecé a pintar sobre un lienzo en blanco, en el suelo, con mis óleos desperdigados en este y la paleta llena de manchas de pintura. Además de un trapo y varios pinceles.

Me quedé buscando una idea para inspirarme y entonces lo vi; la metamorfosis de una flor.

Ver cómo hay gente que juzga a las flores por crecer a su ritmo, sin disfrutar de las maravillas de su crecimiento. Sin disfrutar de los cambios que presenta.

Al pensar en Dafne definitivamente visualicé una rosa blanca. Inocente, pura, delicada.

Así que tras horas, logré conseguir a la perfección esta nueva obra, una rosa con sus zonas claras, de luz y pureza y de oscuridad, su cara oculta, sus secretos íntimos.

Al acabar, sonreí admirándola. Como si mirara a Dafne, ¿cómo podría lograr que volviera a hablarme? Quería disculparme por ser borde.

Me quedé horas pensándolo hasta que guardé la obra en un sobre tras secarse totalmente, sellándolo con una flor seca y un poco de cera que tenía guardada para hacer sellos.

Rosa negra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora