Arena negra

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Ese domingo por la mañana Mikasa salió del hogar de su abuela para ir a las tiendas que estaban en aquel poblado. En la mayoría de ellas encontraba cosas muy buenas a mitad de precio y en otras hacía trueque al intercambiar los productos que necesitaba por las verduras que cultivaba su abuela en el huerto.

-Lo escuche de Lili, fueron a su tumba a llevar flores frescas y encontraron el ataúd vació-Mikasa se encontraba en una tienda de segunda mano donde buscaba algunas pijamas para el cambio de temporada.

-¡Que espanto! Todo lo malo le sucede a esa familia desde que el hijo mayor se fue al ejército-No era de su incumbencia lo que pasaba con las personas que conocía muy a penas.

-Según Lili uno de sus antepasados era un hombre del norte que practicaba la brujería y envejecía tan lento que parecía un vampiro-Las charlas de esas ancianas no le llamaban la atención.

En aquel pueblo todavía se creía en las cosas sobrenaturales y la existencia de maléficos a causa de una bruja era algo que escuchaba desde su tierna infancia. No obstante, Mikasa no le prestaba mucha atención a esas cosas porque era una chica citadina y en su experiencia personal se debía tener más miedo a los vivos que a los muertos.

-También escuche que tuvo cuatro esposas y con cada una de ellas engendro únicamente varones. El tipo era un desquiciado, tuvieron que quemarlo y cortarle la cabeza para que ya no regresara de entre los muertos, también escuche que...-Mikasa prefirió colocarse los auriculares porque se estaba impacientando.

Camino hasta la caja registradora pero en el trayecto se encontró con un juego de costura que la atrajo mucho por ser un estuche algo viejo pero en buen estado. Le gustaba remendar sus ropas cuando estaban descocidas por lo que aquella inversión sería algo bueno.

-Tiempo sin verte Mikasa-La dependienta de aquella tienda era una mujer que rondaba en los cuarenta años, alta, de tez blanca, ojos claros y un cabello largo recogido en una coleta-¿Es todo lo que llevaras?

-Sí, ¿Cómo ha estado señora Diana?-Amablemente aquella mujer tomó las prendas de vestir una por una para checar el precio de estas.

-Estoy que es lo que cuenta-La gran parte de los pobladores tenían algo en común y no solo era la edad avanzada sino el hecho de que sus hijos se marchaban a la ciudad, dejando atrás a sus padres a los que rara vez visitaban.

Tras pagar sus cosas, Mikasa se dirigió a la heladería para comer uno de esos conos artesanales que le gustaban mucho ya que no se conseguían en la ciudad.

Divago por un tiempo entre lo que haría antes de regresar a su hogar natal porque le causaba algo de repelús pensar en su futuro padrastro. No era que le cayera mal aquel hombre, apenas lo conocía y debía darle el beneficio de la duda pero no imaginaba que su madre se casaría tan pronto.

Llegó por la noche a su hogar, su madre estaba durmiendo y ella se dirigió sigilosa hasta su habitación en donde se quedó despierta al no poder conciliar el sueño. Ya no quería ir a la escuela porque ahí estaba Levi y sus cómplices que la atormentaban desde un tiempo.

-Vesemir me pidió que fueras conmigo para que conozcas la que va a ser nuestra nueva casa, por eso no iras hoy a la escuela-Todos los días muy de mañana Mikasa se levantaba para alistarse, pero esa vez su madre ya la estaba esperando en el comedor-Deja tus cosas góticas y ponte algo lindo.

-Mamá no soy una chica gótica. Me gustan los tonos oscuros pero no me identifico dentro de ese grupo-A veces se ponía a pensar por que las personas que la rodeaban tenían la mente tan estrecha, es decir, la mayor parte de los individuos tenían algún color favorito. A ella le gustaban los tonos oscuros y solo por eso la estigmatizaban como una chica vampiresa e incluso sus padres hacían lo mismo, cosa que la hastiaba.

Arena y cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora