Parte 2

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Antes de irse a la universidad esa mañana, Candice pasó a saludar a Patricia. Para contarle sin mayores detalles, sobre lo ocurrido la noche anterior con Terence Graham. Ella todavía ni siquiera, habiéndolo vivido, creía que él se atrevió a besarla.

— ¡Te besó! No puedo creerlo. Eres realmente increíble, apenas se conocen—le dijo Patty escandalizada.

— Lo sé, lo sé. Pero fue mágico. Besa delicioso — dijo ella tocando los labios.

— ¡Ay! Candice amiga, creo que debes tener cuidado con un tipo como él. No es de los que se enamora, todos dicen que es un mujeriego, no sé si tiene novia, pero una de las modelos que estaba en la sesión de fotos ayer, le coqueteaba de forma descarada, y él nunca le puso un freno, al contrario, le seguía el juego.

—Creo saber de quién me hablas, anoche le hizo una escena en la terraza. Antes de que nos fuéramos de su departamento. Además, lo veré hoy, acepté salir con él de nuevo.

—¿Tienes una cita con él hoy? —Patty puso sus manos sobre su boca en señal de asombro, ladeando la cabeza de un lado a otro — solo espero que no salgas lastimada de todo esto.

—No te preocupes, estaré bien, ahora tengo que irme, voy a llegar tarde a clases. No vemos luego — Candice se acercó a su amiga y le dio un tímido abrazo, luego salió a toda prisa.

Candice pensaba una y una vez en las advertencias de Patricia, mientras caminaba por el margen del río Sena rumbó a encontrarse con el modelo, en Shakespeare & Company. Aprovechaba también para dar vistazos a los puestos de libros antiguos que encontraba a su paso, y a medida que se acercaba al lugar acordado, su corazón latía más y más fuerte. No fue difícil ubicarlo. Estaba recostado al árbol frente a la librería, fumando un cigarrillo; ella se detuvo en la esquina de la rue Saint-Julien le Pauvre, para mirarlo unos segundos desde allí. Apreciando una vez más lo guapo que era, como estaba vestido. Estaba perdida, el hombre le encantaba. Aunque fumara como chimenea.

Finalmente caminó hacia él, y en un gesto reflejo cuando casi le tocaba el hombro él se giró hacia ella y con una mano se quitó los Rayban aviador. A la luz de la tarde ella pudo apreciar que sus ojos eran de un azul intenso, muy particular, que hacían contraste con su cabello castaño lacio.

—Hola, pensé que me habías plantado, ya me sentía todo un idiota, acá parado como esa fuente — señalando con la mano.

—No quise hacerte esperar, en verdad, es sólo que me distraje de camino acá, viendo algunos puestos de libros, y las serigrafias. Siempre me pasa. En verdad soy muy distraída en general —se disculpó ella.

— ¿Y qué es lo que buscas?, puedes contármelo. Pero sabes qué, mejor tomemos un café y me cuentas con calma, vamos.

Se sentaron en las mesas del Café de la librería y ella comenzó a contarle que deseaba encontrar una edición antigua de Frankenstein o el Moderno Prometeo, de Mary Shelley. Estaba realmente obsesionada con encontrarlo.

—¿Por qué ese libro? —preguntó él.

—Por su proceso de escritura. Ella pasó por mucho antes de lograrlo: el amor prohibido pero desenfrenado, el dolor de la pérdida de su hija, la soledad, el desprecio de la sociedad, la locura, también el prejuicio. Después de escribirlo le pidió a su amante Percy Shelly que escribiera el prólogo, cansada del rechazo de los editores. Lo presentaron como anónimo, pero con la firma de Percy en el prólogo, solo así accedieron a publicarlo.

—Entiendo, es una hermosa historia Candice. Pensé, sin ofender, que las chicas amantes de la literatura sólo se fascinaban por Jane Austen, o en tu caso siendo americana a Jean Websten.

Un (Des) afortunado amor en ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora