Parte 4

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"Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos". 

Julio Cortázar. 

De regreso a su departamento, Terry decidió dormir para no pensar, cerró todas las persianas para quedar a oscuras. Tenía que resolver el embrolló en su cabeza, pero no sabía por dónde empezar. Estaba completamente enamorado de la chica americana, no tenía ninguna duda y no quería perderla.

Cuando ya no pudo dormir más, deambulo por su departamento, escuchando una y otra vez el disco de Pink Floyd que juntos compraron en su paseo por Montmartre. Nunca antes en su vida, había tenido problemas amorosos. Le gustaba una chica, iba por ella, y era él quien se aleja de ellas cuando se aburría. Hábilmente les ponía fin a aquellas relaciones pasajeras. Incluso, tenía una forma de terminarles, que llegaban hasta sentirse ellas culpables.

Pero con la fille americana todo era diferente. Lo que sentía por ella, corría por sus venas, le dolía en lo profundo no tenerla, y no podía dejar de pensarla. Lo que sentía por ella era un amor inconmensurable. Amor palpitante, y lapidario, del que no se encuentra solo una vez.

En Roma las cosas se pusieron muy mal con Susana. Él estaba con muy mal humor. Cuando llegaron al hotel, la asistente de ella fue a registrarlos. Ambos se quedaron apartados del mesón de la recepción, Susana le comentaba a él sobre el ajustado itinerario y él la escuchaba en silencio.

—No has hablado en el vuelo, ni de caminó aquí, pasa algo qué no me hayas dicho —le preguntó la rubia.

—Nada, sólo estoy cansado y quiero dormir una siesta.

La asistente regresó con la llave de la habitación que compartirían.

— ¿Qué es esto y mi llave? —preguntó él visiblemente molesto y quitándose los Rayban.

—A qué te refieres Terence — contestó la asistente.

—Es su habitación, reservé una suite para los dos, cómo siempre lo hago.

Susana se dirigió a él bajando sus lentes oscuros Prada sólo hasta media nariz.

—Ahora qué sucede, es nuestra habitación. ¡Subamos ya! y no perdamos más tiempo —mientras giraba el dedo índice de su mano izquierda y hacia una mueca de hastío con la boca.

—Quiero dormir solo. Estoy muy cansado, quiero descansar a solas ¿Puedes entenderlo?

—Pero Terence, he reservado una sola habitación, no sé si haya algo disponible, está por comenzar el verano, Roma está llena, y este hotel también —se quejó por su parte la asistente.

—Quiero una habitación para mí, y la quiero ahora — insistió él sin ceder un milímetro en la decisión que había tomado.

Susana aburrida de la discusión, le ordenó a la asistente hacer lo que él quería, y tomando a Terence por el codo lo apartó hasta un rincón del Lobby.

—Todo este escándalo. Todo este berrinche tuyo es por la americana.

Terry puso los ojos como platos. Sorprendido por la afirmación de su agente/novia. Alguien, sin lugar a dudas le contó a Susanna sobre la fiesta, y sobre Candy, y no podría ser otra persona que su asistente personal, porque dudaba que Karen se atreviera a tanto, siendo que ella también fue su amante.

—Crees que lo ignoró. Pero estoy enterada de que el día de la sesión de fotos, aprovechando que vine a Milán hiciste una fiesta en tu apartamento, y saliste con la chica americana amiga de Patricia O'Brien. Dejaste a todos y te fuiste con ella.

Un (Des) afortunado amor en ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora