The End of The Tragedy Eternal

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Una semana. Ese fue el tiempo que Mahad estuvo en coma. Siendo tratado y atendido por los mejores médicos del continente americano. Supervisado de cerca por supuesto por Atem, quien no pudo pedir menos o más. Manteniéndose al margen todo lo que podía mientras una angustia enorme en su interior crecía hasta el punto de no querer alejarse mucho de él. Ocupando uno de los sillones disponibles como cama y colocándolo a un lado de donde yacía su amado solo para ese propósito.

Pues desde que pudo ver en primera fila como es que su querido esposo resultaba herido en un accidente, una vez despertó del shock, fue que se trasladó rápidamente hasta donde le entendían con diligencia. Llevando consigo, más por querer que por necesidad, a su "familia" y algunos amigos. Con el fin de no sentirse demasiado solo en lo que enfrentaba aquella situación que se convirtió en la peor semana de su vida. Recibiendo mucho apoyo moral de ellos y cuidados que él no había notado había dejado de hacerse en su persona con tal de no separarse de Mahad. Obligándolo a comer o dormir, aunque sea cinco horas para que él pudiera continuar en la espera a alguna reacción de su amado.

Casi derrumbándose cuando el medico en jefe llego con la terrible noticia de que, con la pérdida de sangre y las heridas de Mahad, cabría la posibilidad enormemente que cayera para siempre en un coma, por ende, eso le llevaría a un estado vegetativo poco a poco, hasta que no hubiera más remedio que descontarle.

Matar, fue la palabra que Atem escucho en todo aquello. Y eso le horrorizo en muchos niveles.

Recuerda que incluso golpeo aquel médico y después lo saco de la habitación. Cerrando la puerta para mirar a su amado, negándose a lo que aquel experto decía. Aferrándose a un milagro que estaba seguro, ocurriría, apenas percatándose de cómo es que la puerta era asegurada por un ente de ojos tan rojos como la sangre.

Ardientes en furia y hostilidad, pareciendo percibir el mismo enojo e impotencia que él. Mientras por fuera, su "familia" y amigos gritaban con insistencia a que abriera la puerta y les dejara pasar, tratando de hacer un intento por consolar su dolor. Fallando cuando una vez más, pudieron percibir un terrible frio en los pasillos.

Notando como es que, lo que venía persiguiéndolos desde hace una semana, comenzaba a manifestarse poco a poco, apagando las luces de un segundo para otro. Aterrándolos de muchas maneras antes de que, el más creyente del grupo, sacara un talismán de papel amarillo y tinta de cinabrio para alejar aquella cosa que intentaba hacerles daño. Alegrándose cuando percibió como es que todo volvía a la normalidad, sacando el mismo sus conclusiones ante ello. Armando el rompecabezas por pistas, para obtener quizá una razón de lo que había atosigado al matrimonio de su "nieto" mayor.

Rápidamente esto siendo compartido con los presentes, quienes apenas procesaban con ingenuidad lo escuchado. Creyéndolo firmemente cuando las luces en el fondo del pasillo comenzaron a parpadear con insistencia. Jonouchi, quien era el más susceptible y menos adepto a lo sobrenatural, fue quien reacciono primero para dar su palabra en que apoyaría a su amigo, siendo seguido de los demás, quienes, con un poco de resistencia, ya sea por sus creencias o por su lógica, aceptaron poco apoco. No queriendo dejar atrás a su amigo, el cual sufría mucho por la casi pérdida de su esposo. Escuchando un segundo después como es que la puerta de la habitación de Mahad se abría solo para mostrar a Atem.

Su sonrisa abierta, así como la esperanza en sus ojos siendo un detonante para que los demás pudieran intuir quizá que algo bueno había pasado, celebrando cuando pudieron pasar al cuarto solo para encontrarse con un Mahad despierto y atento.

Sentado cómodamente en la cama reclinable, mirándolos de manera profunda antes de darles una sonrisa agradecida. Salvándolos de la penumbra que cubrió los pasillos una vez la puerta fue cerrada y sellada por el mayor el grupo, quien no despego ni por un segundo el dedo del renglón. Cubriendo a los niños que estaba cuidando, dando sus felicitaciones una vez pudo escuchar la tranquilidad y las demás acciones amables y alegres de sus acompañantes. Los cuales se abalanzaron a su amigo para abrazarlo, reclamándole el por qué había tardado tanto.

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