Imanes

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Genaro llevaba semanas teniendo pesadillas, no entendía porque, pero siempre que despertaba con alguna mujer a su lado no podía parar de temblar, era como si su mente repeliera la sola idea de llenar su cama con alguien más que no fuera la mujer que amaba desde hacía 5 años. Esperaba que poco a poco todo pasara, pero por el contrario los sueños comenzaron a ser más vividos a tal punto de sentirse entre la espada y la pared entre descansar o llenar su soledad.

Así que por esos días opto por descansar, uno de los trabajadores ganaderos de Brasil que conoció en Houston, le consiguió un lugar en una reunión donde invitaban a nuevos productores para formar alianzas entre ellos. Al "los Bravos" le hacía falta algo de eso. La ilusión no apareció por ningún lado, así que podría asistir sin problemas y sin la necesidad de sentirse un apestado ante la mirada del viejo Belmont y su hija, quienes solían manejar todo este tipo de trabajos.

Cuando llego se percató de la cantidad de miembros y se sintió feliz de ser uno entre esos cuantos, los mejores productores fronterizos y del medio oeste. Mientras miraba sus notas sentado al final de la mesa una voz le dejo helado.

No podía ser verdad, no podía, de verdad que tenía que ser otra de sus pesadillas, Genaro no podía ni levantar la mirada, y pellizcándose a sí mismo se descubrió en la vida real. Siguió escuchando esa voz tan familiar, sin poder levantar el rostro. Tenía miedo de convertirse en una estatua de sal. Tenía miedo de que desapareciera, así que se mantuvo al margen hasta que alguien dijo "demos inicio"

El joven presento a los productores interesados en recibir las inversiones y quienes querían hacer tratos de venta. Alana miraba la lista detenidamente, había tenido tanto trabajo y Rubén no paro en toda la mañana, así que intentaba enterarse de que iba todo lo más rápido posible, al menos así fue hasta que ese nombre atraía su atención de todas las letras que contenía su papel.

Levanto la mirada desesperada recorriendo la mesa hasta clavarse con la mirada igualmente sorprendida de Genaro al otro lado. Su piel blanca se volvió transparente y esa voz segura se volvía nada.

"Dios, no permitas que hablemos" rogaba mientras la reunión pasaba. Fueron solo 2 horas, y ella lo sintió como toda una vida, así que incapaz de mantenerse serena, en cuanto el hombre dijo, "es hora de que hagan sus tratos" Alana se levantó dejando a una joven con la lista de cuales SI serían sus futuros aliados y quienes no, para dejarles su tarjeta y contactarlos después para un trato.

A nadie se les hizo raro que la joven saliera de la reunión pitando, "Los grandes dueños siempre andan aprisa" dijo el organizador mirando a Genaro quien dejando a Beto a cargo salía dando zancadas tras ella.

El pantalón sastre y las zapatillas le estorbaban, quería correr, quería volar, lo que fuera, lejos de él. Pero parecía que cada paso se pegaba al asfalto. Salió de golpe de ese enorme edificio para intentar tomar un taxi, pero antes de que pudiera levantar la mano, Genaro la conducía del brazo por la calle.

-Solo quiero hablar, no quiero nada más...- Alana pensó forcejear, pero lo último que quería era llamar la atención de mas

-Genaro- dijo firme- debes soltarme, no quiero hablar contigo-

-Alana, no me hagas esto- ambos se frenaron uno frente al otro

Genaro seguía tal cual le recordaba, con esa enorme espalda y quizá dos o tres tatuajes de más, su barba pintaba algunas canas, y esos ojos esmeraldas eran iguales a los de su pequeño Rubén, sintió que la vida le fallaba, y que las ganas de arrojarse a sus brazos y decirle cuanta falta le hizo le ganaban. Pero no; y clavándole la más frías de sus miradas le dijo

Los BravoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora