Cuentas Pendientes.

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Alba escucho a Alana pelear abajo desesperada, Genaro la sostenía en sus brazos mientras repetía una y otra vez el nombre de su hermano intentando sacar respuestas de la nada.

-¿Qué le paso a Adolfo?- pregunto Alba mirando a su yerno

-Pablo le disparo en la salida del pueblo, está en el hospital-

Alba sintió que el aire le faltaba, era como ser joven de nuevo intentando respirar bien. Abel llego a sostenerla en sus brazos, tomo su rostro en lágrimas y susurrándole "El estará bien" la hizo respirar de nuevo.

Abel salió del lugar seguido de Víctor, Genaro llamo a su padre pidiendo mandara más gente con ellos. Pero Alba, Alba no podía quedarse tranquila y mientras todo era caos tomo sus llaves y salió con dirección a ese lugar que tantas pesadillas le dieron por años.

Mientras entraba los recuerdos le atacaban la memoria, pero ella no podía más, estaba furiosa, y necesitaba que todo terminara. Era como si estuvieran dispuestos a terminar con su familia uno a uno.

Pedro estaba sentado tomando café en la entrada, cuando vio esa vieja camioneta entrar el corazón y la mente le dieron un vuelco. Después de tantos años Alba venía a enfrentar su pasado. La vio bajar en vaqueros y camisa a cuadros, ahora tendría más de 50 años, y el casi 60, pero en su alma el dolor se sentía tan joven.

-¿Planeas acabar con toda mi familia?- lo encaro soltándole una bofetada

-¿De qué pendejo hablas?- pregunto sin levantar el rostro

-Tu maldita gente le ha disparado a mi hijo- y eso desestabilizo completamente a Pedro

-No sé de qué hablas- la miro a los ojos sin miedo- así que lárgate de aquí, ve a vivir tu maldita vida perfecta-

-¿Acaso estás loco? Escúchate Pedro, te he dicho que mi hijo está muriendo y tú te centras en tu maldito rencor

-¿Qué quieres que haga? –

-Quiero que alejes a tu maldita sangre envenenada de mi vida- lo empujo con toda la furia que guardo contra el por años- no solo arruinaste mi vida, ahora vas por la de mi familia, ¿Qué clase de maldito enfermo eres?- Pedro no pudo más, soporto ser señalado por todos, pero el que Alba tuviera el valor para pararse frente a él y recriminarle todo como culpa suya era el colmo de su sufrimiento

-¿Crees que yo no he sufrido? He vivido a la sombra de mi maldito hermano, viendo como tiene todo lo que debía ser mío, tus hijos tendrían que ser mis hijos, tu felicidad la mía, ¡pero no! Yo termine siendo el maldito hijo de puta que se quedó con las sobras- y su mirada siempre tranquila ahora estaba en mar- acepto que mi hija ha actuado mal, pero no puedes culparme a mí de ello. Si ella ha vivido con rencor es por su culpa. Incluso estas tierras en las que he dado mi vida no me pertenecen. Ustedes nos han quitado todo, y quieres que detenga algo que han provocado. Que descarada eres-

-Te lo advierto Pedro- lo sujeto del brazo para regresarlo mientras intentaba entrar de nuevo al rancho- si no detienes a tu maldita hija, no me voy a tentar el alma. Si mi hijo muere, vendré por ti, no pienses que me hará falta Abel para mandarte al infierno-

-Has cola, que esta cabeza la persigue más de uno, y mira- señalo la entrada- ahí viene uno más que quiere verme muerto-

Belmont caminaba apoyado en su bastón, la muerte de su hija le sumo años, pero Adán, Adán lo miraba con odio, con tanto odio que por primera vez en su vida Pedro le tuvo miedo a alguien más que no fuera Abel.

-Váyanse al puta infierno- dijo Pedro entrando a la casa

-¡Tía!- grito Adán corriendo a su encuentro- ¿Qué haces aquí?-

-Alana nos llamo dijo que saliste del rancho sin decir a donde-

-Ese mal nacido- limpio sus lágrimas sintiendo el abrazo de su amigo- va a acabar con nuestra familia-

-Claro que no- dijo Vincent- están simplemente cavando su propia tumba-

-Vámonos de aquí- dijo Adán- si continuo más tiempo, yo mismo lo matare a patadas- en el auto Magdalena les esperaba, tenía una vida sin ver a su hermano, pero verlo enfrente de Alba la regreso en el tiempo.

Aun recordaba el día que trajo la invitación para su boda, como su padre no le abrió ni la puerta, era como si fuera una extraña de ese lugar. Si ella pudiera, quemaría todo, lo derrumbaría, solo así, en pedazos todos aquellos que morían de dolor podrían estar en paz.

En el hospital Jacob y Abel esperaban que saliera de cirugía, la bala se le incrusto en el costado y solo podían esperar que todo saliera bien. Alba llego directamente a los brazos de su marido quien no podía terminar de comprender todo lo que pasaba.

Pronto la policía llego a interrogarlos y tuvieron que salir a la comisaria junto con Jacob. Alana llego junto con Adán, quien acariciaba su cabello intentando que su corazón no muriera de amargura.

Adán y Alana salieron a Fumar y entre las bancas, sentada mirando la nada estaba Sofía.

-¿Qué haces aquí?- llego a ella sorprendida- creí que te habías ido con tu padre

-Fue mi culpa Alana- la abrazo- perdóname...-

-Tranquila- la apretó contra su pecho intentando no romperse con ella- nada de esto es culpa de nosotros, y ustedes estuvieron en el lugar equivocado-

-Si me hubiese marchado sin armar escándalo, si me hubiera despedido de él, Alana, solo quería despedirse de mí...-

Adán miraba la escena, y en su mente hacia una lista. La primera persona que partiría de este mundo con su ayuda seria a Pamela, ella le quito a la primera mujer que amo en su vida, le quito a su hermana, a la única persona que lo entendía sin juzgarlo. Después se iría Pedro, él era el causante de todo, hizo sufrir a su madre y sus tíos, siempre tuvo en ascuas a su padre y después de verlo enfrentar a Alba sabía que era un maldito enfermo igual que él. Finalmente seria Pablo, él y sus aires de grandeza, si solo hubiese sido listo, pero el ego le jugo en contra haciendo llorar al amor de su vida. Haciéndola sentir que ella era la culpable de todo. Además, él le quito la inocencia, y lo recordaba alardeando de ello frente a él aun cuando era un niño. No le importaba mancharse las manos, ya era un pecador. Simplemente terminaría de firmar su sentencia.

A la mañana siguiente Fernando Cuervo llegaba a esas tierras que dejo atrás, mirar a su hijo tras las rejas era un golpe en su propio ego y el agachar la cabeza frente a uno de sus más entrañables amigos fue la cúspide de su humillación.

En el hospital Adolfo estaba fuera de peligro y el alma de todos descansaba. Lo primero que pregunto fue por Sofía, hasta donde el recordaba la tenían esos malditos y no recordaba haberse defendido.

Abel tenía tanto poder como Dios, así que la culpa termino siendo puramente de Pablo, nadie diría lo contrario y nadie levantaría la mano contra su hijo nunca más.

-Hola...- detrás de la puerta una voz temblorosa y un rostro enrojecido por el llanto se hacía presente

-Sofi..- no termino ni de decir su nombre cuando la sintió tomando su rostro para llenarlo de besos que le habían hecho falta hacia días- voy a pedir que me disparen más seguido-

-No digas tonterías... perdóname... de verdad, fui una tonta- Adolfo levanto su mano acunando su rostro, estaba feliz de verla entera, incluso si hubiese muerto, el solo saber que estaba a salvo le sería suficiente-

-Que fortuna poderte poner a salvo- le susurro, devolviendo el beso- preferiría morir antes de verte dañada por esos infelices- y la joven no dejaba de llorar- mira el lado bueno, te saliste con la tuya- intento bromear sin mucho éxito- vamos, tranquila, todo estará bien-

Pero Sofía no podía dejar de llorar, amaba a Adolfo y el solo pensar que lo perdería fue la peor sensación que tuvo en su vida.

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