Maldiciones

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No fue difícil enterarse en Las Palmas de que uno de los predilectos de la Ilusión había regresado a Las cumbres, seguramente algo había hecho, de lo contrario ¿Por qué estaría desterrado? Pamela lo observo durante días, trabajaba, bebía y cogía, nada fuera de lo común, necesitaba información, quería saber que estaba pasando, y porque no estaba con Alana.

Así que en cuanto tuvo la oportunidad, se acercó a Las flores, la quinta del Francés, donde el solía pasar la mayor parte del tiempo. El pretexto fue el arroyo que cruzaba las propiedades, así que haciendo gala de sus mejores mañas llego hasta donde Sergio se encontraba organizando el trabajo del día.

-¿Usted es el capataz de Las flores?- Sergio levanto la mirada para toparse con una tentación encarnada, sabía quién era, y era lo suficientemente listo para saber qué era lo que buscaba.

-Lo soy, Sergio Méndez- le saludo formal- ¿Con quién tengo el gusto?-

-Soy Pamela Villegas, vengo de la quinta el Paraíso, y me gustaría poder hablar sobre el problema que existe con el arroyo de nuestras tierras colindantes- Sergio la miro un momento, si bien estaba molesto con Alana, no era para tirarla a los lobos.

-Hasta donde tengo entendido, se tiene un acuerdo con el patrón-

-¿Con mi padre?- y Sergio la miro por debajo de sus lentes con una sonrisa burlona

-Yo he dicho el patrón- Pamela hirvió en rabia, sabía que el lugar era de los hijos de Belmont, pero no creyó que Sergio respondería de esa manera- si no tiene otra cuestión- señalo la puerta y esa fue la cúspide de su humillación.

-Qué carácter, el que te echaran de la Ilusión te afecto después de todo- Sergio levanto la mirada para sostener la burla de esa rubia de pierna cruzada que lo miraba esperando algo que el claramente no daría.

-Mira, se lo que quieres- le dijo recargándose sobre el escritorio- y mi fracaso en el amor, no te compete, el que este aquí es un gusto propio, porque cuando tenemos decencia, no rogamos, nos alejamos, algo que jamás sabrás-

-Que bueno que nos estamos descarando- dijo sonriendo viendo la frustración que esas palabras conllevaban- Yo solo quiero lo que es mío, mi rancho y Genaro, bien podrías tomar lo tuyo, Alana y su fortuna-

-Yo no soy basura, aunque aquí apesta como tal- y señalando la puerta nuevamente

Pamela salió pitando del lugar, no podía creer que ese hombre siguiera siendo fiel a esas gentes, cuando claramente todo le salió mal. Manejo hasta los Cuervo, donde Pablo la escucho un largo rato quejarse.

Una vez que termino, comenzó a contarle una historia casi de miedo. El rodeo intermedio de Tennessee había tenido lugar unos cuantos días atrás, y mientras el vagaba buscando una buena apuesta, sus ojos se encontraron con la imagen mas aterradora que pudo imaginar.

Era Alana oculta entre las gradas hablando con Genaro. No lo podía creer. ¿En que momento se volvieron a encontrar? Los escucho como pudo, pero solo recibió una mínima de información. Claramente nadie mas de los presentes sabían que el y ella estaban juntos, y ahora que sabia que Sergio estaba en las palmas todo tenia mas sentido.

-¿Cómo puede ser posible?- Pamela giraba molesta en el despacho- Después de tantos años, se encuentran y vuelven a su amorío como si nada, es que no me lo creo-

-Supongo que es la libertad de vivir lejos de sus padres, aunque era obvio que ambos volvieran a las andadas al reencontrarse-

-¿Qué me dices? Me quiero morir, necesito que esa maldita regrese con sus padres-

-Lo se, yo necesito lo mismo, además, tengo dos que tres negocios atorados por su culpa-

Pablo intento poder acceder a la asociación ganadera de Nebraska, pero al no ser un productor de confianza se le negó mas de una vez, sorprendentemente, supo que Genaro estaba dentro de ella, y mas se sorprendió al ver el nombre de Alana como nuevo miembro en la directiva. Si bien esto era una coincidencia, Pablo no podía dejarlo pasar.

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