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El comienzo•

El lindo castaño apenas llegaba de la universidad.

Había sido un día bastante ajetreado para él, aunque ya estaba bastante acostumbrado al ritmo estudiantil que llevaba hace dos años. Había tenido un examen bastante importante, por lo que últimamente apenas había podido dormir la cantidad de horas necesarias. Sus ojeras eran prueba de ello.

El timbre de su hogar sonó.

Rápidamente terminó de colocarse una de sus playeras viejas, que usaba solamente para estar en su cómodo departamento. Casi corrió a la puerta de su pequeño hogar al ver que la persona detrás de esa puerta no parecía tener mucha paciencia. El timbre seguía sonando.

Al abrir la puerta, no había nadie.

-¿Pero qué...?- Funció el ceño extrañado.

Encogiendo sus hombros cerró la puerta, para ir directo a su cocina a preparar un poco de comida.

No era experto, pero su comida era... aceptable.

Con paciencia, para no arruinar su cena, preparó una pequeña sopa de vegetales. No era su favorita pero no tenía mucho y su cansancio no le permitía ir de compras para algo mejor.

Una vez lista la sopa, con cuidado tomo un tazón, que había sido regalo de su madre cuando había decidido mudarse, sirvió el contenido de la olla. Lo tomó entre sus manos, notando lo caliente que se encontraba. Rápidamente lo colocó sobre la pequeña mesa donde comería.

Para entretenerse y despegar su mente, se acercó a la vieja radio que tenía sobre su refrigerador, dejando un canal de noticias. Tomando asiento frente a su cena, comenzó a degustarla mientras dejaba que la información lo distrajeran de su tantas preocupaciones.

Sin embargo, no pudo evitar pensar en que el próximo domingo debía ir a casa de sus padre por el cumpleaños de su tía.

Obviamente no podían faltar las malditas preguntas de siempre."¿Donde está tu pareja Binnie?, ¿Aún no has dejado la universidad?, ¿Estas seguro de la carrera que has elegido? Hay mejores, ¿No has pensado en dejar ese trabajo? No es lo suficiente bueno para ti" A pesar de que quería mucho a su familia, no podía evitar molestarle ese tipo de cosas. No tenía pareja simplemente porque no estaba interesado, no pretendía dejar sus estudios, amaba su carrera, el diseño gráfico le gustaba realmente, y tampoco dejaría su trabajo, porque a pesar de que no amaba atender una cafetería cada mañana, la paga era realmente buena para poder mantenerse por sí mismo. Pero su familia no parecía entender nada de eso.

Estaba tan perdido en sus pensamientos que no notó el pequeño ruido sobre la encimera de su cocina, más si se distrajo en el momento en que la radio fue cambiada a una emisora de música.

Una bastante alegre a decir verdad.

Terminando de cenar, tomo su tazón y lo dejó a un lado para luego lavarlo. Extrañado se acercó a la radio, notando la perilla corrida ligeramente hacia la derecha. Apagó el artefacto, creyendolo dañado.

Dejó la cocina para ir directo a su habitación, trataría de descansar un rato y luego seguiría mínimamente unas dos horas más con sus estudios.

Abrió la puerta de esta, dejándola levemente abierta. Se introdujo en la habitación, quitándo su calzado y tirandolo a un costado saltó sobre la cama, cerrando los ojos al sentir la comodidad de esta. Acurrucandose entre las cobijas y almohadas, trato de conciliar el sueño.

Su estado de conciencia era casi nulo, hasta que un pequeño ruido de su puerta siendo abierta lo trajo nuevamente a la realidad. Abrió los ojos, con pesar, pues tenía bastante sueño. Se incorporó en la cómoda cama para revisar, encontrando el cuarto vacío pero con la puerta más abierta de lo que recordaba. 

Creyendo que era el viento, aunque era extraño porque no habían fuertes corrientes de viento dentro del departamento, prefirió volver a su acción anterior. Seguir durmiendo, o intentarlo por lo menos.

Y para sorpresa de nadie, un golpe un poco más fuerte volvió a despertarlo.

Esta vez un poco más preocupado, se levantó de su lugar, llendo hacia la perilla de la luz y así encenderla. No encontró nada extraño pero prefirió seguir buscando.

Debajo de su cama, en su armario, en su biblioteca, su escritorio e incluso en la canasta de ropa sucia. Busco, pero no había nada.

Acercándose lentamente a la puerta de su habitación, se asomó a su pequeño pasillo pero este estaba vació. Cerro con cuidado y prefirió dejar la luz encendida, volvió a paso lento a su cama, recostandose lentamente en esta, fregando su rostro con sus manos para tratar de tranquilizarse.

Hasta que un golpe sonó en su ventana.

Rápidamente tomó una de sus pantuflas y furioso la tiró contra la anteriormente nombrada. El golpe fue fuerte, resonando por toda la casa. Sin embargo, eso no fue lo que dejó helado a Bin.

Sino una pequeña voz proveniente detrás de las cortinas.

-¡Oye! ¡Eso dolió!.- La voz sonó suave y bajita.

En una especie de shock se acercó lentamente a la cortina, ahora con su otra pantufla en mano. Una vez frente a la ventana corrió la tela oscura con lentitud, preparado para algo que no tenía idea que era.

Sorprendiendose el doble de lo que estaba al verlo.

Una pequeña ¿persona?, o algo bastante parecido pero con alas, sentado sobre el marco del vidrio, sobandose el pequeño brazo con su diminuta mano. Su pequeño rostro era una obra de arte, pequeños pómulos sonrojados como dos cerezas, un pequeño mohin en sus labios y ojitos entrecerrados por la luz. Este pequeño al encontrarse descubierto cambió su expresión a una de susto.

-¡P-por favor, no me dañes!.- Su voz salió angustiada y sus alas bajaron, encogiéndose junto a su cuerpecito de no más catorce centímetros. Sus manitas se movieron nerviosas tratando de protegerse con ellas.

Moonbin soltó la pantufla de su mano, aún aturdido, arrodillandose para ver más de cerca a la cosita frente a él.

Dudoso tomó la palabra.

-¿Qué... qué carajos eres tú?.- Preguntó en tono bajo.

No sabía que creer. Tal vez estaba aún dormido y esto era un sueño. O tal vez se había desmayado en la calle, golpeándose la cabeza en el proceso. Hasta podía creer que estaba drogado con alguna sustancia extraña que le había echado a su comida por error.

Esto definitivamente no podía ser real.

-Y-yo....- El pequeño se debatía por responder, tenía miedo. Pero decidió hablar, esta vez tomando valor para presentarse.- ¡Me presento, soy Cha Eunwoo! ¡Soy tu hada guardián y me han enviado para ayudarte a ser feliz, Binnie!.- Sus mejillas se habían sonrojado nuevamente mientras mostraba una linda sonrisa en su pequeña carita. Sus alitas salieron de su escondite mientras se balanceaba de lado a lado mostrando su felicidad al tener su misión.

El silencio reinó por unos minutos, hasta que Moonbin por fin habló.

-Creo que si estoy drogado.




𝐂𝐮𝐞𝐧𝐭𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐇𝐚𝐝𝐚𝐬 || 𝐀𝐝𝐚𝐩𝐭𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora