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Un día más en ese desconocido ambiente, una raya más marcada en una piedra que lleva la cuenta de su tiempo en esa desconocida prisión.

Los árboles de sakura empiezan a secar, el frío invade sus fosas nasales filtrado por ese intento de puerta, que no era más que una simple y hueca tela.

Lo único que le cubre es una manta fina y sucia.

El chico de cabellera negra atada en una coleta tiene una sonrisa provocada por sus sueños, recuerdos de su pasado quemados por el fuego y sangre de sus acciones.

Un bosque de bambú, corre tras los pequeños insectos que se arrastran rápidamente por la tierra.

El pequeño niño de siete años sonríe de oreja a oreja. Sus pequeñas y frágiles manos aprietan algo con fuerza.

—¡Kite-san! Lo encontré— corre a pie desnudo hasta llegar tras un hombre que con esmero corta la raíz de un bambú una y otra vez.

Sus cabellos de un extraño plata, tan largos como su katana. Su túnica impecable de color azul marcan su delgada figura a medida que se pone de pie para mirar al pequeño pelinegro.

—Vaya, es un excelente ejemplar de escarabajo rinoceronte— felicita el hombre acariciando con cariño la cabeza del infante.

—Se lo enseñaré a Mito-san y Abe-san cuando regrese— emocionado aprisiona aún más fuerte al insecto.

Kite imagina el rostro de horror de ambas mujeres. Suelta una leve carcajada y se arrodilla frente al niño.

Sus ojos anaranjados y brillantes le recuerdan a su viejo amigo y maestro. También padre del menor. Ging Freecss.

Un caza recompensas que actualmente se encontraba sirviendo como samurai.

El dolor en el pecho de Gon no se ha disipado del todo, nuevamente recuerdos que llenan de furia su mente, el deseo de matar

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El dolor en el pecho de Gon no se ha disipado del todo, nuevamente recuerdos que llenan de furia su mente, el deseo de matar.

Un hilo rojo tan brillante como la sangre y tan duro como ningún otro hilo que hubiera visto, siempre atado a su dedo anula con fuerza. Cualquiera fácilmente diría que era cosa de almas gemelas, pero, Gon sabía que este hilo no era así, era un rojo de furia y sentimientos erráticos de asesinato, sentía que del otro lado se encontraba alguien a quien odiaba profundamente.

Y si era así, era mejor mantenerse alejado, su demonio podría atacar en cuanto se volviera incapaz de controlar sus pensamientos.

Kurapika parecía haberse vuelto más amable con él, Leorio por su parte parece tener lastima. Tal vez descubrieron el origen de su demonio. Tal vez les dió pena.

Pensamientos de murmullos que remaban en su subconsciente pudieron finalmente flotar en su psique, no quería eso. Odiaba ser compadecido.

Debía hablar con ellos, sería claro, y solo de ellos dependería si se quedaba o no.

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