La cerradura se movió. Después de una dura hora, convenciendo a su jefe de que había sido un error dejar a ________________ sola, por fin estaba regresando a casa.
Aún tenía su trabajo, pero pensándoselo bien... prefería mil veces dejar todo lo que tenía, por deshacerse de ella.
Era tan frágil todo lo que sentía. A veces la odiaba y otras veces... parecía importarle más que su propia vida...
Entró. Las luces estaban apagadas. Excepto la de su habitación, ¿acaso ________________ estaba ahí adentro?
Lo siguiente que vio, respondió exactamente sus dudas.
- Regresaste. - sonrió ella. Traía puesto un camisón que le cubría hasta el principio de los muslos. Jesús permaneció callado. Sin decía una sola palabra, las cosas podían terminar mal.
- ¿Te gustó la sorpresa? - se rio sola un par de segundos.
Lo estaba disfrutando demasiado para ser verdad. Jesús apretó los puños. _________________ lo consumía. Lo tenía en sus manos. Se apoderaba de él como a un
muñeco. Jugaba con él. Jugaba de la peor forma.
- oye... tienes fresa en los pantalones...
De pronto, un gemido. El rostro de ________________ asustado.
Miraba a Jesús con ojos de niña pequeña.
Lo que justamente era pero trataba de ocultar. Todo el temor que estaba sintiendo, desde que aquel asesino había
empezado a matar a su familia, salió a borbotones. Tenía miedo.
Jesús la había empujado hasta la pared y la había acorralado entre sus brazos... era momento de aclarar unas cuantas cosas.