Capítulo 7.

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Sarang

        Pegué el cartel que Hyuk había escrito en su puerta con cinta de papel. Me detuve a mirar su letra desprolija unos segundos y una sonrisa surgió en mi boca. Era un niño... Anoté su miedo a la oscuridad y su actitud un poco más infantil que la de el resto en un pequeño cuaderno anillado que usaría para juntar toda la información sobre ellos, para conocerlos mejor, para poder formar sus personalidades y claro que cualquier cosa que pueda llegar a servirme para el caso.

        Sentía una gran curiosidad por ellos. No solo por el trabajo, sino tambien porque quería que se abran a mí y formar un vínculo especial con ellos. Ya no les quedaba nada. Tendrían que comenzar una vida nueva, y era mi deber ayudarlos a eso. ¿Pero cómo hacerlo si recién estoy  descubriendo sus nombres? Todo a su tiempo, Sarang. Suspiré.

        Fui al cuarto de al lado, donde se encontraba el chico del cuerpo anteriormente dibujado. En el hospital le habían limpiado todo el bodypaint. Toqué la puerta y él abrió. Se veía lo suficientemente sano como para poder moverse como el cuarto, y eso era un pequeño avance.

        -Hola. Vengo a dejarte un té y cambiarte las vendas. Es una recommendación del médico...-dije, con un deje de pena en mi voz. Por alguna razón, él me intimidaba un poco, aunque se veía bastante agradable-. Permiso.

        Se corrió de la puerta y entré. Se sentó en la cama y me miró en silencio, como si esperara una orden de qué debía hacer.

        -Voy a tener que pedirte que te quites la remera, lo siento. Entiendo si te incomoda per...

        Antes de que termine la frase, la deslizó por sobre su cabeza, como si fuese normal desnudarse frente a una desconocida. No pude evitar taparme los ojos. Fui un poco grosera, es cierto, perono tienes todos los días a un chico en tu casa que no sabes su nombre, que está extremadamente lastimado, que no tiene la remera puesta y que tiene un cuerpazo como ese.

        Hice una reverencia como disculpa por mi maleducación e intenté no concentrarme en su torso. Me arrodillé frente a él y quité las vendas viejas. Me miraba. Comencé a limpiar sus heridas como el médico me había indicado y vi como sus ojos se ponían en blanco, clavados en la pared, aguantando el dolor que le causaban sus lastimaduras. Otra vez lo hacían. ¿Por qué se abstenían de gritar, llorar o expresar sus sentimientos? Son reacciones naturales que el cuerpo tiene ante el dolor.

        Terminé con mi labor y le coloqué vendas limpias. Arranqué otra hoja del cuaderno y se la dí con una fibra azul. 

        -Por favor, escribe tu nombre.

        Me miró, tomó los materiales y garabateó rápidamente y grande "Ravi". Me entregó el papel torciendo su boca en lo más parecido a una sonrisa que me había dado cualquiera de ellos desde que llegaron.

        -Mejor vuelve a ponerte la remera.

        Se volteó para tomarla y noté que al final de su espalda tenía un tatuaje de una lengua de fuego. Volvió a cambiarse, y me miró de nuevo.

        -Me voy, tengo que seguir con los otros. Buenas noches...-miré la hoja- Ravi. Descansa.

        Le sonreí y me fui de su cuarto para que pueda dormir tranquilo, y otra vez pegué la hoja con su nombre en la puerta. Anoté su tatuajé en una página del cuadernillo para poder pensar o buscar un significado. Me moví al cuarto siguiente, donde se encontraba el chico que parecía el más tranquilo de los seis.

        Toqué la puerta y entré, encontrandome con él, recostado en su cama. Tampoco estaba tan lastimado, parecía ser el más sano, pero a su vez parecía ser uno de los más afectados en cuanto a sus sentimientos. Miraba el techo de una manera parecida a la mirada de los autistas.

        -Permiso...si no te molesta, necesito cambiarte las vendas.

        Se sentó suavemente y repetí el proceso por tercera vez. Le sonreí, esperando darle un pequeño apoyo, para que me dejara de mirar con los ojos vacíos, de la manera en la que lo estaba haciendo, e intenté convencerlo de que estaba bien.

        -Parece que no estas tan herido, te ves mas sano que tus amigos. 

        Inmediatamente me arrepentí de las palabras que salieron de mi boca. Temía haberlo ofendido, pero cuando estaba por disculparme, hizo una seña con la cabeza como si estuviese dándome la razón. Me sonrió, y me sorprendí. Por un momento tuve que evitar llorar y abrazarlo, porque de esa manera sí lograría incomodarlo. Pero ese pequeño gesto, había significado un mundo para mí. 

        Le dí una hoja y un fibrón rosa, indicandole que escriba su nombre. Con una letra clara y muy grande, escribió Ken. 

        -Muchas gracias. Descansa, ¿si?

        Me fuí del cuarto, y al cerrar la puerta sentí que mi corazón estallaría. De a poco comenzaba a entenderlos. Ellos no eran piedras. Simplemente habían formado un escudo a todo lo que no sea lo que ellos conocía, y deberían estar muy afectados por lo sucedido. Tendría que buscar maneras más sencillas de acercarme a ellos. 

        Pegué su nombre en su puerta y me crucé de brazos. 

        -Ken.

        Repetí. Y anoté su pequeño gesto de sonreírme y la evolución rápida de sus lastimaduras. Miré la puerta siguiente y me acerqué, pero antes de que pudiera tocarla, se abrió.

Everything will come true [Vixx]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora