Día 23. Mudanza

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Se lo habían pensado desde hace meses, casi el año, el mudarse juntos. Todos sus amigos y conocidos opinaban que era una pésima idea, "es mejor continuar por camas separadas" había dicho Rhodes, pero la verdad es que llevaban muchos de sus días y muchas de sus noches en que la cama era una sola y cuerpos dos. Ya era momento de dar el siguiente paso en su relación.

"Deberíamos mudarnos juntos", opinó Stephen en una de las noches que Tony llevó comida china y Wong no estaba en el santuario. Stark no se asustó, más bien, comenzó a comer de la ansiedad porque deseaba llamar al servicio de mudanzas en ese instante.

Aunque decidieron tomárselo con calma, a las pocas semanas estaban remodelando el santuario y ampliándolo para el taller de Stark. Era una maravilla, como si estuviesen comprometidos, pero de eso ninguno hablaba que todavía se sonrojaban al solo pensarlo.

La mudanza era un gran paso, uno que debían dar con calma y con tranquilidad, decidiendo lo que es bueno y correcto para ambos.

Al final del segundo día, cansados, se recostaron sobre el suelo mirando el techo con uno nuevo y mejorado candelabro.

—Esto está resultando mejor de lo que pensé —murmuró Strange, con la vista solo hacia arriba y sus manos sobre el piso de madera—...incluso el nuevo color de nuestro dormitorio es bueno, y bonito.

—Sí...como tú —halagó Stark, mirando cómo el pelinegro se sonreía y cerraba sus ojos permitiéndose soltar una risita entre dientes—. No llevamos más de una semana viviendo juntos, por completo, y creo que ha sido la mejor decisión de mi vida.

Stephen guardó silencio por un par de segundos para luego recostarse de un costado, fijando su mirada en el de ojos marrones, diciéndole con ternura: —Yo ni siquiera quiero que te marches.

—No te preocupes, cariño —murmuró, humedeció sus labios deseando besarle pero se contuvo para continuar hablándole—... No quiero molestar al de mudanzas de nuevo.

El hechicero reprimió una risa entre sus dientes, mordiéndose la punta de la lengua para no darle la satisfacción a su novio acerca de su mal chiste.

Pronto, Stephen se recostó en el pecho de Tony, cerró sus ojos y se acurrucó confianzudo. Si así sería el resto de sus días, aunque fuera en el piso, pues bendita sea la mudanza.

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TULIPÁN | IRONSTRANGE FLUFFTOBERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora