Ellie & Ignati.

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Ellie.

Estaba ansiosa por esto, las locas ideas de mi cabeza no dejaban que pueda pensar con claridad y sumado a las ocurrencias de mi hermana acompañada de mis primas no dejaban que pueda arrepentirme de estar aparcando mi auto en la casa de la familia Sokolov. Ignati estaba de visita en la ciudad y esto debía aprovecharlo porque no sabía cuando él volvería de nuevo. Esta relación a distancia a veces se vuelve muy tediosa, se que solo tenemos diecisiete años, pero no quita que aparezcan todas mis inseguridades cuando estamos cada uno esta en continentes separados.

Él en San Peterburgo, Rusia.

Yo en Chicago, Estados Unidos.

Amo a ese loco chico ruso por su inteligencia, sus malos chistes, sus charlas sobre hongos, su hermosa sonrisa y si amo cada parte de Ignati que me hace feliz.

Siento que es la persona indicada por eso quiero intentar esto, solo con él.

— Buenos dias, señora Danna — saludo a la madrastra de mi amigo que justo abre la puerta de su gran casa.

— Bienvenida Ellie, Iggy estaba preguntando a cada segundo si ya habías llegado — me cuenta con diversión.

— ¿Quién es mamá? — se escucha la voz de Lucía, la hermanastra de Ignati que me mira frunciendo el ceño.

Algo de ella no me cierra y es por eso que siento que no puede caerme de una buena forma.

— Hola Lucía — la saludo por educación.

Ella en cambio bufa y rueda los ojos, siendo muy descortés en el proceso.

— Son celos de hermana — acota la señora Sokolova tratando de restar importancia a la actitud de su hija.

— ¡Ellie! ¡Ellie! — chillan dos voces del interior de la casa que no tardan nada en correr para estar cada una aferrada a mis piernas.

— Hola bonitas — digo dejando un beso en la mejilla de cada una de las gemelas hermanas menores de Ignati.

— Ellas si te aman — se ríe su madre mientras entramos a la gran casa.

— ¿Ignati? — consulto.

— En unos minutos llegará, acompañó a su padre a solucionar temas sobre el sistema de seguridad — me cuenta la señora.

— ¿Ellie me haces una trenza? — me pregunta Tassia haciendo un tierno mohin.

— ¡Yo también quiero una! — exclama Tanya su hermana gemela.

Sonrío y asiento generando que las niñas griten con locura, mientras su madre niega con diversión.

No se cuanto tiempo paso con ella, primero trance sus cabellos, luego vino la sesión de maquillaje y por último la de moda. Estábamos disfrutando de un desfile de moda cuando las gemelas se rieron tapando su boquita mirando a la persona que estaba detrás mío. Cuando me giro me encuentro con la mirada de la persona que estaba esperando y no dudo en saltar para abrazarlo.

— Queremos mucho a tu novia, Iggy — afirma una de las gemelas.

— Hola Pinky — me saluda estrechandome más contra su cuerpo.

— Hola Cerebro — digo besando su mejilla.

Nos decíamos de esa forma, por culpa de su primo y el mio. Noah tiene la mala costumbre de llamarlo rata de laboratorio, un día nos vieron en un parque donde Sasha nos grito que nos parecíamos a Pinky y Cerebro, no falta decir quién es quien. La cuestión es que nos habíamos adueñado de ese mote para cuando estábamos solos decirnos de esa forma.

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