Marena & Brandon.

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Marena.

Doce semanas de gestación, no voy a negar que algo de miedo siento. Se que esto no es como fue hace años atrás, es totalmente diferente y nadie puede hacernos algo en Irlanda, pero no quieta que sienta temor dentro mío.
Fue hace tanto de la pérdida de nuestro primer bebé, se que no fue mi culpa, pero se que esta vez queremos hacer las cosas mejor que bien, la seguridad de él o ella es lo más importante en este momento en donde lentamente crece dentro mío.

Solo pasaron unas semanas del momento que le comuniqué a Brandon de la llegada de este nuevo bebé, con solo sentir esos mareos y vómitos matutinos, me dieron la alerta que algo estaba sucediendo. Definitivamente los métodos anticonceptivos no van con nosotros, solo que no importaba porque ambos estabamos sumamente feliz con la noticia de mi embarazo.

Nuestro bebé.

Suena tan lindo decirlo.

Quiero que pasen los meses rápidos para que llegue ese día que lo cargue en mis brazos por primera vez.

¿Una niña? ¿Un niño?

No se que serás, solo se que ya te amamos.

Mi mano descansa en mi vientre, para estar de tres meses es un poquito grande, pero no me quejo de ello.

— No tienes idea de lo hermosa que te ves — la voz de mi esposo me hace mirarlo a los ojos.

— Te estaba esperando — digo con una gran sonrisa mientras se acerca a donde estoy sentada. Se arrodilla, su boca se une a la mía y luego su mano esta tocando mi vientre.

— No iba a perderme el ultrasonido de nuestro bebé — contesta mirándome a los ojos.

— No iba ir sin ti — declaro tomando su rostro entre mis manos. Brandon no tiene idea de lo mucho que lo amo y lo importante que es en mi vida.

Tal vez nuestra historia de amor no era algo convencional, muchos no la entenderían, pero para nosotros esta historia es única y pronto todo este amor dará frutos.

— ¿Qué estamos esperando para irnos? — consulta levantando y extendiendo su mano para tomar la mia. Una sonrisa se forma en mis labios al ver como me envuelve entre sus brazos. — Te amo, mi niña — agrega juntando nuestros labios.

Acompañado de nuestros guardaespaldas vamos a la clínica privada de Dublin para ver de nuevo a nuestro pequeño bebé. La vez pasada la obstetra había visto una bolsa superpuesta, ella nos dijo que no era nada de que preocuparse, podía desaparecer o albergar otro bebé, así que existía la gran posibilidad que no tengamos uno sino dos bebés.

Un gran desafío, pero uno del cual me hago mucha ilusión.

— ¿Estás nervioso? — le pregunto a mi esposo mientras ingresamos al consultorio.

— Siempre estoy nervioso con estas cosas — afirma tomando su rostro entre mis manos.

— Te amo, eres lo mejor de mi vida  — declaro estrechandome entre sus brazos.

— Tú eres el mío — dice dejándome perder entre los brazos de mi esposo.

La doctora Finch hace su aparición y nos interroga sobre el embarazo. Si cambiaron los sintomas o sentí algo extraño, por suerte las náuseas y vomitos matutinos se fueron hace dos semanas atrás después me sentia bien, no había tristezas ni nada. Este embarazo es diferente, quiero que lo sea.

— Vamos a la camilla, señora Salvatore — me ordena.

No hay nada más lindo que ver a nuestro bebé en esa pantalla.

La doctora hace su trabajo, Brandon se aferra a mi mano, mientras la vemos poner el gel en mi vientre y colocar el cabezal para empezar a moverlo. Jadeo al ver que la forma se nota un poco mejor, pero no solo había una sino dos.

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