Capítulo 5

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Capi corto, pero  quizás haya más antes del próximo fin de semana, no quise que la espera fuese tan larga. Abrazo

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Gabriel había aceptado que su madre lo comprometiera a asistir a varios eventos de la temporada, reuniones y bailes, principalmente; y no había sido por darle el gusto sino porque quería volver a ver a Beth Lawrence. Era un hombre sincero consigo mismo, así que no pensaba darle muchas vueltas, quería verla y saber más, y al mismo tiempo asegurarse de por qué ella despertaba eso en él ¿Era solamente porque las circunstancias en que la encontraba eran extraordinarias y eso la ponía en una categoría diferente al resto de las jóvenes, o en verdad había algo más? Estaba dispuesto a resolver esas dudas y para ello necesitaba seguir viéndola.

Sin embargo , volvió a encontrarla antes de lo esperado, y por casualidad.

Había ido a retirar unos zapatos a medida que su madre había encargado para él. Cuando llegó a la zapatería, no había nadie, estaba abierta pero el dueño no estaba a la vista. Sintió voces y, siguiéndolas, llegó a la trastienda.

Allí estaba el viejo zapatero enfrascado en una partida de ajedrez con Beth Lawrence. Una vez más, ella lo sorprendía. Ninguno de los dos jugadores fue consciente de su presencia, así de concentrados estaban.

-¿No vas a dejarme ganar? – preguntó el hombre mesándose la barba

-Usted odiaría que yo lo dejara ganar, lo sabe- respondió ella mientras movía una pieza.

-Podrías intentarlo alguna vez, a ver si lo odio o no.

-¡Jaque mate!- exclamó alegremente la joven y aunque el anciano fingió refunfuñar la mirada lo desmentía. Parecía estar pasando un buen rato.Y él también sonrió, cada vez que la veía era una nueva faceta, valor, lealtad, inteligencia.

-¿Jugamos otra partida?-sugirió entusiasmada y fue entonces cuando el zapatero lo descubrió.

-Parece que tengo clientes, lo siento , no lo escuché llegar – se disculpó. Y ella también se puso de pie sorprendida.

-No hay nada que lamentar, acabo de llegar – mintió él pues llevaba allí un buen rato.

-Señor Devereaux- lo saludó ella.

-Señorita Lawrence – respondió él tocando el ala de su sombrero.

-Entonces es el señor Gabriel Devereaux, aún debo lustrar sus zapatos, me temo que lo haré esperar unos minutos más.Y deberé dejar esa partida para la próxima – le dijo a la joven

-No me molesta esperar, y si quiere puede jugar conmigo, mientras espero- sugirió Gabriel inmediatamente. Ella dudó, obviamente una cosa era jugar con el viejo zapatero con quien tenía confianza, y otra muy distinta con él. Casi pudo verla debatirse entre lo que correspondía y lo que no.

-Está bien, si no le molesta jugar con una mujer- accedió finalmente.

-Y una que puede ganarle – sugirió el anciano .

-No me molesta, ninguna de las dos cosas- respondió él sentándose frente a ella. Mientras acomodaba las piezas, pensó que era la primera vez que volvía a jugar tras la muerte de su abuelo, había llegado a creer que nunca más jugaría, que el ajedrez había perdido la emoción para siempre, pero aquí estaba lleno de entusiasmo por una partida. Y ella era mejor de lo que esperaba, una contrincante digna que lo obligaba a concentrarse en cada movida. También Beth estaba tomándose el juego en serio, iban a la par sin que ninguno pudiera sacar ventaja.

-Ya tengo su pedido- los interrumpió el señor Smith trayendo unos paquetes, luego se dirigió a la joven retomando la formalidad- También está listo el suyo, señorita Lawrence.

-¡Oh cielos!- exclamó ella de pronto- ¡LOS ZAPATOS DE PAPÁ! Mi madre me envió por ellos. Lo había olvidado, debo irme.

-Pero...la partida de ajedrez-protestó Gabriel.

-La próxima vez, debo irme – dijo ella apresurada, tomó el paquete de las manos del viejo zapatero y salió corriendo.

-Me temo que nos distrajimos antes y ambos olvidamos a qué había venido. Lo siento.

-Está bien, al menos ahora me debe un partido – respondió con una leve sonrisa y se levantó para retirar su pedido.

Beth estaba cortando flores para la reunión de té de su madre. Josephine estaba holgazaneando con un libro que no leía, más bien parecía estar distraída, muy lejos de allí.

-Jo, ¿en qué estás pensando? – preguntó y su hermana tardó un instante en reaccionar, luego le sonrió como para tranquilizarla.

-En que aún no es primavera y ya dejaras sin flores a nuestro jardín- comentó y Beth supo que era mejor no hurgar en los pensamientos de Josephine, sino seguirle el juego.

-No son tantas , solo lo suficiente para hacer estornudar a un par de nuestras invitadas.

-Madre, debió hacer la reunión afuera.

-Lo habíamos pensado pero parece que va desmejorar el día, nuestra madre dijo que estaría muy nublado y sabes que esa mujer tiene un extraño don para predecir el clima. Así que será adentro, y con jarrones llenos de nuestras flores tempranas ¿Te quedarás o vas a huir?- preguntó y si era sincera que los últimos años Josephine hubiera estado tan dispuesta a asistir a eventos sociales era sospechoso, y no podía durar mucho.

-Me escaparé- dictaminó- así que cuéntame si sucede algo interesante.

-¿Usarás a los diablillos Marshall como excusa?

-No son diablillos, y en realidad sí planifiqué pasar el día con ellos.

-La planificaste a sabiendas de que mamá haría la reunión.

-No declararé en mi contra – respondió Jo sonriendo.

-Me rindo- contestó Beth.

-Tú nunca te rindes.

-Sí contigo – respondió y extrañamente recordó a Gabriel Devereaux y su partida de ajedrez.Había dado su palabra así que imaginaba que algún día debería terminar aquella partida, aunque no se le ocurría una circunstancia en que pudiera jugar con él tan libremente como había sucedido ese día, de casualidad.

-¿Necesitas ayuda antes de que huya? – preguntó Jo.

-Creo que lo demás está listo. ¿Compraste los pastelillos, verdad?

-Sí, ya lo hice.

-Ahora que lo pienso, no te comiste ninguno, eso es raro. ¿Han dejado de gustarte los postres de la señora Peackot?

-Digamos que estoy a dieta- respondió su hermana y ella la miró incrédula.

-Tú jamás estás a dieta. Y si así fuera es muy selectiva porque Jo, sigues comiendo de una forma que asustaría a cualquiera que te viese. Solo has abandonado los pastelillos.

-Ohhhhh uno suele sacrificar lo que más ama- contestó teatralmente y una vez más Beth dejó de insistir. Su hermana siempre había sido muy particular, y si sucedía algo como ella intuía, se lo diría llegado el momento.

Donde tú caminas - Saga Dorsetshire 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora