Capítulo 10

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Otro poco...capis cortos, pero avanzamos. Abrazo

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Cuando la orquesta comenzó, Beth aprovechó que todos estaban concentrados en la música para escabullirse un momento, había un pequeño jardín interno. Fue hasta uno de los bancos y se descalzó, había sentido molestias, pero ya se habían vuelto casi insoportables, al quitarse el zapato, notó que la media de seda estaba rota y se había lastimado. Pensó que usar zapatos bonitos costaba un precio muy lato en cuanto a bienestar.

-Se ha lastimado- dijo una voz que ella ya reconocía y vio que Gabriel acababa de entrar al jardín.

-No es nada – respondió ella ocultando el pie.

-¿Siempre se preocupa más por los demás que por usted misma?

-Solo fue un descuido- respondió ella pues él no estaba tan alejado de la verdad.Y luego pensó que aunque eran circunstancias muy extrañas, una vez más, debía aprovechar para agradecer lo que había hecho por su amiga. –Gracias – dijo levantando la vista y mirándolo fijamente.

-Yo...

-Por lo que hizo por Emma, sé que es amigo de su familia y seguramente por eso la ayudó, pero como su amiga y teniendo en cuenta todo lo que le dije la vez anterior, de verdad quería disculparme y agradecerle, de corazón, por ayudar a Emma. ¿Ella estará bien, verdad?- soltó casi sin respirar.

-No hay nada que agradecer- respondió cortésmente aunque quería decirle que lo había hecho por ella más que por lealtad hacia los Collins- Y sí, ella estará bien.

-¿Pero si él se entera lo que sucedió, querrá que ella cuide a su hija? Emma no suportará otro golpe.

-Anthony es muy buena persona, y sabe todo lo que es necesario saber sobre Emma, aún así le dio el trabajo. Ella estará bien y será valorada y protegida, en cierta forma, él y Emma se parecen, ambos han sufrido y son personas sensibles, por eso cuando me habló de la niñera pensé que ella sería perfecta para el puesto.Además ya se comunicó con su familia y con ella, para asegurarles que estaría todo bien y su hermano la acompañará a Londres para asegurarse, pero Anthony es de los mejores hombres que he conocido, no dejaría a Emma en manos de alguien que no fuera de absoluta confianza- dijo él firmemente y Beth le creyó.

-Gracias- repitió suavemente, esperaba que su sinceridad le llegara pues aunque había pensado en discursos de agradecimiento más bonitos, ahora no se le ocurrían. Le parecía que esa única palabra era mucho más sentida.

-¿Puedo ver su pie? – preguntó él cambiando de tema y se agachó a su lado.

-No creo...- protestó ella pero Gabriel la miró con insistencia. Tímidamente extendió el pie que había ocultado debajo de la falda.

-¿Y ha segundo andando de un lado al otro así de lastimada?- preguntó al ver la piel desgarrada del tobillo- Esos zapatos son criminales.

-Es una pena que el señor Smith n haga zapatos de baile, estoy segura que él sería mucho más sabio al fabricarlos y se encargaría que no lastimaran a las incautas que los usan.

-¡No dejará la fiesta, verdad?

-Solo cuando se vaya el último invitado- respondió ella.

-Lo imaginé- Permítame – dijo y tomo su pie, al tiempo que sacaba un pañuelo de seda de su bolsillo y lo rasgaba en dos.

-¿Qué hace?

-Trataremos que esto no empeore- dijo y vendó hábilmente su pie-Así no se lastimará más con el roce. No se preocupe estoy seguro que con la falda no se notará- le dijo.

-¿Beth...?- la llamó Jo que había venido a verla y los encontró en aquella extraña pose, él arrodillado, sosteniendo su pie. Se irguió rápido y se alejó de ella sorprendido.

-Josephine, el señor Deveraux solo me ayudaba a vendar mi pie lastimado.-se excusó Beth sonrojada. No se había avergonzado antes pero con la llegada de su hermana notaba que había sido una situación de una intimidad inapropiada.

-Imaginé que era eso y no que se estuviera por robar tu pie- respondió Josephine burlándose de ambos, parecían como si los hubiera atrapado en la peor de las situaciones.

-Está herida – comentó Gabriel con una seriedad desmesurada.

-Gracias por su ayuda...- respondió Josephine y dejó la frase en el aire para evidenciar que no habían sido presentados aún. No es que le interesaran aquellas formalidades , pero la situación la había hecho ponerse traviesa.

-Es el señor Gabriel Devereaux – acotó Beth- y ella es mi hermana, la señorita Josephine Lawrence – remarcó y ambos hicieron una ligera reverencia. Ciertamente se habían encontrado antes en algunos eventos, pero no los habían presentado aún.

-¿Estás muy lastimada? Debería ir a casa a traerte otros zapatos- comentó Jo a su hermana.

-No es necesario, eso preocupará a mamá y a la señora Prescott, no quiero que nada empañe su fiesta.

-Y yo no quiero que estés esforzándote y salgas herida- protestó Jo.

-Estoy bien, solo es una pequeña ampolla y gracias al señor Devereaux no sentiré ya el roce del zapato. Sólo es un par de horas más, Jo.

-Está bien, pero solo y solo si te quedas lo más quieta posible, dime a mí lo que haya que hacer y tú solo encárgate de iluminar el lugar con tu sonrisa. Porque si te veo andar de un lado al otro, le diré a mamá- la amenazó y Gabriel estuvo agradecido de que Beth tuviera a alguien así a su lado. Alguien que la cuidara aún a su pesar. Cuando supo que el tal Jo que le preocupaba era Josephine Lawrence sintió un gran alivio y tuvo la sensación de que le iba a agradar la hermana mayor. Ahora lo comprobaba, Josephine Lawrence era de su completo agrado, hasta podrían ser amigos algún día.

-Volveré a la fiesta- anunció él.

-Ha sido un placer conocerlo, y una vez más, gracias por asistir a mi hermana, señor Devereaux- respondió Jo.

-Gracias, por todo- dijo Beth y él asintió con un leve gesto.

-Entonces pudiste agradecerle. ¿Era necesario lastimarte el pie para atraerlo de caballero andante y darle las gracias por lo de Emma?- la molestó Josephine una vez que él se hubo marchado.

-¡JO!- protestó Beth

-Sabes que si hubiera sido al revés te estarías burlando de mí, volvamos a la fiesta, pero recuerda mi advertencia porque lo de que no quiero verte lastimada es muy cierto. Y deberás optar por zapatos más feos y más cómodos.

-¡Jamás!- respondió Beth haciéndola reír y ambas volvieron al interior.

La fiesta terminó sin ningún inconveniente y la señora Prescott estuvo feliz y agradecida: Y Beth fue feliz de haber formado parte de ese pedacito de alegría, así que sintió que la lastimadura de su pie había valido la pena. A la noche cuando quitó el pañuelo para curarse la herida, pensó que volvía a estar en deuda con Gabriel Devereaux.

Por su parte, Gabriel, cuando volvió a ver al señor Smith para sus frecuentes partidas de ajedrez tuvo una idea.

-¿Señor Smith, no ha pensado en hacer zapatos de baile?

-¿Zapatos de baile?

-Sí, esos que usan las jóvenes para las fiestas, con tacón y adornos, pero que sean cómodos.

-No lo he pensado, llevan mucho trabajo y son caros.

-¿No podría hacer unos? Unos color verde.

Donde tú caminas - Saga Dorsetshire 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora