Amor, amistad y sentimientos encapsulados por el miedo.
¿Que pasará cuando tales sentimientos son confesados?
Colin Bridgerton y Elizabeth Relish tendrán que cruzar por las mentiras, las maquinaciones y los chismes de una temporada social en Londres...
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-¿Qué lugar de Grecia visitaras primero? -preguntó Elizabeth, enfocada en el jugueteo entre sus dedos y los de Colin-. Mi padre guarda algunos mapas que talvez te sean de ayuda.
Después de la fiesta, ambos quisieron tener un momento a solas. Se volvía agotador aparentar que no tenían confianza, cuando su relación era más estrecha de lo que un simple cortejo permitiría. Claramente, aunque quisieran, tampoco podían solos, por lo que Lady Bridgerton, cuando dieron aviso de querer hablar, mando a Benedict para acompañarlos. Definitivamente había sido una suerte, porque se haber sido Anthony, seguramente estaría detrás de ellos con un palo de madera cuál maestra, listo para el momento en que se acercarán más de los adecuado. Benedict, en cambio, estaba en el porche de la casa, muy lejos de ellos. Estaba de espaldas y lo suficientemente enfocado en su boceto como para cumplir como chaperón.
Elizabeth no había planeado estar despierta por mucho tiempo, pero no se arrepentía de estar allí. Definitivamente.
Parecía tan lejano la última vez que sintió la plenitud misma tan viva. Recostada en su pecho, mientras su brazo rodeaba su cintura y sus manos se unían en un juego vago por tomarse entre ellas. No sentía nervios, simplemente paz. Y no hablar de lo que sentía Colin. Además de paz, él podría jurar que nunca había estado más completo. Tenerla sobre su pecho, respirando con tal parsimonia que creería que estaría dormida. Era como dormir profundamente después de cortar leña durante todo el día.
Nadie creería que dos personas tan jóvenes sintieran algo tan verdadero y sano. Para los demás, solo eran dos niños que no sabían del mundo, cegados por la ilusión. En realidad, ellos entendían el mundo y trataban de sobrevivir a el.
-Lo había olvidado por completo -susurro avergonzado, frunciendo la cejas. Verdaderamente había olvidado Grecia-. Para ser sincero no tenía algo preparado, simples sugerencias básicas; Atenas, Salónica talvez -murmuró con los labios contra el cabello de la castaña, mientras que también acariciaba su palma.
-He oído que hay una playa de arena rosa. No estoy segura de su ubicación, pero suena fascinante.
Colin sonrió y cerró los ojos.
-El rosado es hermoso.
-Difiero. El rosado es aburrido, más no una playa rosada.
Colin río.
-¿Difieres? Perfectamente recuerdo que en las visitas a Audrey Hall el mazo que escogías era el rosa, Elizabeth.
Elizabeth rodó los ojos.
-Si, pero eran mis gustos de la infancia -sentenció, como si fuera de suma importancia olvidar el dato- Por que te recuerdo que en los últimos dos años he tomado el mazo morado.
