Amor, amistad y sentimientos encapsulados por el miedo.
¿Que pasará cuando tales sentimientos son confesados?
Colin Bridgerton y Elizabeth Relish tendrán que cruzar por las mentiras, las maquinaciones y los chismes de una temporada social en Londres...
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Cada golpe del tacón contra el piso se escuchaba por todo el vestíbulo de la casa Bridgerton. La impaciencia rondaba en cada rincón de su mente, pensando en los errores posibles que los podría conducir al fracaso. Pero la razón de su inquietud apareció en el momento en que supo que no podía ir. De alguna forma sabía que así debía ser, pero sus pensamientos la estaban llevando a querer escuchar a través de la puerta del trono, dónde Daphne y Simón se estaban reuniendo con la Reina.
Si, estaba muy preocupada.
Saltó en su lugar cuando la puerta se abrió de sopetón, dejando entrar a la vizcondesa, a Lady Danbury y a la pareja. Su mirada se dirigió a la primera, topándose con esa expresión en su rostro cuando algo grande iba a ocurrir.
-¿Y bien? Los nervios no me dejan respirar.
Violet sonrió extendidamente algo entorpecida, abanicándose con su guante.
-Tenemos una semana para planear una boda.
Dicho esto, se lanzó hacia Daphne y la brazo, dando comienzo a la semana más laboriosa y apurada que había experimentado. Recorrieron Londres para conseguir todo en tiempo recort. Daphne había dado a relucir su lado más manipulador con los distribuidores, en alguna ocasión hasta tuvieron que subir un poco la oferta para que entregarán las flores el día. En cada paso, Elizabeth estuvo a su lado, tranquilizando la cuando sus mejillas se coloraban del enojo o cuando necesitaba una segunda voz de apoyo. Era la daba de honor los diez, se había preparado. Entre telas, arreglos y comida llegó el día, el tan planeado momento.
-Aun me sorprende con la rapides que el hombre de las bebidas acepto en el momento en que vio a Anthony, si lo he llegó a ver ser tan dulce como un algodón de azúcar.
Daphne sonrió a penas, estaba inmersa en tocar cada hebra del cepillo. La peli negra estaba segura que ni siquiera la escucho. Había notado desde que empezó en el día, y en días anteriores, una opaques detrás del brillo, como solo fuera una vela en el humo. Paso la mañana entera buscando distraerla, pero cuando estaba cerca de lograrlo, de nueva cuenta se perdía.
-Daph -pronuncio con suavidad, tomando el cepillo y regresandolo a tocador. A través del espejo pudo ver el rostro de amiga-. Este es el momento a decusado, estás a tiempo de retractarse si no deseas hacerlo.
Daphne negó.
-Se que lo amo, Liz.
-Se que lo amas, pero algo va mal. Veo que es así. Tantas veces imaginamos este momento, y se que en este momento deberías tener una sonrisa en tu rostro.
Daphne volvió a bajar la mirada, y dejo salir un suspiro tembloroso.
-Supongo que tengo algo de miedo.
-¿Hizo algo? -frunció las cejas.
-Lo que no hizo, o siendo que no pasa, es... -tomó aire-. Tengo miedo que en este momento este siendo infeliz, y que esa infelicidad no persiga ¿Seremos se esos matrimonios distantes, que viven en donde casas diferentes?
