Capítulo 21

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Victorie

El dieciocho de diciembre había empezado hace exactamente ocho horas. El cumpleaños de Evan.

Cogí la bolsa roja de encima de la mesilla de mesa de la habitación de Emily y bajé las escaleras. Emily estaba ya preparada apoyada en la pared tecleando su móvil con una sonrisa en la cara.

Man_04 ¿Otra vez?—choqué mi hombro con el suyo y la sonreí.

Ella se puso roja y juntas salimos por la puerta caminando hacia el instituto.

—Estos meses...—suspiró—no se tía, creo que quiero conocerle.

—Ya era hora—bromeé.

—¡Pero como se lo digo! Hemos estado tan bien así...

—Pues no se, insinuale que te apetece conocerle o algo asi—me encojí de hombros.

Un coche negro pasó al lado nuestra y se paró a nuestro lado. Bajaron la ventanilla y no encontramos con Oliver al volante y al lado al cumpleañero.

—¡Chicas! ¿Os llevamos?—preguntó Oliver.

Miré a Emy, a mi no me importaba.

—Preferimos ir andando, gracias— contestó mi amiga con una sonrisa falsa.

—Venga chicas, son diez minutos andando— insistió este.

Al final cedimos y subimos al asiento de atrás, Emily en el izquierdo y yo en el derecho. Nos pusimos el cinturón y me incliné hacia delante alcanzando su mejilla y dándole un beso.

—Felicidades Evan— volví a sentarme bien y vi por el espejo que sonreía.

—Gracias Vicky.

Miré a Emily que tenía la vista pérdida por la ventana.

El trayecto fue en silencio. Se notaba la tensión que tenían Emily y Evan a distancia. Llegamos al instituto y bajamos del coche.

—Iré a aparcar—Oliver volvió a encender el motor y se fue rumbo al parking.

—Voy a buscar a Olivia—me dio un beso en la mejilla Emily— luego nos vemos.

Nos quedamos los dos solos.

—Ha sido...

—Muy incómodo—terminé la frase por él y se rió—Ten, te he comprado algo.

Abrió los ojos y en su cara había una chispa de emoción. Le tendí la bolsa y la abrió.

—Es una chorrada pero me lo recomendó hace tiempo el psicólogo— sacó una libreta y la abrió. Frunció el ceño.

—Está vacía.

—Idiota, es un diario. Cuando iba al psicólogo me dijo que una de las cosas que puedes hacer cuando te sientas, triste, feliz, o un sentimiento fuerte es escribirlo.

—¿Y funciona?—asentí lentamente.

—Lo estuve intentando por un tiempo...

—¿Y luego?

—Empecé a fumar—cogí aire—me ayudaba con el estrés.

Miró la libreta y luego a mi. Sonrió.

—Me encanta—me reí.

—¡Venga ya! Seguro que estarás pensando que es un regalo de nenazas—negó con la cabeza mientras se reía.

—Lo único que me pregunto es porque necesitabas ir al psicólogo—un balde de agua fría cayó encima mia.

—Es... complicado—parecía conforme con mi respuesta porque asintió.

—Entiendo que sea difícil de hablar, no voy a presionarte— me quedé sin aliento al mirarle.

¿Cómo es posible qué la persona que tenía justo delante era el prototipo de tío que odiaba?

Recordé aquella tarde de castigo, esa tarde con la que tan sola la mención de sus padres se derrumbó.

Quizá el tenía un pasado, un pasado del que quería huir al igual que yo.

—Será mejor que vayamos a clase—cogí aire y aparté la mirada. El carraspeó.

—Si...nos vemos más tarde

***

—¿Cómo es sentirse ser uno de los pequeños de clase?— le pregunté mientras me comía un sándwich tumbada en el césped.

—¿Si te cuento algo se lo dirás a alguien?— negué con la cabeza-en realidad...soy el mayor.

Fruncí el ceño sin entenderlo-Explicate.

—Cuando tenía siete años repetí. Hoy cumplo dieciocho en vez de diecisiete como todo el mundo piensa.

—¿Por qué te da vergüenza? No es nada malo repetir— me había shockeado un poco eso de que sea un año mayor que yo.

—No me gusta que la gente piense que soy un retrasado, ¿Repetir con siete años? Eso son casos excepcionales.

—¿Y puedo preguntar por qué repetiste?—jugó con los dedos de la mano, suponía que estaba indeciso así que no esperé respuesta.

—Un accidente de coche.

Captó mi atención.

—Mi madre y yo íbamos en el coche cuando otro nos abordó. Me quedé en coma durante unos meses así que cuando me reincorporé a clase ya todos iban muy avanzados...

No supe que decir. Lo único que hice fue levantarme del suelo y abrazarle. El me envolvió con sus brazos y aspiré su aroma.

Olía a manzana.

—¿Me prometes no decírselo a nadie?

—Te lo prometo.

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