𝚀𝚞𝚒𝚗𝚍𝚎𝚌𝚒𝚖

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Fue tirado a un calabozo como si fuese un saco de basura, le dijeron que próximamente tendría una muy fea charla con el rey de los cielos, una charla que afectaría su vida eternamente.

Estaba seguro que la muerte instantánea sería lo menos cruel de esta historia.

El dolor de que arrancaran sus alas era algo que no podría soportar, los gritos de MinGi aún permanecían en su cabeza, matando su poca estabilidad mental.

Sus rodillas apretaban fuertemente su torso queriendo así mantenerse calmado, pero era totalmente imposible ya que MinGi se había quedado en la tierra con una flecha en el pecho. Creía que no moriría, pero las flechas de los ángeles podrían llegar a ser un poco diferentes a las de los humanos, ya que estas estaban benditas con la palabra del señor.

Su mente se encontraba en otro universo, pero al ver la figura de una rubia reaccionó y no de la mejor forma.

-¡SIYEON!

Corrió hacia los barrotes y la vio a ella con la mirada gacha y algo apenada, aunque para HongJoong le parecía una traicionera.

-¡¿Por qué te metes en mis cosas?!

La mujer levantó la mirada y trató de calmarse.

-Es que tu estabas siendo influenciado por ese demonio, creí que no volverías nunca más aquí y me tenías preocupada. No protegiste a los humanos como se te pidió.

Una risa pequeña comenzó a escucharse, con cada segundo era más fuerte que antes, llegaba al punto de ser estruendosa.

-¿Es que no lo entiendes? ¡Los humanos no deberían existir! En su mundo ellos te matarán por ser distinto, no se toleran entre ellos, quieren más de lo que pueden tener y por esa razón han destruido la mayoría de cosas que se les ha dado. SiYeon, ¿Crees que basuras como esas merecen vivir? ¿Por qué? ¿Con qué propósito?

La Querubín quedó impactada, hace unos meses atrás juraba que HongJoong amaba a los humanos, ver que ahora los quería muerto era demasiado aterrador.

-¡Todo es culpa de ese demonio! HongJoong, tendrás dos opciones... O purifica tu alma o te vas del cielo.

Ante aquello no pudo contestar, los guardias de allí le avisaron a la muchacha que debía irse, le dio una última mirada y desapareció lentamente.

La purificación consistía en pasar siete días bajo las cataratas de agua purificada, donde la posibilidad de respirar eran nulas, donde tus manos y piernas estaban encadenadas para que no escaparas. Era un castigo y a la vez un lavado de cabeza, los recuerdos de tus pecados eran borrados y podrías comenzar de cero.

Pero HongJoong no quería olvidar nada, él había pecado pero no se arrepentía de hacerlo.

Quizás sus alas merecían ser arrancadas.

𝗙𝗼𝗿𝗯𝗶𝗱𝗱𝗲𝗻 𝗹𝗼𝘃𝗲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora